Espero que desaparezca
No sé si el sacerdote (diocesano) que quisiera existe todavía porque la realidad eclesial está cambiando mucho, aunque no todos tienen claro en qué dirección. Creo que desaparecerá el sacerdote que hace todo y que representa el todo en las actividades y ministerios eclesiales. Creo (y espero) que la modalidad de sacerdote célibe que vive solo desaparecerá (el contexto social actual puede llegar a enfermarlo, por no hablar de los casos de abuso o exceso). Y creo (y espero) que desaparezca el sacerdote-decisor absoluto, que es más bien un vicio dado por la formación recibida, pero, muchas veces, también una necesidad: ¿quién más puede asumir la responsabilidad de las decisiones sin tener “el título” para ello?
He conocido a muchos sacerdotes sabios, de una hermosa humanidad, pero no creo que ninguno de ellos represente el futuro. Hubo un tiempo en que no pensaba que las órdenes sagradas deberían estar abiertas a las mujeres, pero hoy creo que pueda ser necesario. Cada vez me resulta más claro que el altar (pero no solo) únicamente “ocupado” por hombres contradice -lex orandi, lex credendi- lo que es cada vez más evidente a nuestros ojos: que juntos, hombres y mujeres, estamos llamados a responder a la cuestión decisiva de si habrá todavía fe cuando el hijo de Dios regrese a la tierra.
de Maria Elisabetta Gandolfi
Redactora Jefe de «Il Regno»