En el Ángelus el Papa recuerda el “Domingo del mar” y al pueblo ucraniano que sufre por la guerra

Caminos de reconciliación y de paz para Tierra Santa

 Caminos de reconciliación  y de paz para Tierra Santa  SPA-028
14 julio 2023

«Con el fin de terminar con la violencia» en Tierra Santa «abrir caminos de reconciliación y de paz»: el llamamiento del Papa resonó en la plaza de San Pedro al finalizar el Ángelus del 9 de julio. Asomándose a medio día a la ventana del Estudio privado del Palacio apostólico vaticano, antes de guiar la oración mariana con los quince mil fieles presentes y con los que le seguían a través de los medios de comunicación, el Pontífice había comentado - como es habitual - el Evangelio dominical centrado en la alabanza de Jesús al Padre porque no se ha manifestado «a los sabios y a los prudentes» sino «a los pequeños».

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, el Evangelio contiene una oración muy hermosa de Jesús, que se dirige al Padre diciendo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25). ¿A qué cosas se refiere Jesús? ¿Y quiénes son estos pequeños a los que tales cosas han sido reveladas? Detengámonos en esto: en las cosas por las que Jesús alaba al Padre y en los pequeños que saben acogerlas.

Las cosas por las que Jesús alaba al Padre. Poco antes, el Señor ha recordado algunas de sus obras: «Los ciegos ven […] los leprosos son purificados […] y la Buena Noticia es anunciada a los pobres» (Mt 11,5); y ha revelado su significado diciendo que son los signos del obrar de Dios en el mundo. El mensaje, entonces, está claro: Dios se revela liberando y sanando al hombre -no olvidemos esto: Dios se revela liberando y sanando al hombre- y lo hace con un amor gratuito, un amor que salva. Por esto Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor. Pero esta grandeza en el amor no es comprendida por quien presume de ser grande y se fabrica un dios a su propia imagen: un dios potente, inflexible, vengativo. En otras palabras, estos presuntuosos no consiguen acoger a Dios como Padre; quien es orgulloso y está lleno de sí mismo, preocupado solo por sus propios intereses -estos son los presuntuosos-, está convencido de que no necesita a nadie. Jesús nombra, a este respecto, a los habitantes de tres ciudades ricas de aquel tiempo: Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, donde ha realizado numerosas curaciones, pero cuyos habitantes han permanecido indiferentes a su predicación. Para ellos, los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios.

Los pequeños, en cambio, saben acogerlas, y Jesús alaba al Padre por ellos: “Te alabo” -dice- porque has revelado el Reino de los Cielos a los pequeños. Lo alaba por los simples, que tienen el corazón libre de la presunción y del amor propio. Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor! Yo os pregunto a cada uno de vosotros, y también a mí mismo: ¿nosotros sabemos maravillarnos de las cosas de Dios, o las tomamos como cosas pasajeras?

Hermanos y hermanas, nuestra vida, si lo pensamos bien, está llena de milagros: llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar”. Un corazón cerrado, un corazón blindado, no tiene capacidad para sorprenderse. ‘Impresionar’ es un bonito verbo que hace pensar en la película de un fotógrafo. Esta es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la “fotografía” de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros.

Y ahora preguntémonos, todos nosotros: en la marea de noticias que nos sumerge, ¿sé detenerme en las grandes cosas de Dios, las que Dios hace, como nos muestra Jesús hoy? ¿He perdido la capacidad de asombrarme? ¿Me dejo maravillar como un niño por el bien que cambia el mundo silenciosamente, o he perdido la capacidad de asombrarme? ¿Y bendigo al Padre cada día por sus obras? Que María, que exultó en el Señor, nos haga capaces de asombrarnos de su amor y de alabarlo con simplicidad.

Después del Ángelus, Francisco lanzó un llamamiento por la reconciliación entre israelíes y palestinos, recordó el “Domingo del mar”, hablando de los trabajadores del sector, de la contaminación de las aguas, del Apostolado Stella Maris y de los que trabajan en el rescate de los migrantes. Finalmente saludó a los jóvenes peregrinos de Ucrania, pidió oraciones por el país probado por la guerra.

Queridos hermanos y hermanas:

he sabido con dolor que de nuevo se ha derramado sangre en Tierra Santa. Espero que las autoridades israelíes y palestinas puedan retomar un diálogo directo con el fin de terminar con la violencia y abrir caminos de reconciliación y de paz.

Hoy se celebra el Domingo del mar, dedicado a cuantos trabajan en las naves, en los puertos y en el ambiente marítimo. Doy gracias a los marineros que custodian el mar frente a las diversas formas de contaminación -además de realizar su trabajo- y sacan del mar la suciedad que tiramos, el plástico… Una vez, los pescadores de San Benedetto del Tronto me hablaron de las toneladas de plástico que quitan del mar, como hemos visto hace poco en el programa “A su imagen”. Doy las gracias a los capellanes y a los voluntarios del apostolado del mar, y encomiendo a todos a la protección de María Stella maris. Quisiera también recordar con gratitud a cuantos operan con Mediterranea Saving Humans en el salvamento de migrantes en el mar: ¡muchas gracias, hermanos y hermanas!

Y ahora os saludo a vosotros, romanos y peregrinos, que a pesar del calor del mes de julio estáis aquí en la plaza. ¡Un aplauso a todos vosotros! Me alegro de saludar en especial a las scout y a los estudiantes universitarios de Leópolis, en Ucrania: os doy mi bendición y la extiendo a vuestros seres queridos y a vuestro pueblo, que sufre numerosas pruebas. Oremos por este pueblo que sufre tanto. Saludo a los polacos, y recuerdo la gran peregrinación que tiene lugar hoy en el Santuario de Jasna Góra en Częstochowa.

Saludo a los jóvenes del movimiento Regnum Christi, a los scouts de Modica, al coro parroquial de Santo Stefano Quisquina – Agrigento, a los jóvenes de la diócesis de Pistoia y a los fieles de Sacile.

Finalmente, después de los saludos a los peregrinos presentes en la plaza, el Pontífice anunció su decisión de crear veintiún nuevos cardenales. Después dijo estas palabras para despedirse.

Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.