Koch: "El primado del Papa es de servicio y se ejerce de manera sinodal"

14 junio 2024

El Cardenal Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos explica el documento ecuménico titulado “El Obispo de Roma”: el ministerio del Sucesor de Pedro ya no es visto por las demás Iglesias sólo como un problema, sino como una oportunidad para una reflexión común sobre la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo.

«El primado debe ejercerse de forma sinodal, y la sinodalidad requiere el primado». Así resume el cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, uno de los puntos clave del documento ecuménico titulado “El Obispo de Roma”, publicado el jueves 13 de junio. Un texto que resume la evolución del diálogo ecuménico sobre el tema del primado y de la sinodalidad.

Eminencia, ¿podría explicar en primer lugar qué es este documento, cómo surgió y cuál es su finalidad?

Este documento, titulado El Obispo de Roma, es un texto de estudio que ofrece una síntesis de los recientes desarrollos ecuménicos sobre el tema de la primacía y la sinodalidad. Su génesis se remonta a la invitación dirigida a todos los cristianos por San Juan Pablo II en Ut unum sint a encontrar, «evidentemente juntos», las formas en las que el ministerio del Obispo de Roma «pueda realizar un servicio de amor reconocido por unos y otros». Esta invitación ha sido reiterada en varias ocasiones por el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco. El documento resume una treintena de respuestas a esta invitación y una cincuentena de textos de diálogos ecuménicos sobre el tema. En 2020, el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos consideró el 25 aniversario de la encíclica Ut unum sint como una oportunidad para hacer un balance del tema. La convocatoria de un Sínodo sobre la sinodalidad confirmó la relevancia de este proyecto como contribución a la dimensión ecuménica del proceso sinodal.

¿Qué metodología se ha utilizado para elaborar este documento?

El documento es el resultado de un verdadero trabajo ecuménico y sinodal. En su realización participaron no sólo los funcionarios, sino también los miembros y consultores del Dicasterio, que lo discutieron en dos asambleas plenarias. Se consultó a numerosos expertos católicos y estudiosos de diversas tradiciones cristianas, orientales y occidentales, en colaboración con el Instituto de Estudios Ecuménicos del Angelicum. Por último, el texto fue enviado a diversos dicasterios de la Curia romana y a la Secretaría General del Sínodo. En total, se tuvieron en cuenta más de cincuenta opiniones y aportaciones. Nuestro documento también tiene en cuenta las últimas intervenciones en el proceso sinodal.

En la encíclica Ut Unum sint (1995) Juan Pablo II se dijo dispuesto a discutir las formas de ejercicio del primado del Obispo de Roma. ¿Qué camino se ha recorrido en estas tres décadas?

La cuestión del primado se ha debatido intensamente en casi todos los contextos ecuménicos en las últimas décadas. Nuestro documento expone los progresos realizados y destaca el hecho de que los diálogos teológicos y las respuestas a la encíclica dan testimonio de un nuevo y positivo espíritu ecuménico en la discusión. Este nuevo clima es indicativo de las buenas relaciones establecidas entre las comuniones cristianas, de esa “fraternidad redescubierta» de la que habla Ut unum sint. Puede decirse que los diálogos ecuménicos han demostrado ser el contexto apropiado para debatir este tema sensible. En una época en la que los resultados del compromiso ecuménico se consideran a menudo escasos o insignificantes, los resultados de los diálogos teológicos demuestran el valor de su metodología, es decir, de la reflexión hecha «evidentemente juntos”.

Leyendo el documento, sorprende en primer lugar el creciente consenso registrado en los diversos diálogos ecuménicos sobre la necesidad del primado. ¿Esto significa que, para las demás Iglesias cristianas, el papel del obispo de Roma ya no se percibe solamente como un obstáculo para la unidad?

En 1967, Pablo VI afirmaba que “el Papa [...] es sin duda el más grave obstáculo en el camino hacia el ecumenismo”. Sin embargo, cincuenta años después, la lectura de los documentos de diálogo y de las respuestas a la Ut unum sint atestigua que la cuestión del primado para toda la Iglesia, y en particular del ministerio del obispo de Roma, ya no se percibe sólo como un problema, sino más bien como una oportunidad para una reflexión común sobre la naturaleza de la Iglesia y de su misión en el mundo. Además, en nuestro mundo globalizado, es indudable que crece el sentimiento de la necesidad de un ministerio de unidad a nivel universal. La cuestión que se plantea es ponerse de acuerdo sobre la manera de ejercer este ministerio, definido por Juan Pablo II como un “servicio de amor”. En los dos milenios de historia de la Iglesia, ¿cómo ha cambiado el modo de ejercer el primado? ¿Y qué desarrollo podría haber para que este ejercicio sea aceptable también para otras Iglesias que hoy no están en plena comunión con Roma?

