
Un llamamiento para que la valentía y la responsabilidad empresarial se traduzcan en cuidado por la familia, para la casa común y para las futuras generaciones fue lanzado por el Papa Francisco la mañana del sábado 5 de octubre, durante la audiencia a una delegación de la Asociación italiana de las empresas familiares (Aidaf), que tuvo lugar en la biblioteca privada del Palacio apostólico vaticano. Publicamos a continuación el saludo pronunciado por el Pontífice.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Os doy la bienvenida a vosotros que representáis la Asociación Italiana de las Empresas familiares. La Iglesia es familia de Dios y mira con simpatía todo lo que es familiar.
¿Primero las personas [aisladas] y después la familia? No, primero la familia y, dentro de la familia, las personas.
Las personas aisladas están “en órbita” respecto a la humanidad y también a la comunidad cristiana. Comunidad, primero.
La Iglesia es familia de Dios. En vuestro caso, os caracteriza el delicado equilibrio entre familia y trabajo, que se expresa en la valentía y en la responsabilidad empresarial.
Es bueno, es constructivo cuando valentía y responsabilidad van juntos.
La acción que nace del corazón es audaz, no se pliega sobre sí mismo, pero sabe mirar lejos; y la responsabilidad, después, es el secreto de la economía, una palabra que significa “la gestión de la casa” – “oikos nomos” – y por tanto es expresión de cuidado. Cuidado para vuestra empresa, cuidado para la familia, cuidado para nuestra casa común, cuidado para las futuras generaciones.
Como la misión de la Iglesia, así vuestra actividad está generalmente enraizada en un territorio, que estáis llamados a enriquecer, tanto con el testimonio de los vínculos familiares, como con la seriedad de vuestro compromiso profesional.
El don de la fe oriente cada vez más vuestra presencia en las realidades locales y refuerce vuestra participación en el destino de la humanidad.
No olvidemos que todo está conectado, nada está aislado. Incluso si la fraternidad entre las personas y los pueblos está muy herida y la casa común lleva los signos de la injusta avaricia humana, todo está conectado.
También las cosas malas tienen conexiones con todos nosotros. ¡Podéis habitar la dimensión local con un corazón universal!
Y cuando trabajáis en y para diferentes partes del mundo, difundir el valor de ser “familia”. Primero la familia, no las personas [aisladas], la familia.
Os animo a ir adelante, a sentiros parte, en la Iglesia, de una familia más grande y de una empresa más grande, que es el servicio al Reino de Dios, a su justicia.
Por esto os invito a ensanchar el corazón y ensanchar la mirada, a cultivar en casa y en la empresa la escucha entre diferentes generaciones – esto es importante: la escucha entre diferentes generaciones; los abuelos con los nietos, esto es muy importante.
O invito a creer en la vocación de vuestros hijos – sea la que sea – y a abrir puertas y ventanas a quien puede hacer una parte del camino con vosotros.
Recordemos la parábola de los talentos: ¡no hay que “enterrar” nada de los que se nos ha confiado!
¡Ningún miedo, adelante con confianza!