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Michela Murgia: mi fe no es un contrasentido

Católica y feminista

 Cattolica e femminista  DCM-001
07 enero 2023

Entrar en el foco de luz y revelar que sí, que soy católica. Soy católica y feminista. Creo en Dios y defiendo la perspectiva queer, es decir, la posibilidad de no etiquetar en base al género o la orientación sexual.

El movimiento de Michela Murgia en su God save the queer. El Catecismo Feminista (Einaudi Stile Libero) es el movimiento que desde la clandestinidad se hace visible, abierto a la mirada no solo de las creyentes, sino sobre todo de las no creyentes, de la comunidad de intelectuales y filósofas feministas en cuyo perímetro vive, escribe y piensa la escritora. Murgia siente por fin la necesidad de liberar ese torrente que le ha dado la vida desde que era una niña. Una fe católica que suena a los laicos, a los no creyentes y a los que se sienten cercanos a la experiencia lgbtqi+ suena como un contrasentido. Un error. El volumen, con epílogo de la biblista Marinella Perroni, mantiene la promesa de responder a dos interrogantes: ¿se puede ser creyente, queer y feminista? Sí, explica Murgia, extrayendo del recuerdo de su infancia sarda las imágenes de un compromiso parroquial casi en su totalidad en manos de mujeres “porque el cristianismo (…) no es una religión para machos alfa”.

¿Entonces todas las contradicciones están resueltas? No, asegura la autora de La acabadora, que intenta releer en perspectiva histórica la semiótica del patriarcado que penetra en la Iglesia católica desde el apelativo ‘padre’ hasta toda la iconografía celebrada en la pintura occidental de un Dios varón barbudo y poderoso. Murgia agita estas piezas y muestra un dudoso Dios en el Génesis y un Cristo que nunca pide llamarse Cristo, un hombre que sufre insultos, traiciones y muerte. Murgia no cede a la tentación común de ir en busca de la revolución de los Evangelios poniéndolos en contradicción con la concreción masculina y autoritaria de la Iglesia, como suelen hacer quienes están fuera de sus muros. En cambio, Murgia no da la razón a quienes ven en las estructuras eclesiásticas patriarcales un motivo para abandonar la fe. Aunque plantea la pregunta de cómo defenderse de quienes pretenden dar una única versión de Dios, la que protege ciertos privilegios.

En su razonamiento teológico entra un icono ruso que Murgia encontró por casualidad en una tienda. Es la Trinidad del monje medieval Andrej Rublev, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están representados alrededor de una mesa que parece invitar al observador a participar de una mística comunidad que no tiene jerarquías de género, rango o clase. “Donde la Trinidad piramidal parece decir ‘estás aquí abajo’, la circular parece decir ‘estás dentro’”, observa Murgia, obteniendo por fin ese respiro de pertenencia que buscaba. ‘Estás dentro’ es también el mensaje que la escritora lanza a las personas del medio intelectual que callan su fe por sentido de inferioridad. Una invitación a no sentirse solo ni excluido.

de Laura Eduati


El destinatario oculto


“Hay un destinatario oculto en estas páginas que no quisiera que permaneciera oculto: es el intelectual creyente italiano. Hay muchos más de los que se piensa, sobre todo, entre los que se ganan la vida escribiendo, cuya timidez a la hora de hacer de la propia vida espiritual un argumento confirma la idea de que la fe es un hecho tan íntimo que resulta indecible y que declararla es una forma de pornografía, sin duda un gesto de desprestigio profesional. Son personas que viven espiritualidades de distinto tipo, conflictivas o tranquilas, discordantes o conformes con la vida eclesial. En la mayoría de los casos les une a los demás el mismo prejuicio, el del ateo que ha estudiado Letras y que entre líneas asigna a las personas de fe un estatus de minoría intelectual.

El cristianismo, infantilizado durante décadas como la fe de los niños y las mujeres, la doctrina estrecha del dogma que suspende la razón, y la religiosidad de las procesiones y los milagros populares suscita ironía y a menudo desprecio entre los hombres y mujeres de letras.

Empujados a la clandestinidad por el miedo al ridículo y la subestimación, los escritores y las escritoras que creen en Jesús protegen la mayor parte de las veces su pertenencia, viviéndola como un hecho privado y negándose a enriquecer con ella su escritura, salvo en los raros casos que brillan en soledad. No me disculpo por ser creyente y me niego a pensar que esto me obligue a demostrar continuamente la credibilidad de mi capacidad intelectual.

Estoy preparada para dar razón de mi fe y hoy, en esta etapa de mi vida, también estoy lista para decir que esa razón es la misma que me ha hecho feminista a lo largo de los años y me ha abierto los ojos a otras posibles formas de ser imagen de Dios”.