Monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos, acompañado de seminaristas y sacerdotes comparte su experiencia del Jubileo vivido en Roma

Todos tenemos una vocación y una misión

 Todos tenemos una vocación y una misión  SPA-008
04 julio 2025

Rocío Lancho García

Seminaristas, sacerdotes y obispos de todo el mundo se han congregado en Roma del 23 al 27 de junio para vivir sus respectivos jubileos. Una ocasión para compartir juntos la experiencia de atravesar la Puerta Santa y caminar junto a personas venidas de todo el mundo el Año Jubilar de la Esperanza.

Vivir así, juntos, la experiencia del jubileo “es motivo de profunda alegría, sobre todo de agradecimiento al Señor por la vida entregada de tantos sacerdotes, como el grano de trigo que cae en tierra para que sea fecundo”, asegura monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos, España, que ha venido a Roma acompañado de un grupo de seminaristas y sacerdotes de la archidiócesis. En conversación con L’Osservatore Romano, asegura la importancia de vivir juntos “este momento de renovación espiritual”, lleno de agradecimiento y pidiendo la gracia del Espíritu Santo, como indicó el Santo Padre León XIV en el discurso que pronunció durante el encuentro con los seminaristas. Un discurso en el que invitó a tratar al Espíritu Santo con frecuencia y a “pedir sus bendiciones y sus dones para nuestro ministerio”, subraya el arzobispo. Sobre los seminaristas, “el futuro presbiterio”, monseñor Iceta destaca también las palabras del Pontífice cuando les pidió, improvisando en español, que no tengan miedo porque es el Señor quien les llama, “conscientes de nuestras limitaciones, nuestras fragilidades, pero confiados en la llamada y en la palabra del Señor”.

Siguiendo la invitación a vivir la esperanza en este Año Jubilar, el arzobispo manifiesta su deseo de que “encontremos todos esta piedra preciosa, ese tesoro escondido donde confiar toda la vida, donde sabemos que la esperanza no defrauda porque es Jesucristo”. Quizá en estos tiempos de dificultades, de oscuridades, de un mundo agitado – prosigue el prelado - necesitamos más que nunca afianzar esta esperanza, y renovar nuestro corazón con el amor y con la gracia del Señor Y añade que “no puede haber una esperanza cierta y una verdadera paz si no nace del corazón renovado del Señor”. Al respecto, monseñor Iceta subraya la importancia de la tarea de “dar a conocer ese amor inmenso de Dios, que nadie está descartado para Él, que Él es capaz de hacer siempre criaturas nuevas en cualquier situación, es posible desde Él recomenzar y tener una vida luminosa, y llena de su misericordia”.

La vivencia del jubileo en Roma tiene la característica de poder sentir de cerca la universalidad de la Iglesia. “Vemos seminaristas, sacerdotes y obispos de todos los continentes. Para mí es especialmente significativo encontrarme con sacerdotes que conocí en mi época de seminarista, que están esparcidos por todo el mundo y nos reencontramos 35 años después. Así vemos cómo el Señor va haciendo su obra en cada lugar, con personas sencillas y limitadas, pero existe la comunión en el Espíritu. Y nos encontramos ante la tumba de Pedro y Pablo para renovar la llamada que el Señor nos hace y recomenzar con nuevas fuerzas”, asegura el arzobispo de Burgos.

Finalmente, monseñor Iceta reflexionando sobre la disminución de las vocaciones al sacerdocio, asevera que “encontrarnos siempre nos anima” y “las vocaciones surgen de las comunidades que viven con profundidad su fe, aunque sean pequeñas”. Por ello destaca la necesidad de “vivir la autenticidad, vivir en comunión profunda con el Señor, la Iglesia es la tierra de la esperanza”. Benedicto XVI, recuerda el prelado, hablaba de minorías creativas. “Son minorías muy fecundas, a veces vemos que en Occidente que las comunidades han ido menguando, las parroquias son pequeñas, pero si son vivas y están ancladas en comunión profunda con el Señor, en ese servicio a la humanidad y a los necesitados, surgirán vocaciones. El Señor no nos deja, no nos abandona, Él sigue llamando, sabrá mover el corazón de tantas personas, sabiendo que todos tenemos una vocación y una misión”.

