El cine y lo sagrado:
Cine y fe. Una unión que existe desde el nacimiento del séptimo arte inventado en Francia por los hermanos Lumière a finales del siglo XIX y destinada a implantarse de forma más incisiva en la vida social y en el imaginario colectivo. Si la primera “película” de tema religioso de la historia es un brevísimo documental que se realizó en el interior del Palacio Apostólico en 1896, con el Papa León XIII como protagonista filmado en el acto de bendecir a la multitud, durante el siglo XX y en el nuevo milenio la espiritualidad ha sido protagonista constante en la pantalla. Lo confirman los trabajos de Carl Theodor Dreyer, Georges Méliès, Robert Bresson, Ingmar Bergman, Andréj Tarkovsky, Luis Buñuel, Pier Paolo Pasolini, Krzysztof Kieslowski, Ermanno Olmi, Krzysztof Zanussi… Maestros de un cine explícitamente orientado hacia lo sagrado.
Pero las huellas de la religiosidad (más o menos conscientes, presentes en la visión secular del director) también resuenan en la obra de Roberto Rossellini, Woody Allen, Martin Scorsese, Liliana Cavani, Franco Zeffirelli, Luigi Comencini, Alessandro D'Alatri, Jean Delannoy, Norman Jewison, David Greene, Robert Hossein, Pupi Avati, Alice Rohrwacher… Esta es la cineasta italiana más aclamada en este momento.
Todavía hoy las biografías de los santos, las reconstrucciones de la Pasión, las denuncias, los escándalos, las epopeyas bíblicas, los milagros y los mártires, (incluso contados de forma taquillera, provocativa o musical) siguen ocupando el centro del cine, con resultados más o menos apreciables.
En este escenario, las figuras femeninas siempre han tenido un papel protagonista. Santas, monjas o la propia Virgen María han sido protagonistas de innumerables películas que, realizadas en distintas épocas, han dejado huella, han causado escándalo o simplemente han resultado controvertidas. Y, a decir verdad, tanto cuando la intención del autor era exquisitamente hagiográfica como cuando prevalecía el espíritu de denuncia, las figuras religiosas del cine no se distanciaron demasiado de la representación tradicional, a veces estereotipada, y de la iconografía religiosa. Pero la evolución de la sociedad, la conciencia cada vez mayor de las mujeres y la urgencia de devolver la centralidad a la presencia femenina también en el ámbito espiritual y eclesial, han dado lugar a una nueva forma de describir a las santas, a las consagradas y a la propia Virgen en la pantalla. Sus historias se han plasmado en un contexto actualizado, no como subordinadas, sino protagonistas conscientes de su propio destino.
Una película que se inscribe en esta tendencia es “Maternal”, dirigida en 2019 por Maura Delpero, donde la figura central es una joven monja de Buenos Aires que, dedicada a ayudar a madres solteras problemáticas, se enfrenta a su propio instinto reprimido de maternidad, sentido de manera muy profunda, pero considerada en conflicto con la vocación. La directora aborda el tormento interior de la protagonista con respeto y delicadeza, sin perseguir el sensacionalismo ni el escándalo. Y es un buen paso adelante respecto a un cine que en el pasado miraba el mundo religioso femenino con una curiosidad a veces morbosa, a menudo repleta de clichés, en busca del aspecto pintoresco o del sensacionalismo: teníamos monjas de investigación, bailarinas y cantantes (Sonrisas y lágrimas, Sister Act, Dominique), escandalosamente histéricas (The Devils), cómicamente perversas (The Blues Brothers), incluso de terror (The Nun) o perversas (Benedetta de Paul Verhoeven, director de Basic Instinct ). Incluso con religiosas al servicio de lo irredimible (Dead Man Walking), o de lo inhumano (Magdalena), desgarradas por dilemas morales (La duda), presas de visiones y perturbaciones investigadas por un psiquiatra (Agnes of God).
“Una película como “Maternal” representa una mirada completamente nueva a la vida consagrada cuando la figura de la religiosa comienza a desaparecer del horizonte social o se convierte en protagonista de una publicidad de dudoso gusto, como el anuncio televisivo italiano en el que una monja reemplaza a la hostia consagrada con patatas fritas”, explica monseñor Davide Milani, presidente de la Fondazione Ente dello Spettacolo y director de la Revista del Cinematógrafo. “La directora reconoce un papel social en la protagonista que al colocarse el hábito renuncia a un aspecto importante de la feminidad, a la posibilidad de tener hijos, pero, al mismo tiempo inaugura una forma diferente de ser madre porque acoge la maternidad de las demás. Por tanto, el tema del cuerpo no se niega, sino que se inscribe en una espiritualidad muy encarnada que, en clave profundamente cristiana, se expresa tanto en las oraciones como en las elecciones”, apunta.
En la historia del cine existen innumerables películas dedicadas a santas. La fuerza y la pureza de Juana de Arco han inspirado 17 de ellas, desde “Execution”, filmada allá por 1898, hasta “Joan the Woman”, de Cecil B. DeMille (1916), pasando por primera obra maestra verdadera, “La passion de Jeanne d'Arc”, de Carl Theodor Dreyer (1928), mientras que la gran actriz sueca Ingrid Bergman encarnó dos veces a la Doncella de Orleans: en 1948 en “Joan of Arc”, de Victor Fleming y luego en 1954 en “Giovanna d'Arco al rogo” de Rossellini. Luego llevarían a la pantalla a la santa guerrera desde Otto Preminger, a Bresson, a Jacques Rivette, incluso a Besson, que la dio el rostro de la estrella Milla Jovovich. También Bernadette Soubirous, la pequeña santa de Lourdes, ha tenido varias versiones cinematográficas, pero la más conocida es la de Hollywood interpretada en 1943 por la diva Jennifer Jones (Bernadette, dirigida por Henry King).
