
Todo comenzó durante la ocupación de Afganistán por la URSS y continuó en la Federación Rusa, donde se creó una red de madres de soldados.
En la década de 1980, antes de las redes sociales e Internet, las madres rusas encontraron cómo reconocerse, compartir su dolor y unir sus esfuerzos por sus hijos desaparecidos, encarcelados o muertos en la guerra. Con las dos guerras de Chechenia, la red se desarrolló aún más y nació la Unión de Comités de Madres de Soldados. El primer congreso en Moscú en 1989 consolidó las actividades que habían surgido espontáneamente en muchas partes del país. La capacidad de acción de esta red de mujeres en Chechenia se desarrolló hasta tal punto de que se convirtió en un ejemplo internacional en términos de diálogo en el marco de un conflicto. Surgieron iniciativas de extraordinaria importancia para identificar a los militares hechos prisioneros, así como a los caídos y desaparecidos.
Todo gracias a la capacidad de las mujeres y, especialmente de las madres, de establecer relaciones con sus homólogas más allá del frente. Una poderosa diplomacia desde abajo que, gracias al entendimiento mutuo, que permite superar unas divisiones que, de otro modo, serían inimaginables en una guerra. Con la agresión contra Ucrania, las cosas se han complicado aún más. A pesar de las condiciones que rayaban en la imposibilidad para actuar, las madres de la Unión desempeñaron un papel importante al proporcionar información y asesoramiento jurídico a los jóvenes reclutados y enviados al frente. Las madres les dieron información sobre sus derechos. También respondieron a sus padres, sus esposas o sus novias que preguntaban continuamente cómo hacer para recuperar a sus familiares varones en el frente.
En una entrevista con la periodista rusa Caterina Gordeeva, Valentina Melnikova, el alma inspiradora de la Unión, dijo que el 24 de febrero de 2022, el día de la invasión rusa a Ucrania, sus preocupaciones resultaron ser ciertas. Ya habían notado un aumento de la tensión desde diciembre. Demasiados soldados de todo el país se habían congregado a lo largo de la frontera. Comenzaron a llamar a las madres diciendo que sus hijos estaban en esa zona y preguntando qué podían hacer. La Unión de Madres les instó a ir a buscarlos por cualquier medio, nadie podía obligarlos a combatir.
No era fácil explicarles esto a quienes temían que llevárselos pudiera considerarse una deserción y correr el riesgo de ser fusilados. Con la invasión y la difusión de mensajes y vídeos que mostraban lo que ocurría, el miedo se convirtió en angustia y quienes pudieron hicieron todo lo posible por recuperar a sus hijos y maridos. Intervenir en un contexto de guerra es extremadamente peligroso. Y, pese a todo, recuperaron a varios hombres a través de contactos con quienes los tenían prisioneros.
En comparación con los tiempos de las guerras de Chechenia, hoy en día hay una represión más fuerte contra la sociedad civil. Por otro lado, la posibilidad de emprender acciones ha aumentado gracias a Internet. Recopilar y compartir información en tiempo real nos permite conectarnos y unir esfuerzos. Las intervenciones realizadas hasta el momento son de distinto tipo. Las madres escriben documentos y apelaciones a las autoridades civiles y militares. Buscan información de personas desaparecidas durante mucho tiempo, para saber si el desaparecido está prisionero o ha muerto y reúnen información sobre dónde recuperar el cuerpo para devolverlo a la familia. En concreto, se están realizando esfuerzos para traer a casa a los soldados rasos, aquellos muchachos que fueron reclutados en edad militar y enviados a luchar en el frente.
Hoy en día este sigue siendo un canal donde las madres consiguen, contra corriente, llevar a cabo una función de paz. Evidentemente si alguno de los que deciden les preguntara, no habría ninguna guerra porque ninguna madre está dispuesta a enterrar a su propio hijo.
de Raffaella Chiodo Karpinsky
Activista por los Derechos Humanos