Audiencia al Catholicos de la Iglesia Ortodoxa sira-malankarés

Sinodalidad y ecumenismo dos vías que proceden juntas

15 septiembre 2023

El Papa Francisco recibió en audiencia en la mañana del lunes 11 de septiembre, a Su Santidad Baselios Marthoma Mathews III, Catholicos de la Iglesia Ortodoxa sira-malankarés. Este es el discurso pronunciado por el Pontífice.

Santidad,

gracias por sus palabras, gracias por esta visita en la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, donde ya ha vivido y estudiado, y donde viene ahora como Catholicos de la venerable Iglesia ortodoxa sira-malankarés. Quisiera decirle, Santidad, que aquí está en casa, como Hermano esperado y amado.

Junto a usted quisiera sobre todo dar gracias al Señor por los lazos tejidos en las últimas décadas. El acercamiento de nuestras Iglesias, después de siglos de separación, inició con el Concilio Vaticano ii , al cual la Iglesia ortodoxa sira-malankarés envió algunos observadores. En ese mismo periodo, san Pablo VI encontró al Catholicos Baselios Augen i en Bombay en 1964. Ahora, su venida aquí llega en el 40º aniversario de la primera visita en Roma de un Catholicos de vuestra querida Iglesia, realizada en 1983 por su santidad Baselios Marthoma Mathews I, al cual tres años más tarde san Juan Pablo ii visitó en la catedral de Mar Elia en Kottayam. Este año se celebra también el décimo aniversario del abrazo fraterno con su inmediato predecesor, Su Santidad Baselios Marthoma Paulose ii , de bendecida memoria, que tuve la alegría de recibir al inicio de mi pontificado en septiembre de 2013.

Hoy, acogiendo a Vuestra Santidad y a los miembros de su distinguida delegación, deseo saludar fraternalmente a los obispos, el clero y los fieles de la Iglesia ortodoxa sira-malankarés, cuyos orígenes se remontan a la predicación del apóstol Tomás. Él, delante del Resucitado, exclamó: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28): esta profesión, que proclama el señorío salvífico y la divinidad de Cristo, funda, en la oración y en el estupor, nuestra fe común. Es esta misma fe que celebraremos, deseo que sea juntos, con ocasión del 1700º aniversario del primer Concilio Ecuménico, el de Nicea; yo quiero que lo celebremos todos juntos. La fe de santo Tomás es sin embargo inseparable de su experiencia de las llagas del Cuerpo de Cristo (cfr Jn 20,27). Ahora, las divisiones que se han verificado a lo largo de la historia entre nosotros cristianos son laceraciones dolorosas infligidas al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Y todavía tocamos con la mano las consecuencias. Pero, si ponemos juntos la mano en estas heridas, si juntos, como el Apóstol, proclamamos que Jesús es nuestro Señor y nuestro Dios, si con corazón humilde nos encomendamos asombrados a su gracia, podemos acelerar el día tan esperado en el que, con su ayuda, celebremos en el mismo altar el misterio pascual: ¡qué llegue pronto!

Mientras tanto, querido Hermano, caminamos juntos en la oración que nos purifica, en la caridad que nos une, en el diálogo que nos acerca. Pienso de forma especial en la institución de la Comisión mixta internacional para el diálogo entre nuestras Iglesias, que ha llevado a un histórico acuerdo cristológico, publicado en Pentecostés de 1990. Se trata de una Declaración conjunta, la cual afirma que el contenido de nuestra fe en el misterio del Verbo encarnado es el mismo, aunque si, en la formulación, han surgido diferencias terminológicas y de énfasis a lo largo de la historia. De forma admirable, el documento declara que «estas diferencias son tales para poder coexistir en la misma comunión y por tanto no deben y no deberían dividirnos, sobre todo cuando anunciamos a Cristo a nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo en términos que pueden ser fácilmente comprendidos». Anunciar a Cristo une, non divide; el anuncio común de nuestro Señor evangeliza el camino ecuménico mismo.

De la Declaración conjunta en adelante, la Comisión se ha reunido en el Kerala casi cada año y ha dado frutos, favoreciendo la colaboración pastoral para el bien espiritual del Pueblo de Dios. En particular, quisiera recordar con gratitud los acuerdos de 2010 sobre el uso común de los lugares de culto y de los cementerios, así como la posibilidad para los fieles de recibir la unción de enfermos, en determinadas circunstancias, en una o la otra Iglesia. Esos son acuerdos hermosos. Bendigo a Dios por el trabajo de esta Comisión, centrado sobre todo en la vida pastoral, porque el ecumenismo pastoral es el camino natural a la plena unidad. Como he tenido forma de decir a la Comisión internacional mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, de la que desde el inicio, 2003, también vuestra Iglesia forma parte, «el ecumenismo tiene siempre un carácter pastoral». De hecho, es yendo hacia adelante fraternalmente en el anuncio del Evangelio y en el cuidado concreto de los fieles que nos reconocemos un único rebaño de Cristo en camino. En tal sentido, espero que puedan extenderse y aumentar los acuerdos pastorales entre nuestras Iglesias, que comparten la misma herencia apostólica, sobre todo en contextos en los que los fieles se encuentran en situación de minoría o de diáspora. Me alegro también de vuestra participación activa en las visitas de estudio para jóvenes sacerdotes y monjes que organiza anualmente el Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos, visitas que contribuyen a una mejor comprensión entre los pastores, y esto es muy importante.

En nuestro camino hacia la plena unidad, otra vía importante es la de la sinodalidad, a la cual usted se ha referido en su discurso. Su predecesor hace diez años en Roma declaró: «La participación de los representantes de la Iglesia ortodoxa malankarés al proceso conciliar de la Iglesia católica, desde el Concilio Vaticano ii , fue de fundamental importancia para el crecimiento de la comprensión recíproca». Me alegra que un delegado fraterno de vuestra Iglesia participe en la próxima sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos. Estoy convencido de que podemos aprender mucho de la experiencia sinodal secular de vuestra Iglesia. En cierto sentido, el movimiento ecuménico está contribuyendo al proceso sinodal en curso de la Iglesia Católica, y espero que el proceso sinodal pueda a su vez contribuir al movimiento ecuménico. Sinodalidad y ecumenismo son de hecho dos vías que proceden juntas, compartiendo la misma meta, la de la comunión, que significa un mejor testimonio de los cristianos «para que el mundo crea» (Jn 17,21). No olvidemos – y lo digo a los católicos – que el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo, no somos nosotros.

Precisamente por esto el Señor ha rezado antes de la Pascua, y es hermoso que el encuentro de hoy proseguirá con la oración. Interceda por nuestro camino de unidad y de testimonio el Apóstol santo Tomas, cuyas reliquias están custodiadas en la archidiócesis de Lanciano-Ortona, aquí representada por el arzobispo Emidio Cipollone, al que doy las gracias. El Señor mostró las llagas al apóstol, y sus ojos incrédulos se volvieron creyentes: la común contemplación del Señor crucificado y resucitado favorezca la completa sanación de nuestras heridas pasadas, porque delante de nuestros ojos, más allá de toda distancia e incomprensión, destaque Él, “nuestro Señor y nuestro Dios” (cfr Jn 20,28), Señor y Dios que nos llama a reconocerlo y a adorarlo entorno a un solo altar eucarístico. Y que esto suceda pronto. Recemos. ¡Gracias!