Y Teresa de Lisieux ha inspirado a más de un director. La mejor versión de todas fue la del francés Alain Cavalier que en “Thérèse”, una película de 1986, transmitió con sencillez, rigor y profundidad la mística de la santa que descubrió su vocación a los 15 años y murió con solo 24 después de haber consagrado su existencia a Dios.
En tiempos más recientes, la relectura femenina y feminista de temas espirituales produjo hace dos años “Chiara”, dedicada a la santa de Asís y dirigida por Susanna Nicchiarelli que contó con el asesoramiento de la historiadora medieval Chiara Frugoni. “Considero que esta película está muy conseguida. La directora no partió de la fe, sino de su visión secular del mundo para acercarse a la santa que concluye su interesante trilogía dedicada a personajes femeninos significativos en la era moderna”, comenta Milani.
Nicchiarelli describió a santa Clara en un momento histórico particular, la Edad Media, en el que las mujeres no eran protagonistas ni en la sociedad ni en la Iglesia. Pero la santa consiguió subvertir las reglas de la época llevando a cabo una auténtica revolución que cambió la Iglesia y dejó una profunda huella en la historia. La directora destaca también el tema de la sororidad, muy importante en la parábola espiritual y humana de Clara. Respeta el misterio, aborda también muy bien el tema del milagro y, haciendo una excelente elección, hace que los actores actúen en lengua vernácula.
El cine se inspiró entonces en varias ocasiones en la figura de María. En “Il Vangelo secondo Matteo” (1964), Pier Paolo Pasolini confía el papel de madre de Cristo a su madre Susanna Colussi, una mujer sencilla marcada por el dolor de la pérdida de un hijo, hermano del escritor asesinado durante la Resistencia. La Virgen (interpretada por la actriz israelí Maia Morgenstern), protagonista de “La Pasión de Cristo”, la película de Mel Gibson que causó mucha discusión en 2004, también está imbuida de sufrimiento. La provocación también llegó de la mano de Jean-Luc Godard, que en 1984 dirigió “Je vous salue, Marie”, una revisión de la Inmaculada Concepción (la película fue confiscada por desacato a la religión).
Y recientemente ha llegado a los cines “Vangelo secondo Maria”, dirigida por Paolo Zucca, dedicada a una Virgen demasiado humana, sedienta de conocimiento y que huye de las imposiciones del patriarcado. Una reconversión de las Sagradas Escrituras en clave feminista, ligada al pensamiento dominante hoy. La película se inspira, de hecho, en la novela homónima de la escritora italiana Barbara Alberti que provocó un escándalo en 1979. Eran los años del feminismo militante y Alberti imaginó una protagonista tan acorde con los tiempos que se rebeló contra el plan de Dios, considerándolo un destino no buscado. Pero la película, rodada toda en la Cerdeña más arcaica y salvaje, tiene un epílogo diferente y María (interpretada por Benedetta Porcaroli) acaba aceptándolo con la ayuda de San José (Alessandro Gassmann) a quien eligió como maestro de vida y conocimiento. Según el padre Milani, “el deseo de contar la humanidad de la Virgen es interesante, pero si aplicamos a la Virgen sugerencias e ideologías ajenas, el resultado nos alejará del punto de partida. Y ya no podremos hablar del Evangelio según María, como los evangelios apócrifos porque, aunque la película pretende contar historias que desconocemos, en realidad, gira en torno a una mujer que no es la Virgen y solo tiene alguna conexión con la Madre de Dios”. Según el sacerdote, “es una tendencia actual y, en definitiva, legítima querer humanizar figuras vinculadas a lo divino, pero hay que tener cuidado de no deformarlas”.
“El don más precioso que José ofrece a María - es la opinión de Linda Pocher, teóloga salesiana que escribió sobre ello en el Osservatore Romano - es la capacidad de promover su autonomía, respetarla y tratarla como a una igual, ofreciendo así un espacio a sus reivindicaciones protofeministas. En esta pareja, por alejada que sea del imaginario religioso que nos es común, la película propone la recomposición de la alianza entre el hombre y la mujer que siempre ha pertenecido al proyecto creativo de Dios. Y aunque fuera lo único
Finalmente, pensando en la mirada laica sobre personajes y temas espirituales, vienen a la mente dos directoras que se acercaron a lo sagrado como no creyentes. Primero, Liliana Cavani, hoy de 91 años, que dedicó dos películas y una miniserie de televisión a la figura de San Francisco; y el documental “Clarisse” dedicado a las monjas de clausura.
Ahora Alice Rohrwacher, de cuarenta y dos años, recoge de alguna manera ese testigo. Se ha abierto camino en la escena internacional con “Corpo celeste”, centrada en la catequesis; y con “La Chimera”, suspendida entre la vida y el más allá y dedicada a lo sagrado de la memoria. La autora nunca ha dejado de explorar la dimensión trascendente de la existencia. Prueba de ello es “Le Pupille”, documental que llegó hasta los Óscars y que está ambientado en un convento.
de Gloria Satta