La sed de felicidad

El Papa lo recordó en su viaje a Mongolia: para ser feliz no hace falta ser grande, rico y poderoso. Al pequeño rebaño de la «tierra del eterno cielo azul» le reiteró que la Iglesia no se mueve según la lógica de los grandes números, ni la de los «músculos», sino la de los rostros y los nombres, la de las relaciones. He usado deliberadamente el verbo “recordar” porque esta es la tarea y también el efecto de una acción verdaderamente cristiana: devolver al corazón de los hombres las cosas de la vida tal como son y como “eran”, es decir, como estaban destinadas a ser. Ya en la Biblia y en el Evangelio es así: Dios nos pide «volver a entrar en nosotros mismos» y redescubrir una sabiduría perdida. Es un retorno ...