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Cuestiones sobre los divorciados vueltos a casar

¿Qué pasa con “los segundos” matrimonios?

 E i matrimoni “secondi”?  DCM-003
01 marzo 2025

La praxis sinodal reciente nos ha acostumbrado a procesos que avanzan a un ritmo muy lento donde las esperanzas y descontentos van de la mano -aunque estos últimos sean de origen opuesto-, con algunos que se escandalizan por la novedad, con otros que encuentran el ritmo insoportablemente lento... Un caso es la situación en la comunidad católica de las parejas que se casan en segundas nupcias después de haber puesto fin al primer matrimonio. O, en términos más sencillos, los divorciados vueltos a casar, pero me parece menos respetuoso.

No hay duda de que hay muchos “segundos” matrimonios. En cierto sentido, también podríamos contar a aquellos que vienen después de una primera unión civil o incluso después de la ruptura de una larga convivencia. Y quizá también después de la declaración de nulidad por parte del tribunal eclesiástico que decreta que, faltando las condiciones fundamentales, no existía matrimonio en sentido estricto, aunque sí vida en común. Es común que haya una herida y después una suerte de renacimiento con la segunda relación porque el sacramento vive en los afectos y en los dolores de cada uno. Entre las parejas reconstituidas hay varias que sufren el hecho de ser excluidas de las parroquias o consideradas de segunda categoría, por ejemplo, sin el acceso a los sacramentos.

Otras parejas ni acuden a la iglesia ni parecen demasiado interesadas, pero al final el sentimiento de exclusión pesa sobre todos haciéndoles daño incluso cuando no parece concernirles directamente. Surge entonces la pregunta: ¿es posible que asesinos y criminales, hombres de guerra y de finanzas puedan reconciliarse con las condiciones adecuadas, aunque no las cumplan, y que, en cambio, se deba mantener una especie de excomunión en el sentido de la imposibilidad de participar en la mesa eucarística para las personas que, después de un fracaso, quizá incluso de un abandono, simplemente quieren volver a amar?

Aquí podrían aparecer dos fantasmas, pero desterrémoslos inmediatamente: El “siempre se ha hecho así” o “el tomemos en serio las palabras de la Escritura”. En cuanto a la Escritura – (somos menos escrupulosos en otras cosas, hay que admitirlo, por ejemplo, en cuestiones como la propiedad o la violencia) - necesario notar que los pasajes sobre el divorcio están insertos en textos que se oponen al fácil repudio de la mujer (Mc 10,1-12). Entre otras cosas, en la versión de Mateo (19,9) aparecen también las llamadas “excepciones” -salvo caso de impropiedad, lo que podríamos llamar “unión ilegítima”, desplazando así bastante el enfoque del texto- que en las iglesias orientales soportan la práctica de readmitir a los divorciados. Sí, porque si miramos la historia, debemos decir que es mucho más variada de lo que pareciera: hasta el siglo III no existía ningún signo reconocible – un sacramento – para reconciliar el pecado grave de los bautizados.

Cuando se introdujo el sacramento de la penitencia, no sin mucho debate y dolidos por las heridas de la gente que pedía poder volver a la comunidad, los problemas públicos para los cuales se preveía un camino de reconciliación eran: 1) haber sacrificado a los dioses paganos (apostasía), 2) el asesinato incluso las masacres y 3) las segundas nupcias, que en algunos documentos se llaman adulterio, citando el texto evangélico. Las Iglesias orientales y ortodoxas –hasta 1054 éramos la única Iglesia– han seguido haciendo así: un segundo matrimonio, ya fuera de viudos o divorciados tiene casi una connotación de petición de perdón que subraya que no hay que tomarlo a la ligera. Pero es un verdadero matrimonio. La “incorrección” de la que habla el Evangelio se interpreta, por ejemplo, como el daño infligido al “cónyuge inocente”, extendido por misericordia hacia los demás.

¿Y en la Iglesia católica? En el Sínodo sobre la Familia de 2015 y 2016 se discutió esta práctica antigua y ecuménica, todavía en uso entre los ortodoxos. Se examinó en relación a otras reflexiones, como las vinculadas al primado de la conciencia, al discernimiento o a la complejidad de las situaciones: el debate desemboca en el capítulo VIII de Amoris Laetitia, la exhortación apostólica postsinodal del Papa Francisco, que conviene conocer y meditar mejor. Entre otras cosas, dice: “Se trata de integrar a todos, hay que ayudar a cada persona a encontrar su propio modo de participar en la comunidad eclesial para que se sienta objeto de una misericordia “inmerecida, incondicional y gratuita”. ¡Nadie puede ser condenado para siempre porque esta no es la lógica del Evangelio! No me refiero solo a las personas divorciadas que están en una nueva unión, sino a todos, sea cual sea su situación”.

El documento también sugiere delicadamente que la opción –anteriormente propuesta– de vivir como hermano y hermana no es viable. Añade que las personas divorciadas y vueltas a casar “no están excomulgadas” (en el sentido radical), sino que deben ser más integradas siempre que no haya “escándalo”. ¿Sin escándalo para quién? Muchas personas buenas se escandalizan por la exclusión suya o de sus amigos vueltos a casar. Pero aquí no hace referencia a ellos, sino a aquellos que están en contra de su reconciliación. Entonces, ¿qué significa? ¿Que tengan que irse a una parroquia lejos de dónde viven? Sabemos que lamentablemente esto también se propone a veces. Y he aquí que, al decir que no es el momento de tener una norma común que discipline la situación, se deja al discernimiento personal y pastoral, añadiendo en una pequeña nota a pie de página (nota 336), que esto se aplica también a los sacramentos.

El empleo del discernimiento y la conciencia es algo bueno, pero es hora de que la cuestión salga de las notas a pie de página y se ponga sobre la mesa. Un camino público reconocido y reconocible no elimina la complejidad, sino que permite vivirla en justicia, a la luz del sol. No en la parte inferior de la página, sino en el centro.

de Cristina Simonelli
Teóloga, docente de Historia de la Iglesia antigua, Facultad Teológica de la Italia Septentrional, Milán