“Vidas que ayudan a la vida” estaba escrito en la pancarta azul desenrollada a la entrada de Francisco en el Aula Pablo VI la mañana del sábado 16 de marzo, con motivo de la audiencia a la comunidad del Hospital Infantil Bambino Gesù. El eslogan acompaña las diversas iniciativas que están caracterizando este 2024 como el “año del regalo” para celebrar el centenario de la donación por parte de la familia Salviati a la Santa Sede de lo que desde entonces se conoce como el “hospital del Papa”. Dirigidos por el presidente Tiziano Onesti y por la heredera de la familia fundadora Maria Grazia Salviati, estaban presentes más de tres mil médicos, enfermeras, investigadores, personal técnico y administrativo, voluntarios y, sobre todo, pequeños pacientes, unos doscientos, con sus familiares. Entre ellos también huéspedes de países pobres o en guerra, que han encontrado posibilidades de asistencia y cuidado. Algunos niños han ofrecido al Pontífice hojas con pensamientos escritos para él y dibujos de los menores hospitalizados en las seis sedes del “Niño Jesús”. Publicamos, a continuación, el texto del discurso preparado por Francisco para el encuentro, que fue leído por uno de sus colaboradores.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos todos!
Estoy muy contento de conoceros, mientras recordáis el primer centenario de la fundación del Hospital Pediátrico Bambino Gesù. Hace un siglo, la familia Salviati lo donó a la Santa Sede: el primer hospital real dedicado a los niños. La donación fue acogida por Pío XI, que vio en la obra la expresión de la caridad del Papa y de la Iglesia hacia los pequeños enfermos, y desde entonces es conocido como el “Hospital del Papa”.
Detengámonos entonces un momento a reflexionar, con gratitud, sobre la riqueza de esta institución, desarrollada a lo largo de un siglo de historia, subrayando tres aspectos: el don, el cuidado y la comunidad.
Primer aspecto: el don. Hoy en día, el «Niño Jesús» es uno de los centros de investigación y atención pediátrica más grandes de Europa, un punto de referencia para familias de todo el mundo. Pero sigue siendo fundamental, en su historia y en su vocación, el elemento del don, con los valores de gratuidad, generosidad, disponibilidad y humildad. Es bueno recordar, a este respecto, el gesto de los hijos de la duquesa Arabella Salviati que, al principio de su historia, le dieron a su madre su alcancía para crear un hospital para niños: nos dice que esta gran obra también se basa en regalos humildes, como el de estos niños en beneficio de sus compañeros enfermos. Y en la misma perspectiva es bueno, en nuestros días, mencionar la generosidad de los muchos benefactores gracias a los cuales se ha podido crear, en Passoscuro, un Centro de Cuidados Paliativos para pacientes muy jóvenes que padecen enfermedades incurables.
Solo bajo esta luz se puede comprender plenamente el valor de lo que hacéis, desde las cosas más pequeñas hasta las más grandes, y se puede seguir soñando para el futuro. Pensemos, por ejemplo, en la perspectiva de una nueva sede en Roma, cuyas premisas se han puesto recientemente, con un acuerdo entre la Santa Sede y el Estado italiano. Así como el notable compromiso económico ordinario y extraordinario, vinculado a la protección y mantenimiento de estructuras y equipos; a la garantía de calidad profesional de médicos y operadores; a la investigación científica; hasta llegar a la acogida de niños necesitados procedentes de todo el mundo, ofrecida sin distinción de condición social, nacionalidad o religión. En todo esto, el don es un elemento indispensable de vuestro ser y de vuestro actuar.
Segundo aspecto: la cura. La ciencia, y en consecuencia la capacidad de cuidado, se puede decir que es la primera de las tareas que caracteriza hoy en día al Hospital Bambino Gesù. Es la respuesta concreta que dais a las sentidas peticiones de ayuda de familias que piden para sus hijos asistencia y, cuando es posible, curación. Por lo tanto, la excelencia en la investigación biomédica es importante. Os animo a cultivarla con el impulso de ofrecer lo mejor de vosotros mismos y con especial atención a los más frágiles, como los pacientes que padecen enfermedades graves, raras o ultra raras. No solo eso, sino que para que la ciencia y la competencia no sigan siendo privilegio de unos pocos, os exhorto a seguir poniendo los frutos de vuestra investigación a disposición de todos, especialmente allí donde más se necesitan, como lo hacéis, por ejemplo, contribuyendo a la formación de médicos y enfermeras africanos, asiáticos y de Oriente Medio.
Hablando de cuidados, sabemos que la enfermedad de un niño afecta a todos los miembros de su familia. Por eso, es un gran consuelo saber que son muchas las familias atendidas por vuestros servicios, acogidas en estructuras relacionadas con el hospital y acompañadas por vuestra amabilidad y cercanía. Este es un elemento calificativo, que nunca debe pasarse por alto, aunque sé que a veces trabajas en condiciones difíciles. Más bien sacrificamos otra cosa, pero no la bondad y la ternura. No hay cuidado sin relación, proximidad y ternura, a todos los niveles.
Y por último llegamos al tercer punto: la comunidad. Una de las expresiones más bellas que describen la misión del “Niño Jesús” es “Vidas que ayudan a la vida”. Es bella, porque habla de una misión llevada a cabo juntos, con una acción común en la que encuentra su lugar el don de cada uno. Esta es vuestra verdadera fuerza y el requisito previo para afrontar incluso los desafíos más difíciles. De hecho, el vuestro no es un trabajo como tantos otros: es una misión, que cada uno ejerce de manera diferente. Para algunos, implica la dedicación de toda una vida; para otros, la ofrenda de su tiempo en el voluntariado; para otros, el don de su sangre, su leche, para los recién nacidos hospitalizados cuyas madres no pueden proporcionarlo, hasta la donación de órganos, células y tejidos, ofrecidos por personas vivas o extraídos del cuerpo de personas fallecidas. El amor empuja a algunos padres al gesto heroico de consentir la donación de los órganos de sus hijos que no lo lograron. En todo esto, lo que emerge es un “hacer juntos”, donde los diferentes dones contribuyen al bien de los pequeños pacientes.
Queridos hermanos y hermanas, os confieso que cuando vengo al “Niño Jesús” experimento dos sentimientos contradictorios: siento dolor por el sufrimiento de los niños enfermos y de sus padres; pero al mismo tiempo siento una gran esperanza, viendo todo lo que allí se hace para curarlos. ¡Gracias! Gracias por todo esto. Avanzad en esta obra bendita. Os bendigo de corazón y rezo por vosotros. Y vosotros también, por favor, rezad por mí. Gracias.
Al final de la lectura del discurso, el Pontífice añadió improvisadamente el siguiente saludo.
Ahora daré la bendición a todos: a los enfermos, a los médicos, a las enfermeras y a todas las personas que trabajan en este Hospital y para este Hospital. Rezamos a la Virgen para que nos ayude a seguir adelante. Dios te salve María... [Bendición]