· Ciudad del Vaticano ·

La emergencia educativa de Benedicto XVI y el pacto educativo global del Papa Francisco revelan, sin lugar a dudas, que nos encontramos frente a un gran problema. Que podamos afrontarlo sin cuestionar el marco en el que nos movemos es quizás una de las razones que nos han llevado hasta aquí. La crisis educativa es una forma de pobreza que puede hacernos ver las cosas de otra manera, abandonar la inercia y el “siempre se ha hecho así”, y cambiar una idea mal entendida de la tradición como cenizas que venerar más que como fuente de inspiración vital. Tenemos que leer los signos de los tiempos, en lugar de maldecir y señalarlos por errores que, por otro lado, son nuestros en gran medida.

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