Al Joint Working Group of Dialogue el Pontífice habla de Jerusalén “ciudad de la paz”

Como una “madre” que llora por los sufrimientos de los hijos

 Como una “madre” que llora  por los sufrimientos de los hijos  SPA-010
10 marzo 2023

Publicamos el texto del saludo dirigido por el Pontífice a los participantes del coloquio del Grupo conjunto de trabajo para el diálogo entre el Dicasterio para el diálogo interreligioso y la Comisión palestina para el diálogo interreligioso, recibidos en audiencia la mañana del 9 de marzo, en la Biblioteca privada del Palacio apostólico vaticano.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Doy las gracias por sus palabras al cardenal Coccopalmerio y me alegra acogeros a todos vosotros, que habéis dado vida a este coloquio del Grupo Conjunto de Trabajo para el Diálogo.

Me complace recordar al cardenal Jean-Louis Tauran, que junto con el jeque Mahmoud Al-Habbash, aquí presente y a quien saludo, dio origen a este Grupo. Que su celo y sabiduría sigan inspirando vuestro compromiso y vuestras iniciativas.

Como tema del presente encuentro habéis elegido el significado espiritual de Jerusalén, ciudad santa para judíos, cristianos y musulmanes.

Al respecto,deseo recordaer lo que declaramos en el 2019 junto a S.M. el rey de Marruecos, es decir el llamamiento para que Jerusalén se considerada «como patrimonio común de la humanidad y, sobre todo, para los fieles de las tres religiones monoteístas, como lugar de encuentro y símbolo de coexistencia pacífica».

En el Evangelio, Jerusalén es el lugar en el que suceden tantos episodios de la vida de Jesús, desde su infancia, hasta cuando fue presentado al templo, después sus padres se dirigían cada año por la fiesta de Pascua.

En la Ciudad santa Jesús enseñó y realizó diversos signos prodigiosos; sobre todo en ella cumplió su misión, con la pasión, la muerte y la resurrección, corazón de la fe cristiana.

En Jerusalén nación la Iglesia, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos, recogidos en oración con la Virgen María, y les impulsó a anunciar a todos el mensaje de la salvación.

Pero Jerusalén tiene un valor universal, contenido ya en el significado de su nombre: “Ciudad de la paz”. Y al respecto quisiera recordar ese momento de la vida de Jesús en el que, pocos días antes de su pasión, Él alcanzó la Ciudad santa y, «al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: “¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!”» (Lc 19,41-42).

Jesús llora sobre Jerusalén. No debemos seguir adelante demasiado rápido. Este llanto de Jesús merece ser meditado, en silencio. ¡Hermanos y hermanas, cuántos hombres y mujeres, judíos, cristianos, musulmanes, han llorado y lloran todavía hoy por Jerusalén! También para nosotros, a veces, pensar en la Ciudad santa mueve a las lágrimas, porque es como una madre cuyo corazón no encuentra paz a causa de los sufrimientos de sus hijos.

Este episodio evangélico recuerda el valor de la compasión: la compasión de Dios por Jerusalén, que se debe convertir en nuestra compasión, más fuerte que cualquier ideología, de cualquier alienación.

Más grande debe ser siempre el amor por la Ciudad santa, como por una madre, que merece el respeto y la veneración de todos.

Queridos hermanos y hermanas, comparto con vosotros estos pensamientos y estos sentimientos, mientras os doy las gracias por vuestra visita y de corazón animo vuestro trabajo de diálogo interreligioso, que es tan importante.

El Altísimo lo acompañe y lo haga siempre fructífero.

Y colme a cada uno de vosotros con sus bendiciones.

¡Gracias!