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Mujeres que resisten al integrismo religioso

Creer sin cadenas

 Credere  senza catene  DCM-007
05 julio 2025

Rivka y Malka, Nisha, Petrunya son mujeres de nuestro tiempo. Pertenecen a diferentes culturas y religiones y comparten un profundo sentido de libertad condicionado por su pertenencia a una tradición religiosa específica, vivida o sufrida, al límite de una observancia rígida y restrictiva. No buscan difamar la religión a la que están vinculadas, sino expresar un fuerte deseo de libertad, sustentado por la necesidad y la urgencia de respetar su condición de mujeres. Contar su historia nos ayudará a comprender elementos que se prestan a una reflexión que, en relación con las tradiciones de las distintas “religiones del libro”, reconduzca a la humanidad a su cualidad más original: la semejanza con Dios. Una comprensión que no puede eludir la religiosidad, pero tampoco las exigencias de nuestro tiempo.

Rivka y Malka son hermanas, protagonistas de “Kadosh” (Amos Gitai, 1999). La mayor está casada con un rabino que practica el judaísmo ortodoxo. Ambos anhelan un hijo que nunca llega. A Rivka se le acusa falsamente de ser la estéril. Además del daño, debe sufrir la burla del repudio. Malka está prometida en matrimonio con un hombre elegido por la comunidad, a quien no ama porque es violento. En cambio, se siente atraída por un joven músico que le corresponde. Rivka y Malka, a su manera, sufren la violencia de una comunidad que, en nombre de la ortodoxia, las obliga a someterse a normas fundamentalistas, muchas veces irrespetuosas con la libertad y dignidad conferidas por el Creador. Su destino se consuma de forma diferente, entre la trágica resignación y el abandono rebelde.

El fundamentalismo y la sumisión (islam) también son centrales en “El viaje de Nisha” (Iram Haq, 2017). Estos dos “valores” religiosos resultan aún más discordantes y distantes en la occidental e indiferente Noruega. Nisha nació y vive aquí con su familia pakistaní. Ella intenta tranquilizar a sus padres y, al mismo tiempo, no aislarse de sus amigos. Sin embargo, las normas la obligan a casarse con un hombre desconocido. El intento de hacerla sumisa resulta doloroso e inútil. Pero su destino no será tan trágico como el de otras jóvenes en su misma situación. Porque Nisha tiene “la suerte” de tener un padre comprensivo que ha encontrado el equilibrio entre la realidad del entorno donde vive y las normas de la tradición (la sharia), a mil millas de distancia en términos geográficos, culturales y temporales.

El entorno cultural y religioso de la historia de Petrunya, protagonista de “Dios es mujer y se llama Petrunya” (Teona Mitevska, 2019), es el cristiano ortodoxo de Macedonia. A sus treinta y dos años, graduada y desempleada, es emprendedora y está decidida a triunfar en una sociedad dominada por los hombres. Incluso las normas de una celebración tradicional de su país (a medio camino entre la religiosidad y la superstición) la excluyen de una prueba reservada solo para hombres. Su gesto impulsivo —saltar para atrapar una pequeña cruz arrojada a las gélidas aguas del río— es considerado irreverente por la mentalidad estrecha de la comunidad y la expone a la absurda situación de ser arrestada por la gravedad de “la infracción”. Además de la sumisión, las normas generan discriminación.

Incluso el cristianismo “católico” tiene su protagonista, Hipatia, víctima de un fundamentalismo que en la antigüedad cometió atrocidades que deben recordarse para no repetir esos trágicos errores. Hipatia, cuya historia se narra en “Ágora” (Alejandro Amenábar, 2009), es la víctima-mártir de una religiosidad fundamentalista que ha perdido el sentido de la caridad y la misericordia “cristianas”.

Las películas reseñadas nos interpelan sobre la condición femenina en la relación entre religión y contemporaneidad. Es necesario indicar que “las religiones del libro”, en nombre de la fe, a menudo han reducido las aspiraciones, los deseos y la libertad de las mujeres hasta el punto de someterlas a tradiciones donde el machismo se ha impuesto exageradamente. El conjunto de preceptos y creencias constituye “la religio” a la que uno se aferra. Sin embargo, cuando las reglas pierden su esencia y se convierten en cargas insostenibles que limitan y asfixian la vida, la religión solo puede generar infelicidad, frustración e inhumanidad. “Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos”, está escrito en el Evangelio de Lucas (11, 46). No pocas veces, esas cargas se traducen en una subordinación irrazonable y excesiva.

de Renato Butera