Homilía de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y del “Te Deum”

Un año de oración en preparación del Jubileo

 Un año de oración en preparación del Jubileo  SPA-001
05 enero 2024

“El próximo año, que precede al Jubileo, está dedicado a la oración. Todo un año dedicado a la oración”: esta es la propuesta del Papa para preparar el próximo Año Santo de 2025. Francisco lo dijo durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y el Te Deum en acción de gracias por el pasado 2023, presidido en la Basílica Vaticana en la tarde del domingo 31 de diciembre. Publicamos, a continuación, la homilía del Pontífice.

La fe nos permite vivir esta hora de manera diferente a una mentalidad mundana. La fe en Jesucristo, Dios encarnado, nacido de la Virgen María, da una nueva forma de sentir el tiempo y la vida. Lo resumiría en dos palabras: gratitud y esperanza.

Alguien podría decir: “¿Pero no es eso lo que hacen todos en esta última noche del año? Todos agradecen, todos esperan, creyentes o no creyentes”. Tal vez pueda parecer que es así, ¡y tal vez lo fuera! Pero, en realidad, la gratitud mundana, la esperanza mundana son aparentes; carecen de la dimensión esencial que es la de la relación con el Otro y con los demás, con Dios y con los hermanos. Están aplanadas en el yo, en sus intereses, y así les falta el aliento, no van más allá de la satisfacción y el optimismo.

En cambio, en esta liturgia se respira otra atmósfera: la de la alabanza, del asombro, del agradecimiento. Y esto sucede no por la majestuosidad de la Basílica, no por las luces y los cantos -estas cosas son más bien la consecuencia-, sino por el Misterio que la antífona del primer salmo ha expresado así: «¡Maravilloso intercambio! El Creador tomó un alma y un cuerpo, nació de una virgen; […] nos da su divinidad». ¡Este maravilloso intercambio!

La liturgia nos hace entrar en los sentimientos de la Iglesia; y la Iglesia, por así decirlo, los aprende de la Virgen Madre.

Pensemos en cuál habrá sido la gratitud en el corazón de María mientras miraba a Jesús recién nacido. Es una experiencia que solo una madre puede hacer, y que sin embargo en ella, en la Madre de Dios, tiene una profundidad única, incomparable. María sabe, ella sola junto a José, de dónde viene ese Niño. Sin embargo, está allí, respira, llora, necesita comer, ser cubierto, cuidado. El Misterio da espacio a la gratitud, que aflora en la contemplación del don, en la gratuidad, mientras se ahoga en el ansia de tener y de aparecer.

La Iglesia aprende de la Virgen Madre la gratitud. Y aprende también la esperanza. Uno piensa que Dios la ha elegido a ella, María de Nazaret, porque en su corazón ha visto reflejada su esperanza. Aquella que Él mismo había infundido en ella con su Espíritu. María siempre ha estado llena de amor, llena de gracia, y por eso también está llena de confianza y esperanza.

Lo de María y de la Iglesia no es optimismo, es otra cosa: es fe en el Dios fiel a sus promesas (cf. Lc 1,55); y esta fe asume la forma de la esperanza en la dimensión del tiempo, podríamos decir «en camino». El cristiano, como María, es un peregrino de esperanza. Y precisamente este será el tema del Jubileo de 2025: «Peregrinos de esperanza».

Queridos hermanos y hermanas, podemos preguntarnos: ¿se está preparando Roma para convertirse en el Año Santo en "ciudad de la esperanza"? Todos sabemos que desde hace tiempo está en marcha la organización del Jubileo. Pero entendemos bien que, en la perspectiva que aquí asumimos, no se trata principalmente de esto; se trata más bien del testimonio de la comunidad eclesial y civil; testimonio que, más que en los acontecimientos, consiste en el estilo de vida, en la calidad ética y espiritual de la convivencia. Y entonces la pregunta se puede formular así: ¿estamos trabajando, cada uno en su ámbito, para que esta ciudad sea un signo de esperanza para quienes viven en ella y para quienes la visitan?

Un ejemplo. Entrar en la Plaza de San Pedro y ver que, en el abrazo de la Columnata, se mueven libre y serenamente personas de todas las nacionalidades, culturas y religiones, es una experiencia que infunde esperanza; pero es importante que se confirme con una buena acogida en la visita a la Basílica, así como en los servicios de información. Otro ejemplo: el encanto del centro histórico de Roma es perenne y universal; pero es necesario que puedan disfrutarlo también las personas mayores o con alguna discapacidad motora; y es necesario que a la "gran belleza" correspondan el simple decoro y la normal funcionalidad en los lugares y en las situaciones de la vida ordinaria, laboral. Porque una ciudad más habitable para sus ciudadanos también es más acogedora para todos.

Queridos hermanos y hermanas, una peregrinación, especialmente si es exigente, requiere una buena preparación. Por eso el próximo año, que precede al Jubileo, está dedicado a la oración. Todo un año dedicado a la oración. ¿Y qué mejor maestra podríamos tener que nuestra Santa Madre? Pongámonos en su escuela: aprendamos de ella a vivir cada día, cada momento, cada ocupación con la mirada interior dirigida a Jesús. Alegrías y dolores, satisfacciones y problemas. Todo en presencia y con la gracia de Jesús, el Señor. Todo con gratitud y esperanza.