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* Carta
“Os he comenzado a escribir cuando nació mi hija. Sois todas hijas, somos responsables de vosotras. Sí, esta es una carta para pediros perdón”

Niñas nacidas durante la guerra

 Bambine  nate in guerra  DCM-003
04 marzo 2023

Queridas niñas nacidas en tiempos de guerra, en todos los tiempos, en todas las guerras.  Comencé a escribir esta carta el 10 de marzo de 2022. Estaba en el hospital y de vez en cuando venía un médico a revisarme, pero cuando entraba la habitación no siempre me encontraba porque casi siempre estaba encerrada en el baño, encogida de dolor. Sí, no me sentía nada bien, aunque pronto llegaría el mejor momento de mi vida, el tener a mi hija en brazos. Pero, en aquel momento mi hija seguía en mi vientre, bien posicionada para salir, rumbo a la vida, al mundo. ¿Qué mundo? En esas horas comencé a sentirme responsable de todo lo que sucedía en la tierra, de que no desperdiciaría cada instante a partir de ese momento y de toda la belleza que le habría mostrado.

Estaba sola en una habitación de hospital, pasando por los dolores del parto, mientras miraba por la ventana las hojas y los árboles del jardín. Vi cómo iba cambiando el cielo desde el mediodía a la oscuridad de la noche pasando por el gris de la tarde. Las horas pasaban y también la frecuencia de mis contracciones. Podía escuchar las voces de médicos y enfermeras, de parteras y mujeres embarazadas detrás de la puerta de mi habitación. Pero yo estaba como ausente y como si estuviera en todas partes. Mi hija estaba en todas las niñas que había conocido en mi vida, en sus miradas, sonrisas y lágrimas. El gotero del brazo iba haciéndome efecto y mi hija también procedía haciendo lo suyo. La doctora me avisaba de que estaba viniendo al mundo, un mundo que tenía que presentarle.

Tenía dos libros y un cuaderno en mi mesita de noche que había traído con la certeza de que las páginas de mi literatura favorita, como siempre, me hablarían, me consolarían y me enriquecerían. En cambio, en ese momento ya no me interesaba ir a otra parte porque solo me interesaba el presente. Me importaba la vida y el mundo estaba envuelto en una sola palabra, futuro, que había rechazado durante mucho tiempo en el pasado. Ese día la noticia de la jornada era la del hospital infantil bombardeado en Mariúpol, Ucrania. Las imágenes de mujeres embarazada que huían de las ruinas me atravesaban con una violencia que me hacía olvidar cualquier dolor físico. Entré a la sala de partos con ellas, con esas mujeres, con lo que no me estaba pasando. Pocas horas después de la medianoche nacía mi hija y ya cualquier cosa del mundo me implica.

Queridas niñas nacidas en tiempos de guerra, no estoy segura de por qué os estoy escribiendo. No tengo nada que enseñaros. Vosotras me enseñáis a mí. Sabéis mucho más que nosotras. Queridas niñas, - y también debería queridos niños -, queridas niñas, solo puedo avergonzarme, y mucho, de que nací en esta parte del mundo.

Virginia Woolf escribió que hasta que no pensamos en la paz, todos nos encontramos en una sola oscuridad mortal sobre nuestras cabezas. Escribió que, en esta palabra, “todos”, también están los cuerpos de las personas que aún no han nacido. No encuentro mejores palabras que las que ella escribió, solo sé relatar o callar, y generalmente en estos casos prefiero la segunda opción. Si he aceptado hablar es porque, quizá de una forma torpe, quiero decir que todas vosotras sois hijas. Que somos responsables de vosotras, que cargamos con una gran culpa y que, con esa palabra, mundo, no hemos podido hacer mucho bien. Sí, esta es una carta para pediros perdón.

de Nadia Terranova