Encuentro del Pontífice con los jesuitas en Bélgica

«Que nada los asuste»

 «Que nada los asuste»  SPA-041
11 octubre 2024

Secularización, inculturación, lugar de la mujer en la Iglesia, sinodalidad, discernimiento y migración: estos son los principales temas abordados por el Papa Francisco en la conversación que mantuvo el pasado 28 de septiembre con 150 jesuitas residentes en Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, reunidos en Bruselas, en el Collège Saint-Michel, con motivo del viaje al corazón de Europa que hizo escala en Luxemburgo y Bélgica. Publicamos a continuación el relato y la transcripción del diálogo - en el que el Pontífice respondió con la habitual espontaneidad e inmediatez a las preguntas que le formularon - editado y realizado en exclusiva para «La Civiltà Cattolica» por el subsecretario del Dicasterio para la cultura y la educación. presente en la reunión. Disponible en línea en www.laciviltacattolica.it, el artículo se publicará en el cuaderno 4184 de la revista jesuita italiana.

La tarde del sábado 28 de septiembre, el papa Francisco salió del campus de la «Université Catholique de Louvain» y llegó, alrededor de las 18:15, al «Collège Saint-Michel», una institución educativa católica administrada por la Compañía de Jesús, ubicada en Etterbeek, Bruselas. Allí se reunió con unos 150 jesuitas, residentes en Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos. Con ellos estaban el provincial de la Provincia de Europa Occidental francófona, p. Thierry Dobbelstein, y el superior de la Región independiente de los Países Bajos, p. Marc Desmet. También estuvo presente el cardenal jesuita Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el desarrollo humano integral. El Papa comenzó diciendo:

¡Buenas tardes a todos! He estado aquí en este lugar otras dos veces en el pasado y me alegra volver. Debo decirles la verdad: una vez aquí cometí un robo. Iba a celebrar la Misa, y vi un paquete de papeles que me llamó la atención. Eran apuntes de clases sobre el libro de Job. Ese año en Argentina yo debía dar clases precisamente sobre Job. Hojeé las páginas y me impresionaron. Al final, me llevé esos apuntes.

Papa Francisco, estamos muy contentos de que esté aquí en Bélgica. Es usted muy, muy bienvenido. Le haremos algunas preguntas que esperamos sean interesantes e inteligentes. Con nosotros están el provincial de la Provincia de Europa Occidental francófona y el superior de la región independiente de los Países Bajos. Esta tierra es un verdadero cruce de caminos, y también los jesuitas que están aquí son muy diversos entre sí: algunos vienen de la Conferencia de provinciales europeos de los jesuitas, luego están los francófonos y los flamencos. ¡Usted sabe que cuando visita una comunidad de jesuitas, nunca se encuentra con fotocopias! Aquí, desde luego, no lo somos. Y hablamos varios idiomas. El 13 de marzo de 2013 comenzó una hermosa aventura de esperanza y renovación en la Iglesia.

Santo Padre, ¿cuál es la misión específica de los jesuitas en Bélgica?

Mira, no conozco bien su situación, y por lo tanto no sé cuál debería ser su misión en este contexto específico. Pero te puedo decir una cosa: el jesuita no debe asustarse de nada. Es un hombre en tensión entre dos formas de valentía: el coraje de buscar a Dios en la oración y el coraje de ir a las fronteras. Esta es realmente la «contemplación» en la acción. Creo que esta es precisamente la misión principal de los jesuitas: sumergirse en los problemas del mundo y luchar con Dios en la oración. Hay un hermoso discurso de san Pablo VI a los jesuitas al inicio de la Congregación General XXXII: en los cruces de las situaciones complejas siempre hay un jesuita, decía. Ese discurso es una obra maestra y expresa claramente lo que la Iglesia espera de la Compañía. Les pido que lean ese texto. Ahí encontrarán su misión.

Vivo en Ámsterdam, una de las ciudades más secularizadas del mundo. El padre General Adolfo Nicolás dijo una vez que soñaba con dar los Ejercicios espirituales a los ateos. En nuestro país, el ateísmo es la norma más que la excepción. Pero queremos ofrecer la riqueza de nuestra vida espiritual a todo nuestro prójimo, realmente a todos, como usted dice: «Todos, todos, todos». ¿Cómo podemos alcanzar este nivel profundo de inculturación?

El límite de la inculturación lo encontramos estudiando los comienzos de la Compañía. Sus maestros deben ser el p. Matteo Ricci, el p. Roberto De Nobili y los otros grandes misioneros que también asustaron a algunos en la Iglesia por su acción valiente. Estos maestros nuestros trazaron el límite de la inculturación. La inculturación de la fe y la evangelización de la cultura siempre van juntas. Entonces, ¿cuál es el límite? ¡No hay un límite fijo! Debe buscarse en el discernimiento. Y se discierne rezando. Me impresiona, y lo repito siempre: en su último discurso, el p. Arrupe decía que trabajáramos en las fronteras y, al mismo tiempo, que nunca olvidáramos la oración. Y la oración del jesuita se desarrolla en situaciones límite, difíciles. Esa es la belleza de nuestra espiritualidad: arriesgarse.