Uno de los sacerdotes que ha viajado con monseñor Iceta es el padre Ricardo Puente, de la parroquia san Pedro de la Fuente en Burgos, ordenado hace 51 años. Vivió el jubileo del 2000 y ahora se encuentra de nuevo en Roma para atravesar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. “Vivimos estos días con la alegría de poder vivir un Jubileo específicamente de sacerdotes, que está suponiendo una gracia, así como encontrarme con sacerdotes de todo el mundo, y con el Papa”, asegura Ricardo. Aunque ha venido a en otras ocasiones, esta vez, afirma “es una experiencia muy gozosa, al ver tan de cerca esta catolicidad de la Iglesia”. Estar aquí “supone un renovar mi fe y mi sacerdocio”, participando en diversos momentos a lo largo de estos cuatro días, y de forma especial el encuentro con el Santo Padre. El padre Ricardo cuenta en su parroquia con dos conventos de monjas, uno de ellos el de las madres agustinas. Y estas madres agustinas tienen una especial vinculación con el Papa León XIV. En el año 2012 el padre Roberto Prevost viajó a Burgos y las visitó porque quería cumplir una promesa: visitar el convento del que salió sor María del Carmen Miravalles, una joven religiosa que a finales de los años 60 viajó hasta Chicago para fundar una comunidad. Allí, la religiosa conoció a Robert Prevost cuando aún era un niño. Pasados los años ingresó en el noviciado agustino y cuando le contó a sor Carmen que celebraría su primera misa, ella le hizo una promesa: «Te haré toda la ropa para tu cantamisa». Y cumplió. Por eso, estas monjas agustinas burgalesas, sienten una cercanía especial con el Santo Padre, ya que las vestiduras litúrgicas del día de su primera misa fueron confeccionadas por una de sus hermanas. Una historia que ahora el capellán de las religiosas, padre Ricardo, cuenta ilusionado.

Y junto con el arzobispo y sacerdotes de la diócesis, presentes también un grupo de jóvenes seminaristas. Entre ellos está Antonio Quintanilla, de 21 años, que cursa el tercer año del seminario. De la experiencia vivida en estos días destaca el poder encontrarse con seminaristas de todo el mundo, algo que no es habitual. Aunque a veces hacen encuentros con otros seminaristas de España, lo de estos días “te marca mucho, porque ves que somos diferentes, pero ves lo especial de que todos se junten en un mismo lugar para un acontecimiento”. Del mismo modo, destaca la invitación que les dirigió el Santo Padre en el encuentro con los seminaristas: “sed valientes”. En una sociedad, asegura Antonio, en la que ser seminarista, ser sacerdote, cuesta, ver a tanta gente tan valiente, es muy importante. Estas vivencias “te impulsan” porque “ves la felicidad en los rostros”, “vemos al Papa que nos anima”, “sí, somos pocos, pero seguimos adelante”. Asimismo, reconoce que uno de los grandes desafíos que puede vivir como seminarista es “la gran variedad de cosas que te ofrece el mundo, puedes elegir de todo, parece que te venden que la felicidad está en otras cosas”. Y ahí es donde encuentra la llamada a vivir la verdad, “y eso es lo que te hace feliz”. Antonio afirma que “los que estamos en el seminario estamos felices, nos da felicidad estar con Dios, no estamos ahí solo para pasar el tiempo”.

Finalmente, subraya también la emoción de escuchar al Papa León XIV dedicar unas palabras en español a los seminaristas. Y recuerda que los Papas, tanto Francisco, como ahora León y todos los anteriores, son para el Pueblo de Dios y para el mundo, “y los disfrutamos igual, la Iglesia sigue”. Visitando Roma estos días y contemplando su grandeza y belleza arquitectónica, Antonio hace una reflexión: “todo esto es para Dios y nos acerca a Dios y a su grandeza”.