MUJERES IGLESIA MUNDO

El Estudio
La historia de una profetisa tan popular como contestada

Maximila

 Chiedi chi era Massimilla  DCM-004
01 abril 2023

Las voces femeninas resonaron con fuerza en los círculos cristianos de Frigia en el siglo II d.C. Entre todas surgió la de una profetisa llamada Maximila. En el coro de teólogas del cristianismo primitivo, era una voz que se escuchaba. Congregó a numerosos seguidores y aún después de su desaparición, su figura siguió siendo importante en los círculos cristianos montanistas, de Montano, quizás un exsacerdote de la diosa Cibeles quien decía hablar en nombre del Espíritu Santo. El texto está tomado del volumen «Escritos apócrifos y escritos de mujeres en el Cristianismo primitivo» editado por Silke Petersen, Outi Lehtipuu y Arianna Rotondo, de la serie «La Biblia y las mujeres», de la editorial Il pozo di Giacobbe.

En el retrato construido por sus detractores, Maximila era una mujer sin límites, de nombre bárbaro, que había seguido al profeta Montano junto con la profetisa Priscila. Vivía en la opulencia, llena de joyas y siempre arreglada. Por lo tanto, es comprensible que dejara a su esposo para seducir a los cristianos honestos con su herejía. Según las voces de la época, ella misma fue quien puso punto y final a esa vida disoluta. Estas “acusaciones” antiheréticas demuestran que los enemigos de Maximila tuvieron que inventar mucho para desacreditar a esta profetisa tan popular. Porque, aunque Maximila tuvo muchos y fieles seguidores durante un corto período de tiempo, la riqueza de los contenidos de su teología perduró durante mucho tiempo. Poco después de su muerte sus seguidores pidieron carismas a la Iglesia y abandonaron la tradicional comunión eclesiástica.

Los cuatro logia, las enseñanzas de Maximila, ofrecen una oportunidad única para comprender la teología y la autocomprensión teológica de una profetisa de este período temprano. Más allá de cualquier polémica contra su persona, sus mismas palabras proyectan su propia imagen. En su logion, relatado por Epifanio, obispo de Salamina, en el Panarion, su monumental tratado heresiológico, Maximila presenta explícitamente en su papel profético: “El Señor me ha enviado como discípula, reveladora, hermenéutica de este sufrimiento y de la alianza y de la promesa, obligados de cualquier manera a dar a conocer el conocimiento de Dios”.

Maximila comunica los misterios de Dios que hacen posible su conocimiento. En esto es una hermenéutica, es decir, reconoce algo que puede traducir o deducir. Interpreta los misterios de Dios en beneficio de los demás. Caracteriza el contenido de estos misterios de Dios como una promesa y el hecho de que sean revelados a través de la profecía demuestra el advenimiento del tiempo de la Nueva Alianza. Conducen al fin del mundo que pronto comenzará. Maximila se considera a sí misma como la última profetisa de una serie de profetas antes del fin del mundo: “Después de mí no habrá más profetas, sino que será el fin de todo”.

Esto sucederá después de su muerte. Con el fin del mundo se cumplirán todos los misterios de Dios, que hasta entonces podían ser revelados por la profecía de la Nueva Alianza. Entonces, según Maximila, no debe haber más profecía. Hasta ese momento ve el presente como un tiempo de dolor, pero no se opone a esta experiencia de sufrimiento, sino que se consagra a ella como su discípula. De este modo se identifica con esta dimensión de la vida presente. No está claro en qué consiste el sufrimiento del que habla, pero es plausible que se refiera a presiones sociales. Otra posibilidad es su sufrimiento personal, que experimenta como resultado de la opresión interior que le provocan sus enemigos que quieren desacreditarla como una falsa profetisa. Identificándose con el sufrimiento, Maximila deja claro que ninguna forma de obstruccionismo podrá disuadirla de su papel de heralda de la Nueva Alianza. Maximila vive este papel con tanta fuerza que dice estar obligada a desarrollarlo. Por lo tanto, su voluntad es irrelevante.

