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Plácet

La carta de una religiosa al nuevo Papa por una Iglesia sin jerarquías de género

 La lettera di una suora al nuovo Papa  per una Chiesa senza gerarchie di genere  DCM-006
07 junio 2025

“Querido hermano, Papa León”. Así comienza una larga y apasionada carta que, el mismo día de su elección, la hermana Martha Zechmeister, de la Congregación de Damas Inglesas y profesora de teología sistemática en la Universidad Centroamericana de El Salvador, escribió al nuevo Papa. Una carta que no puede resumirse, sino que debe leerse, meditarse, comentarse y debatirse en toda la Iglesia, porque, aunque dirigida al nuevo Papa, está escrita en realidad para toda la Iglesia. Porque muchos católicos, no solo mujeres, sufren al ver cuán amplio y profundo es el cisma en curso, no aquel con el que amagan algunos obispos aferrados a una tradición sin historia, sino “el lento e imparable éxodo de mujeres (y hombres) que ya no se encuentran en una Iglesia que sigue siendo simbólica y estructuralmente masculina”.

Con claridad y franqueza evangélica, sor Marta pide al Papa León que haga lo que debería poder hacer mejor que otros porque, como canonista, “sabe cuánto todo el ‘aparato’ de la Iglesia católica no se debe simplemente a la ‘ley divina’, sino que ha crecido históricamente, ha sido modelado por el contexto y la respectiva situación cultural; y cuánto, por tanto, también puede ser modificado”.

Sor Marta no reivindica el acceso al ministerio ordenado, pero para ella como para muchas otras, en el origen de su vocación estaba “la evidente, quizá ingenua, confianza de que solo sería cuestión de unos años encontrar la plena fraternidad en la Iglesia; una Iglesia en la que ya no habría jerarquías basadas en el género”. Y hoy, cincuenta años después de lo que el Concilio Vaticano II había dado por “obvio”, ella y muchas otras se ven obligadas, en cambio, a constatar que “el verdadero escándalo” es que “la representación de Jesús todavía se presenta como un privilegio masculino”.

Palabras claras y, precisamente por eso, valientes, fortalecidas por la conciencia de que las mujeres en la Iglesia ya no pueden ni deben permanecer calladas si no quieren ser culpables de contribuir a desfigurar el rostro de Jesús en la Iglesia. Palabras arraigadas en la conciencia de género que muchas mujeres católicas han desarrollado en los últimos años y que las llevan a negarse a seguir siendo “bien educadas y conformistas que hacen funcionar el sistema”.

de Marinella Perroni

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