En Europa Occidental conocemos bien la secularización. Nuestras sociedades parecen estar alejadas de Dios. ¿Qué hacer?

La secularización es un fenómeno complejo. Percibo que a veces debemos enfrentarnos a formas de paganismo. No es necesario una estatua de un dios pagano para hablar de paganismo: el ambiente mismo, el aire que respiramos es un dios pagano gaseoso. ¡Y nosotros debemos predicar a esta cultura con el testimonio, el servicio y la fe! Y desde dentro debemos hacerlo con la oración. No es necesario pensar en cosas muy sofisticadas. Piensen en san Pablo en Atenas: le fue mal, porque siguió un camino que no era el suyo en ese momento. Yo lo veo así. Debemos estar abiertos, dialogar, y en el diálogo ayudar con sencillez. Y lo que hace que el diálogo sea fructífero es el servicio. Desafortunadamente, encuentro a menudo un fuerte clericalismo en la Iglesia, que impide este diálogo fructífero. Y, sobre todo, donde hay clericalismo no hay servicio. Y, por favor, ¡nunca confundan evangelización con proselitismo!

Es parte de la espiritualidad y la teología de los jesuitas dar espacio al corazón: ¡El Verbo se hizo carne! Pero a menudo, desafortunadamente, no damos el espacio adecuado al corazón. Esta carencia, en mi opinión, es una de las cosas que luego produce formas de abuso. Y después, me gustaría hacerle una pregunta sobre la dificultad de dar a la mujer en la Iglesia un lugar más justo y adecuado.

Repito a menudo que la Iglesia es mujer. Veo a la mujer en el camino de los carismas, y no quiero limitar la discusión sobre el papel de la mujer en la Iglesia al tema del ministerio. Luego, en general, el machismo y el feminismo son lógicas de «mercado». En este tiempo, estoy intentando cada vez más incorporar a las mujeres en el Vaticano en roles de mayor responsabilidad. Y las cosas están cambiando: se ve y se siente. La vicegobernadora del Estado es una mujer. Además, el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral también tiene como vice a una mujer. En el equipo para la selección de obispos hay tres mujeres, y desde que ellas seleccionan a los candidatos, las cosas van mucho mejor: son agudas en sus juicios. En el Dicasterio para los Religiosos, la vice es una mujer. La vice del Dicasterio de Economía es una mujer. En resumen, las mujeres están entrando en el Vaticano en roles de alta responsabilidad: continuaremos por este camino. Las cosas están funcionando mejor que antes.

Una vez me encontré con la presidenta Ursula von der Leyen. Hablábamos de un problema específico, y le pregunté: «¿Pero cómo gestiona usted este tipo de problemas?». Ella me respondió: «Así como lo hacemos todas nosotras, las madres». Su respuesta me hizo reflexionar mucho…

En nuestra sociedad tan secularizada es difícil encontrar ministros. ¿Cómo ve el futuro de las comunidades parroquiales sin sacerdotes?

La comunidad es más importante que el sacerdote. El sacerdote es un servidor de la comunidad. En algunas situaciones que conozco en varias partes del mundo, se busca dentro de la comunidad a alguien que pueda desempeñar un rol de guía. Pero, por ejemplo, también hay religiosas que asumen este compromiso. Estoy pensando en una Congregación peruana de monjas que tiene una misión específica: ir a aquellas situaciones donde no hay sacerdote. Ellas hacen de todo: predican, bautizan… Si al final envían a un sacerdote, entonces se van a otro lugar.

Es el 600° aniversario de la Universidad de Lovaina. Hay algunos jesuitas que trabajan allí y también estudiantes jesuitas de todo el mundo que estudian allí. ¿Cuál es su mensaje para los jóvenes jesuitas destinados al apostolado intelectual al servicio de la Iglesia y del mundo?

El apostolado intelectual es importante y es parte de nuestra vocación como jesuitas, que deben estar presentes en el mundo académico, en la investigación y también en la comunicación. Quiero que quede claro: cuando las Congregaciones Generales de la Compañía de Jesús dicen que debemos insertarnos en el pueblo y en la historia, no significa «hacer carnaval», sino insertarse en los contextos más institucionales, incluso, diría, con cierta «rigidez», en el buen sentido de la palabra. No siempre hay que buscar la informalidad. Gracias por esta pregunta, porque sé que a veces existe la tentación de no seguir este camino. Un campo muy importante de reflexión es el de la teología moral. En este campo, hoy en día, hay muchos jesuitas que estudian, abriendo caminos en la interpretación y planteando nuevos desafíos. No es fácil, lo sé. Pero animo a los jesuitas a seguir adelante. Estoy siguiendo a un grupo de jesuitas moralistas, y veo que están haciendo un buen trabajo. Y también, recomiendo mucho las publicaciones. Las revistas son muy importantes: como Stimmen der Zeit, La Civiltà Cattolica, Nouvelle Revue Théologique…

Me pregunto en qué punto está el proceso de canonización de Henri De Lubac y Pedro Arrupe.

