Videomensaje del Papa para la apertura del Año académico de la Facultad Teológica de Sicilia

Por un rescate cultural de la plaga de la mafia

 Por un rescate cultural de la plaga de la mafia  SPA-042
18 octubre 2024

«Iniciad con creatividad un auténtico taller teológico y social del perdón, para una verdadera revolución de justicia»: es la invitación del Papa Francisco a la Facultad Teológica de Sicilia con ocasión de la inauguración del Año académico que se celebró el miércoles 16 de octubre, en Palermo. En un videomensaje – que publicamos integralmente – el Pontífice propone los testimonios de los beatos Pino Puglisi y Rosario Livatino, y de los magistrados Paolo Borsellino y Giovanni Falcone, “auténticas cátedras” de justicia en «un territorio todavía dramáticamente marcado por la plaga de la mafia».

Me alegra intervenir en la apertura de vuestro nuevo Año Académico 2024/2025. El preludio integral se os entregará después. Me pongo idealmente tras las huellas de san Juan Pablo ii , que visitó la Facultad de Sicilia el 21 de noviembre de 1982, con ocasión de su visita pastoral al Belice y Palermo. Vuestra Facultad, nacida con una fuerte vocación eclesiológica, está llamada desde dentro de la historia y en escucha del instinto de la fe que el pueblo de Dios posee, a hacerse protagonista para afrontar los desafíos que el Mediterráneo pone a la teología: el diálogo ecuménico con Oriente; el diálogo interreligioso con el islam y el hebraísmo; la defensa de la dignidad humana del Mare nostrum, a menudo convertido en monstrum de las lógicas de muerte; la fuerza cultural y social de la religiosidad popular – la “piedad popular”, como dijo san Pablo vi -; el recurso de la literatura para el rescate de la dignidad cultural del pueblo; y, sobre todo, los desafíos de la liberación que llegan del grito de las víctimas de la mafia. Se trata de aprender la artesanía de la teología como un tejido de redes evangélicas de salvación, precisamente a lo largo de las orillas sicilianas del Mediterráneo; es un paciente trabajo que trata de narrar el amor del Maestro, capaz de suscitar el asombro del encuentro y de la amistad. El asombro, que es precisamente el nervio que suscita la fe. Imaginad ese momento en el que el Maestro se detuvo, en el mar de Galilea, a contemplar a esos pescadores que echaban las redes (Mt 4,18-22): ¿qué le empujó a llamarles, a ceñirse de su humanidad, a enviarles como pescadores de hombres? Y ¿por qué las redes, en la mente de Jesús, en su forma de pensar, se convirtieron en signo e instrumento de salvación? Esta es la tarea de la teología del Mediterráneo: tejer redes de salvación, redes evangélicas fieles a la forma de pensar y de amar de Jesús, construidas con los hilos de la gracia y entrelazadas con la misericordia de Dios, con las cuales la Iglesia puede seguir siendo, también en el Mediterráneo, signo e instrumento de salvación del género humano (cfr Lumen gentium, 2). Y esta es la forma con la que la teología puede amar, se puede convertir en caridad. Se trata de una auténtica analogia crucis: «Desde lo alto de la cruz el teólogo es provocado a mirar la realidad humana con los ojos de aquel que se ha abajado hasta el punto de convertirse en el más pequeño entre los hombres, renunciando a sus prerrogativas divinas y asumiendo la condición de servidor». [1] Me gusta pensar por tanto en un salto de la proximidad, que complete el salto de la fe, para no ser un balconero de la historia, sino un tejedor de redes que sabe anudar a su alrededor la humanidad del Cristo y de su Evangelio. Hermanos, hermanas, las redes se tejen y se arreglan sentados en el suelo, a menudo estando de rodillas. No olvidemos que esta es la mejor posición para amar al Señor: de rodillas. Significa asumir el estilo del lavatorio de pies y el del buen samaritano que se inclina delante de las heridas del desgraciado en manos de los bandidos. Las manos de los teólogos podemos imaginarlas así: manos que narran el abrazo de Dios, manos que ofrecen ternura – no olvidar esta palabra, ternura, que es el estilo de Dios –, manos que levantan a quien se ha caído y orientan a la esperanza. Y no olvidemos que solamente una vez es lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo: solamente para ayudarla a levantarse. Así, la teología requiere e incluye el testimonio hasta el sacrificio de la vida, el don de sí, a través del martirio. Esta tierra conoce grandes testigos y mártires, desde el padre Pino Puglisi al juez Rosario Livatino, sin olvidarse de los magistrados Paolo Borsellino y Giovanni Falcone, y muchos otros servidores del Estado. Estos son “verdaderas cátedras” de justicia, que invitan a la teología a contribuir, con las palabras del Evangelio, al rescate cultural de un territorio todavía marcado dramáticamente por la plaga de la mafia. No olvidemos esto. Hacer teología en el Mediterráneo, por tanto, quiere decir recordar que el anuncio del Evangelio pasa a través del compromiso para la promoción de la justicia, la superación de las desigualdades y la defensa de las víctimas inocentes, para que brille siempre el Evangelio de la vida y el mal sea rechazado en todas sus formas. Hace falta una teología com-prometida, que se sumerge en la historia y en ella hace resplandecer la caridad de Cristo. En este sentido, quisiera que la Facultad iniciase procesos de investigación teológica y social sobre el perdón, en la encrucijada de la legalidad, de la resistencia y de la santidad. Iniciad con creatividad un auténtico taller teológico y social del perdón, ¡para una verdadera revolución de justicia!