Ninguna oposición le impide comprometerse con la Nueva Alianza; ni siquiera la persecución dentro de la Iglesia. A sus adversarios que la consideran una falsa profetisa ella opone, como relata Eusebio, obispo de Cesarea en su Historia eclesiástica, en estos argumentos:

“Me hallo como un lobo apartado de las ovejas, pero no soy un lobo: soy palabra, espíritu y poder”.

Utilizando al evangelista Mateo (“Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”), sus oponentes dentro del círculo cristiano la describieron como un lobo que atacaba a las ovejas. Pero Maximila retomó sus palabras e invirtió la situación: no era una loba, sino que fue alejada de sus ovejas como una loba “perseguida”. Aludía así a los “pastores”, a las autoridades eclesiásticas que querían impedir que cumpliera con su papel de profetisa. Maximila contrastó poderosamente la imagen de Mateo con el lenguaje paulino cuando afirmaba que no era un lobo, sino palabra, espíritu y poder. Al hacerlo, se atribuyó los más altos atributos del anuncio, identificándose incluso con ellos a través de una forma de autorrepresentación.

Maximila retoma varias veces de manera sutil el lenguaje paulino. Se identifica con el apóstol en su papel de predicador que, como ella, es perseguido dentro de la comunidad cristiana. Además, se ve a sí misma en la línea del apóstol como predicadora de la Palabra contra cualquier oposición, incluso la de su propia voluntad. En tiempos de Maximila ya no era costumbre llevar el título de “apóstol”, que pertenece a generaciones pasadas. El título de “profeta”, con el que se la menciona en el Panarion de Epifanio, traslada el título de apóstol a la época del inminente fin del mundo.

Maximila está muy implicada como persona en su papel profético a lo largo de la logia; solo en el logion de la llamada se sitúa su figura a distancia, pero en todo caso se la presupone como presente en la formulación relacional: “¡No me escuchéis a mí, escuchad a Cristo!”.

Este logion se inserta en el aspecto cristológico de la teología de Maximila que aún no ha sido abordado. Entiende a Cristo como quien anuncia los misterios de Dios. Cuando habla como Espíritu de Dios transmite las palabras de Cristo. Además, Cristo, como Kyrios, es quien la envió como mensajera. Maximila no destaca su género en ninguna de las logias existentes. Por el contrario, llama la atención el uso gramatical con formas masculinas: ella afirma que después de ella no habrá más prophetes (profeta). La forma femenina correspondiente sería prophetis (profetisa). Esta lectura también está recogida en algunos manuscritos, pero como lectio difficilior la forma masculina debería ser la original. El descubrimiento de la sola forma masculina no sería demasiado sorprendente, ya que Maximila utiliza este término para referirse a un colectivo de profetas en el que también podría haber candidatos masculinos.

Pero Maximila no elige una forma femenina cuando describe sus roles como defensora (airetistes), reveladora (menytes) e intérprete (ermeneutes). Según el uso de la koinè, la lengua común, el griego, tendría la posibilidad de feminizar estos sustantivos con un artículo femenino. […] Cuando Maximila se presenta con atributos masculinos, se da fuerza a sí misma. Así lo demuestran las observaciones de [Silke] Petersen [teóloga y biblista alemana y una de las editoras del volumen, ndc] sobre textos antiguos que (“al menos mitológicamente”) hablan de trascender las fronteras de género: en ellos la masculinidad representa una condición de fuerza deseable, mientras que la feminidad es problemática y vulnerable. La cita de Orígenes (teólogo cristiano, filósofo y exégeta muerto en el 254 d. C.) recogida por [Silke] Petersen, que indica lo femenino y lo masculino como categorías sociales, muestra claramente esta actitud:

“Porque para Dios no hay distinción de sexo, sino que por la diferencia de espíritu se designa a alguien como hombre o como mujer. ¿Cuántas mujeres no son consideradas por Dios entre los hombres fuertes, y cuántos hombres no se deberían contar entre las mujeres débiles y perezosas?”

