Después de la reforma de la Curia Romana «es preciso ahora un ulterior esfuerzo por parte de todos para que un “déficit cero” no sea solo un objetivo teórico, sino una meta efectivamente realizable»: lo escribe el Papa Francisco en una carta — difundida el viernes 20 de septiembre - dirigida al Colegio cardenalicio.
Queridos hermanos:
hace diez años empezamos la reforma de la Curia Romana y, a través de la Constitución Apostólica Predicate Evangelium, se estableció la nueva organización de la Santa Sede, especificando los principios guía y las finalidades. Ecclesia semper reformanda: este ha sido el espíritu que ha animado la reforma, con el fin de garantizar que la Curia Romana asista al Sucesor de Pedro en el ejercicio de su supremo oficio pastoral para el bien y el servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares. Si esta actualización representa un testimonio de vitalidad y de gracia, conocemos la dedicación y los esfuerzos de mujeres y hombres comprometidos a adaptarse a este lema de renovación. A vosotros, hermanos cardenales, en la función de asistir al Romano Pontífice en el gobierno de la Iglesia universal, tenéis la tarea de acompañar a los que han estado involucrados en este proceso de transformación. No obstante las dificultades y, a veces, esa tentación de inmovilismo y rigidez frente al cambio, han sido muchos los resultados conseguidos en estos años. Os doy las gracias por la ayuda que habéis prestado y seguís prestando. Con estas premisas, quiero ahora especialmente abordar una vez más uno de los temas que más caracterizó a las Congregaciones generales antes del Cónclave: la reforma económica de la Santa Sede. Los últimos años han demostrado que las peticiones de reforma planteadas en el pasado por muchos exponentes del Colegio cardenalicio eran clarividentes y permitieron adquirir una mayor conciencia de que los recursos económicos al servicio de la misión son limitados y deben gestionarse con rigor y seriedad para que los esfuerzos de quienes han contribuido al patrimonio de la Santa Sede no son en vano. Por estas razones, es preciso ahora un ulterior esfuerzo por parte de todos para que un “déficit cero” no sea solo un objetivo teórico, sino una meta efectivamente realizable. La reforma ha puesto las bases para la actuación de políticas éticas que consientan mejorar el rendimiento económico del patrimonio existente. A esto se acompaña la exigencia de cada Institución trabaje en la búsqueda de recursos externos para la propia misión, poniéndose como ejemplo de gestión transparente y responsable al servicio de la Iglesia. En términos de reducción de costes, debemos dar un ejemplo concreto para que nuestro servicio se realice con espíritu de esencialidad, evitando lo superfluo y seleccionando bien nuestras prioridades, favoreciendo la colaboración recíproca y las sinergias. Debemos ser conscientes de que hoy estamos frente a decisiones estratégicas para asumir con gran responsabilidad, porque estamos llamados a garantizar el futuro de la misión. Las Instituciones de la Santa Sede tienen mucho que aprender de la solidaridad de las buenas familias. Así como en estas familias aquellos que gozan de una buena situación económica ayudan a los miembros más necesitados, las entidades que registren superávit deberían contribuir a cubrir el déficit general. Esto significa cuidar del bien de nuestra comunidad, actuando con generosidad, en el sentido evangélico del término, como presupuesto indispensable para pedir generosidad también fuera.
En conclusión, os pido acoger este mensaje con valentía, espíritu de servicio y apoyar con convicción, lealtad y generosidad las reformas que se están realizando, contribuyendo de forma propositiva con vuestros conocimientos y experiencias al proceso de reforma. Cada una de las Instituciones de la Santa Sede forma con todas las demás un único cuerpo: por tanto, la colaboración auténtica y la cooperación hacia la única meta, el bien de la Iglesia, representa un requisito esencial de nuestro servicio. Con este espíritu y esta conciencia os pido que acompañéis con fidelidad y confianza nuestro trabajo.
Vaticano, 16 de septiembre 2024
FRANCISCO