Y esta, me gusta decir, es la vocación de vuestra isla. Pero es también lugar donde se encuentran en armonía culturas, historias y rostros diferentes, que comprometen la teología a cultivar el diálogo con las Iglesias hermanas de Oriente que también ellas se asoman al Mediterráneo. La ruta del diálogo ecuménico e interreligioso, aunque sea difícil, es el que hay que proponer y sostener a través de experiencias de encuentro, experiencias también de consuelo y colaboración en la común escucha del Espíritu Santo. Es herencia de muchos mártires del diálogo en el Mediterráneo. Por eso a vosotros se os ha encomendado la misión de constituiros como taller de una teología del diálogo ecuménico y de una teología de las religiones que conduce a una teología del diálogo interreligioso. Siempre la palabra diálogo, diálogo, apertura. En este contexto aparece fecunda, finalmente, la confrontación entre la teología y la literatura, nota que ha caracterizado en estos años también la investigación de vuestra Facultad Teológica, sobre todo por la elección de reconocer esa intuición de la fe que pertenece a la experiencia del pueblo. La literatura lo narra a menudo y permite una lectura de la realidad siciliana y mediterránea, ayudando a todos vosotros a redescubrir vuestra identidad en el signo del diálogo y haciéndoos capaces de

quitaros las sandalias «ante la tierra sagrada del otro (cfr Ex 3,5)» (Evangelii gaudium, 169). Por otro lado, ¿cómo podría entenderse el pensamiento poliédrico siciliano sin la literatura, sin Pirandello, Verga, Sciascia, y sin las temáticas existenciales sobre las que han escritos páginas memorables? Queridos hermanos y hermanas, el Mediterráneo necesita de una teología viva, que cultive hasta el fondo su dimensión contextual, convirtiéndose en un llamamiento para todos. Cultivad esta teología com-prometida con la historia, así como Dios en la carne del Hijo se comprometió con nuestras lágrimas y nuestras esperanzas. Promoved una teología que, desde lo alto de la cruz y de rodillas delante del prójimo, use palabras humildes, sobrias y radicales, para ayudar a todos a asomarse a la compasión; y palabras que nos enseñen a hacer redes de salvación y de amor, para generar una historia nueva, enraizada en la historia del pueblo.

Os abrazo y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.

[1] M. Naro, Protagonista è l’abbraccio. La piccola teologia di Francesco.