Maximila no se reviste solo con atributos masculinos. Otros también, en este caso sus oponentes dentro de los grupos cristianos, le atribuyen la metáfora del lobo. El lobo no es especialmente adecuado como metáfora para denunciar la feminidad, pero expresa fuerza y ​​peligro. La autorrepresentación que Maximila opone a la imagen del lobo (ver arriba) tiene como elemento central el pneuma (espíritu) que, según las observaciones de Petersen, está muy presente en los textos antiguos, especialmente en conexión directa con el masculino. Así, Maximila no es menos fuerte que sus detractores, encabezados por los obispos varones Zótico de Cumaná y Julián de Apamea. Por el contrario, Eusebio afirma que estos hombres no podían igualar su ingenio.

Es difícil rastrear declaraciones similares de otras mujeres antiguas que se adornaban con atributos masculinos, ya que han sobrevivido pocas autoafirmaciones de ellas. Al final del segundo Libro de los Oráculos de Sibillinos (del 180 d. C.), la profetisa elige formas femeninas como autodenuncia, pronunciando profecías de fatalidad contra ella misma. La profetisa se insulta a sí misma con atributos decididamente femeninos como “pobre”, “tonta” y “perra”, en género femenino. De acuerdo con las observaciones de Petersen sobre la transformación de género, pone en juego aquí su debilidad. María en su himno de alabanza (Lc 1,48) no se describe a sí misma como profetisa, sino que se presenta en relación con Dios.

Lucas pone la autodenominación de “sierva” en boca de María de una forma decididamente femenina (alrededor del 80-100 dC). Proba, aristócrata y poeta romana que en su Centone bíblico (384 d. C.) se presenta como vidente, elige el término latino vatis para referirse a sí misma. Vatis es tanto masculino como femenino, es un nomen comune. En el lado pagano, Apolo habla por boca de la sacerdotisa Saturnila, “sierva del templo”, un nomen comune. El oráculo de Didima sobre el sacerdocio de Artemisa es pronunciado por el “Señor mismo” y por la Diosa. La “diosa” se denomina así, en género femenino. Maximila con sus formas decididamente masculinas queda pues sin comparación en el escaso material de las fuentes de autodeclaraciones de mujeres antiguas.

Aunque no como una autodeclaración, -que sigue siendo incierta-, coloco a la mártir Perpetua junto a Maximila. Poco antes de su martirio, Perpetua en su conocida y última visión se convierte en hombre (facta sum masculus), afrontando la lucha contra su agresor, el gran y fuerte egipcio, a quien luego derrota en un duelo.

Más allá de las autodesignaciones masculinas, el logion de Maximila demuestra cómo ella es capaz, como profetisa, de reproducir las palabras del Cristo varón. Incluso sobre esto no hay un paralelismo concreto en el cristianismo primitivo, ya que no tenemos documentación que haya llegado hasta nuestros días. Solo encontramos una referencia a la profetisa en Tertuliano, en su De Anima, en el que se dice que se comunica con los ángeles y a veces incluso con el Señor. Pero no se puede deducir de la descripción de Tertuliano si el Señor habla también a través de esta profetisa. En el sistema pagano de los oráculos, por otro lado, hay varios paralelismos en cuanto a si un Dios masculino puede hablar a través de un medium femenino, como ya lo demostró el ejemplo de Saturnila, a través de quien habla la deidad masculina Apolo.

de Heidrun Mader
Teóloga protestante e historiadora del Cristianismo primitivo de la Ruprecht-Karls Universidad de Heidelberg


Para facilitar la lectura, de acuerdo con la editora italiana, hemos eliminado las referencias de las citas que se encuentran en el libro. Por lo mismo hemos añadido algunas aclaraciones sobre los personajes mencionados colocándolos entre paréntesis.