En un momento dado, el cabello se convirtió en algo fundamental para Elena Martelli. Y no por elección. Perdió el pelo y desde entonces, que sabe lo que es, puede afirmar que el cabello “es el alma del cuerpo”.
Lo entendió cuando los vio una noche en la almohada antes de quedarse dormida. Estaba rascándose la cabeza por un picor y sus dedos se toparon con unos mechones sueltos. Porque “su pérdida me arrojó sin quererlo entre los castigados y castigadas, los prisioneros y prisioneras de guerra, los esclavos y las esclavas, los traidores, las meretrices, las locas, las poseídas…
De la vida misma nació All'aria sparsi (Il Saggiatore), el primer libro de Elena Martelli, presentado como una historia artística, literaria, mitológica y emocional de nuestros cabellos, su lenguaje y su imaginario. Un libro importante y hermoso, una historia íntima y personal que se hace pública por escrito con ese toque preciso y elegante que domina perfectamente la autora, una periodista culta y preparada.
“No hay pelo que no tenga una historia que contar”. Y qué historias se pueden encontrar en 256 páginas que se leen en un abrir y cerrar de ojos. Martelli se adentra en la Biblia con la historia de los gemelos Jacob, menos velludo que Esaú; y con la de Sansón, el héroe que saca su fuerza legendaria de un cabello que nunca se cortó. Habla del cabello como identidad religiosa que marca, por ejemplo, la tonsura de los monjes y el peót, los tirabuzones o rizos de los judíos ortodoxos. También del cabello como herramienta coercitiva ya que las mujeres consideradas herejes o brujas eran completamente rapadas antes de ser torturadas para hacerlas confesar. Habla del cabello en relación con el pecado, el patriarcado, la moral y el poder.
Es un libro denso y también lleno de anécdotas, curiosidades, reseñas literarias, históricas e incluso geográficas, que siempre son buenas. Los capei d'oro a l'aura sparsi, los de Laura cantados por Francesco Petrarca, inspiraron el libro y le dieron su título. Con el pelo de Berenice se puede repasar el mito de la Reina de Egipto, narrado por Calímaco, y a un poco de astronomía. Y se puede volver a Maupassant y a la historia de los siglos XVII y XVIII, la época dorada de las pelucas que eran auténticas obras arquitectónicas que requerían días enteros de preparación.
¿Y quién inventó el bob-cut? Hay dos inventores en liza, aunque todo apunta a que fue obra de Antoni Cierpolikowski, un polaco que se mudó a París y que en 1909 encontró la inspiración para ese peinado en la mismísima Juana de Arco.