El 19 de octubre de 2025, el Papa León XIV canonizará a tres figuras femeninas que comparten un denominador común: transformaron la fe en acciones concretas para la mejora de la condición de la mujer. Son Vincenza Maria Poloni, María del Monte Carmelo Rendiles Martínez y Maria Troncatti.
Vincenza Maria Poloni: dignidad para las marginadas
Nacida en Verona en 1802, Vincenza Maria Poloni fundó las Hermanas de la Misericordia junto con Carlo Steeb, revolucionando la asistencia a las mujeres más vulnerables. Su labor se distinguió por su atención a madres solteras, viudas indigentes y enfermas abandonadas. En una época de marginación femenina, la Hermana Vincenza no solo ofreció una mano caritativa, sino que también restauró la dignidad de estas desheredadas enseñándoles oficios y proporcionándoles herramientas para la independencia económica. Sus religiosas educaron a las mujeres para la autosuficiencia, anticipándose a las formas modernas de emancipación.
María del Monte Carmelo: fuerza en la diversidad
María del Monte Carmelo Rendiles Martínez, nacida en Caracas en 1903 sin brazo izquierdo, transformó la discapacidad en un motor de cambio social. A pesar de los prejuicios que afectaban a las mujeres y a las personas con discapacidad, fundó la Congregación de las Siervas de Jesús convirtiéndose en un referente para todos los venezolanos socialmente excluidos. Desarrolló un enfoque innovador que demostró que la diversidad física era un recurso, no una limitación. El milagro para su beatificación —la curación del brazo de una médica— simboliza cómo su legado continúa apoyando a las mujeres profesionales.
Maria Troncatti: con las mujeres de Shuar
La misionera italiana María Troncatti, nacida en 1993 en Corteno Golgi (Brescia), Hija de María Auxiliadora, representa un ejemplo concreto de la lucha por los derechos de las mujeres. Al llegar a Ecuador en 1922, se asentó en la selva amazónica entre los indígenas Shuar. Luchó contra los matrimonios forzados, una práctica que privaba a las jóvenes de su libertad de elección. Promovió con valentía los matrimonios cristianos basados en el libre consentimiento, devolviendo a las mujeres Shuar el derecho a decidir su propio destino. Su respeto por la cultura local demostró que los derechos de las mujeres son universales y deben promoverse respetando las especificidades culturales.