Ciertamente, el modo de ejercer el ministerio petrino ha evolucionado a lo largo del tiempo, en función de las circunstancias históricas y de los nuevos desafíos. Sin embargo, para muchos diálogos teológicos, los principios y modelos de comunión honrados en el primer milenio siguen siendo paradigmáticos para una futura restauración de la plena comunión. Algunos criterios del primer milenio han sido identificados como puntos de referencia y fuentes de inspiración para el ejercicio de un ministerio de unidad universalmente reconocido. Aunque el primer milenio es decisivo, muchos diálogos reconocen que no debe ser idealizado ni simplemente recreado, porque los desarrollos del segundo milenio no pueden ser ignorados y también porque un primado a nivel universal debe responder a los desafíos contemporáneos. En cualquier caso, un renovado ejercicio del primado debe ser modelado en definitiva sobre el servicio, sobre la diakonía. Autoridad y servicio están estrechamente relacionados.

¿Es posible hipotizar para el futuro una forma compartida de ejercicio del primado petrino sobre toda la cristiandad, separada de la jurisdicción del Papa sobre la Iglesia latina?

En efecto, algunos diálogos ecuménicos sugieren una distinción más clara entre las diferentes responsabilidades del Obispo de Roma, en particular entre lo que podría llamarse el ministerio patriarcal del Papa dentro de la Iglesia occidental o latina, y su servicio primacial de unidad en la comunión de todas las Iglesias, tanto de Occidente como de Oriente. Además, destacan la necesidad de distinguir el papel patriarcal y primacial del Obispo de Roma de su función como Jefe de Estado. El énfasis en el ejercicio del ministerio del Papa en su Iglesia particular, la diócesis de Roma, que el Papa Francisco ha subrayado particularmente, contribuye a evidenciar su ministerio episcopal que comparte con sus hermanos obispos.

Este documento se publica mientras la Iglesia católica está viviendo un camino sinodal centrado precisamente en el tema de la sinodalidad. ¿Qué relación hay entre sinodalidad y primado?

La mayoría de las respuestas y documentos de diálogo coinciden claramente en la recíproca interdependencia entre primado y sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia: local, regional e incluso a nivel universal. En consecuencia, el primado debe ejercerse de manera sinodal, y la sinodalidad requiere el primado. Sobre todos estos aspectos, nuestro Dicasterio ha organizado también conferencias tituladas Listening to the East e Listening to the West, (Escuchar a Oriente y Escuchar a Occidente), poniéndonos a la escucha las diferentes tradiciones cristianas con respecto a la sinodalidad y al primado, como contribución al proceso sinodal.

Un paso decisivo en relación con el primado fue la dogmatización de la infalibilidad del Obispo de Roma cuando habla ex cathedra y su poder jurisdiccional sobre la Iglesia. ¿Puede decirnos si, y cómo, es posible una nueva lectura y comprensión del Concilio Vaticano I a la luz del Vaticano II y de los pasos dados en el camino ecuménico?

Ciertamente, algunos diálogos se han esforzado por interpretar el Concilio Vaticano I a la luz de su contexto histórico, de su objetivo y de su recepción. Dado que sus definiciones dogmáticas estaban profundamente condicionadas por las circunstancias históricas, sugieren que la Iglesia católica busque nuevas expresiones y vocabulario fieles a la intención original, integrándolos en una eclesiología de comunión y adaptándolos al contexto cultural y ecuménico actual. Se habla, pues, de una “re-recepción”, o incluso de una “reformulación”, de las enseñanzas del Vaticano I.

¿Cuáles son los próximos pasos para continuar la reflexión común de las Iglesias sobre el primado?

Este estudio concluye con una breve propuesta de la Asamblea Plenaria del dicasterio, titulada “Hacia un ejercicio del primado en el siglo XXI”, que identifica las sugerencias más significativas propuestas por las diversas respuestas y diálogos para un renovado ejercicio del ministerio de unidad del Obispo de Roma.

Andrea Tornielli