La causa de Arrupe está abierta. El problema es la revisión de sus escritos: escribió mucho, y el análisis de sus textos lleva tiempo. ¡De Lubac es un gran jesuita! Lo leo a menudo. Sin embargo, no sé si se ha introducido su causa. Aprovecho para decirles que se introducirá la causa del rey Balduino, y lo hice yo directamente, porque me parece que aquí no se están moviendo en esa dirección.

Le hago mi pregunta en el idioma de Mafalda. Usted tiene un programa muy intenso: apenas termine su visita a Bélgica, comenzará el Sínodo. Presidirá una celebración de reconciliación al inicio. Así animará a la Iglesia y a su misión de reconciliación en nuestro mundo tormentoso, tal como lo pide san Pablo a los Corintios. Pero la misma comunidad eclesial pide ser reconciliada en sí misma para poder ser embajadora de reconciliación en el mundo. Nosotros mismos necesitamos relaciones sinodales, un discernimiento reconciliador. ¿Qué pasos debemos dar?

Es muy importante la sinodalidad. Es necesario que la construcción no sea de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. La sinodalidad no es fácil, no, y a veces porque hay figuras de autoridad que no permiten que surja el diálogo. Un párroco puede tomar decisiones solo, pero también puede tomarlas con su consejo. Y lo mismo un obispo, e incluso el papa. Es realmente importante entender qué es la sinodalidad. Después del Concilio, Pablo VI creó la Secretaría del Sínodo para los obispos. Los orientales no han perdido la sinodalidad, nosotros la hemos perdido. Así que, por impulso de Pablo VI, avanzamos hasta el 50° aniversario que celebramos. Y ahora hemos llegado al Sínodo sobre la sinodalidad, donde las cosas se aclararán justamente con el método sinodal. ¡La sinodalidad en la Iglesia es una gracia! La autoridad se ejerce en la sinodalidad. La reconciliación pasa por la sinodalidad y su método. Y, por otro lado, no podemos ser realmente una Iglesia sinodal sin reconciliación.

Trabajo en el «Jesuit Refugee Service». Estamos siguiendo dos tensiones fuertes. La primera es la guerra en Ucrania. Nuestros jóvenes me han dado para usted una carta y un cuadro de san Jorge. La otra tensión está en el Mediterráneo, donde vemos que gran parte de la política habla de fronteras, de seguridad. ¿Qué consejo quiere dar al «Jesuit Refugee Service» y a la Compañía?

El problema de la migración debe ser abordado y estudiado adecuadamente, y esa es su tarea. El migrante debe ser recibido, acompañado, promovido e integrado. No debe faltar ninguna de estas cuatro acciones, de lo contrario, es un problema serio. Un migrante que no es integrado acaba mal, pero también termina mal la sociedad en la que se encuentra. Piensen, por ejemplo, en lo que sucedió en Zaventem, aquí en Bélgica: esa tragedia es también fruto de una falta de integración. Y esto lo dice la Biblia: hay que cuidar de la viuda, del pobre y del extranjero. La Iglesia debe tomarse en serio el trabajo con los migrantes. Conozco el trabajo de «Open Arms», por ejemplo. En 2013 fui a Lampedusa para arrojar luz sobre el drama migratorio. Pero añado algo que me preocupa y que estoy repitiendo a menudo: Europa ya no tiene hijos, está envejeciendo. Necesita de los migrantes para renovar la vida. Se ha convertido ya en una cuestión de supervivencia.

Santo Padre, ¿cuáles son sus primeras impresiones de su viaje a Bélgica y Luxemburgo?

Estuve solo un día en Luxemburgo, y obviamente no se puede comprender un país en un solo día. ¡Pero fue una hermosa experiencia para mí! En Bélgica ya había estado otras veces, como les dije. Pero, al final de este encuentro, les pido, por favor, que no pierdan la fuerza evangelizadora en este país. Detrás de la larga historia cristiana, hoy puede esconderse una cierta atmósfera «pagana», por decirlo de alguna manera. No quiero ser malinterpretado, pero el riesgo hoy es que la cultura aquí sea un poco pagana. Su fuerza está en las pequeñas comunidades católicas, que no están en absoluto débiles: yo las veo misioneras, y necesitan ser apoyadas.

El Papa dejó la sala del encuentro después de una hora de conversación. Antes de salir, recitó un «Ave María» con todos y luego dio su bendición. Al final, se tomó una foto grupal. Posteriormente, en el mismo piso de la sala del encuentro, visitó la prestigiosa biblioteca de la Sociedad de los Bollandistas, cuya misión es investigar, publicar en su estado original y comentar todos los documentos relacionados con la vida y el culto de los santos.

Ideada en 1607 por el jesuita Héribert Rosweyde (1569-1629) y fundada en Amberes por el padre Jean Bolland (1596-1665), todavía hoy es llevada adelante por algunos jesuitas belgas.