MUJERES IGLESIA MUNDO

Recordatorio

Lo que deben
las mujeres a Tina

 Quello che le donne debbono a Tina  DCM-006
03 junio 2023

Podemos definir a Tina Anselmi como una católica amante de la política. Una mujer que no temía al mundo de los hombres. Así, durante la Guerra de Liberación Italiana se puso del lado de los partisanos y con apenas 17 años, poniendo en riesgo su propia vida, se enroló en la tarea de garantizar las conexiones entre las diversas brigadas partisanas. Se hizo sindicalista en una región atrasada y mandona como el Véneto donde defendió con valentía y abnegación a los trabajadores más pobres y discriminados en un panorama laboral sin protección y sin derechos. Fue diputada de la República cuando las mujeres en el Parlamento eran muy pocas y, por supuesto, no había “cuotas”. Y llegó a ocupar un papel importante en el mayor partido italiano, la Democracia Cristiana, que contaba con muy pocos representantes femeninos en su seno. Fue escuchada y apreciada por los muchos hombres que manejaban el poder en el partido y en el país. Tina Anselmi no fue una “feminista”, sino que desde joven entendió claramente las limitaciones de la política masculina. “Con lo que sabían los hombres tuvimos la guerra y el fascismo”, respondía a quienes insinuaban que la política no era cosa de mujeres. Se convirtió en la primera mujer con cartera de una República que, fundamentada en la Constitución sobre la igualdad de género de 1976, después de treinta años de vida aún no había confiado la dirección de un ministerio a ninguna representante femenina.

Y sucedió así, y esto es realmente raro, que la política fue consecuente con la sindicalista y, llegó a ser “ministro” de Trabajo (entonces no existía la costumbre de usar el femenino para los cargos públicos) en Italia e impulsó una ley sobre la igualdad de oportunidades en 1977. Y al año siguiente, fue nombrada ministra de Sanidad y trabajó en la ley del Servicio Nacional de Salud.

Todo esto fue Tina Anselmi, una mujer nacida en 1927 que hizo la historia de la República Italiana. Valiente y profundamente creyente, basó su actividad política en el principio de la laicidad. Como ministra de Sanidad, en 1978 promulgó la Ley 194 para la interrupción voluntaria del embarazo. Y todo esto y más se cuenta en la película sobre ella, Una vita per la democrazia (Una vida por la democracia), de la televisión italiana Rai 1 y dirigida por Luciano Manuzzi, con la actriz Sarah Felberbaum en el papel de Tina. Una película acertada en muchos aspectos a la hora de profundizar en la figura de una mujer que derribó por sí sola todos los estereotipos de los años 70, sin estruendo ni aparente rebeldía. Lo hace actuando con convicción, con determinación y con la certeza de tener la razón. Tina Anselmi ocupó importantes cargos en el gobierno y en el partido que fue el eje de ese gobierno en el que nació el feminismo, las mujeres tomaron la calle y exigieron libertad y derechos. La película no nos cuenta (y es una pena) qué pensaba Tina de esos movimientos y demandas. Sabemos que impulsó leyes sobre educación, trabajo y salud. “Las leyes deben anticiparse a la sociedad”, dijo. Su trabajo tuvo como fruto cambios y soluciones.

Fue la determinación de mujer, la sensibilidad de católica y la capacidad de política la que, tras catorce años de agotadores tira y afloja, alumbraron la reforma sanitaria. “La salud es lo más importante que hay y debería ser igual para todos”, decía mientras luchaba contra las burocracias y las farmacéuticas. La guía de esa batalla fue la igualdad. “El mercado de la salud -respondía a quienes le preguntan por la reforma- es asimétrico, el paciente es débil y las farmacéuticas son muy fuertes. Esta asimetría debe ser suprimida con el peso de las elecciones del Estado y con una ley que promueva el cuidado de la salud como un bien público esencial”.

Entonces “la Tina”, como la siguen llamando cariñosamente en su Véneto natal, se convirtió en la inflexible opositora de los poderes ocultos. Presidió la comisión parlamentaria de investigación de la logia masónica descubierta en 1981 y considerada una asociación secreta y subversiva. Fue la única mujer en oponerse a los hombres que construyeron con la connivencia de las instituciones, las perniciosas tramas que conducen al vaciamiento de cualquier democracia. Tina descubrió un mundo oculto respaldado por un grupo de poder. Y entendió que la política no es solo aquello en lo que había creído. Los opositores no eran solo los que veía en el Parlamento y en las instituciones porque no se mostraban abiertamente. “La democracia es la forma de gobierno más hermosa, pero también la más agotadora que existe”, afirmaba.

Siempre lo supo, pero después de la presidencia de la comisión de la Logia P2 se convenció plenamente de ello. Por eso siguió con su labor concreta, laboriosa e inquebrantable hasta que se jubiló y volvió a Castelfranco Veneto. Fue durante algún diputada y, desde 1992, una simple ciudadana. La oración, la fe y la relación con lo trascendente no se muestran en la película sobre su vida. Solo aparece una señal de la cruz. La niña primero, luego la mujer y la política se mueven siempre en la inmanencia, en lo real, en el servicio y en la decisión de cumplir con las cosas por hacer. La política de Anselmi era católica, convencidamente católica. No era posible comprender el valor y el sentido de su existencia sin tener en cuenta estos aspectos y sin indagar en la conexión profunda entre su ser creyente, su ser mujer y su acción política. Sin ver lo que se distingue a contraluz pero que ilumina su existencia.

En sus ochenta y nueve años de vida, -murió en 2016-, ese vínculo nunca se rompió. No necesitaba proclamar su fe porque dio muestra de ella a través de sus obras y en su forma de hacer política. Esa política estuvo totalmente impregnada por su identidad femenina, distinta al feminismo. Y su experiencia política no hubiera sido tan rica y coherente sin esa fe y esa identidad. Tina Anselmi caminó sola como mujer en el mundo de los hombres. Pero siguió siendo ella misma e incluso logró cambiar esa realidad. Quizá su figura ya no constituya un modelo como tal, pero todavía hoy la historia de su vida nos enriquece. Y nos ayuda a mirar al futuro.

de Ritanna Armeni