El discurso del Papa para la presentación de las cartas credenciales

Construyendo la paz en tiempos de la tercera guerra mundial por partes

 Construyendo la paz en tiempos de la tercera guerra mundial por partes  SPA-050
16 diciembre 2022

«Empezáis vuestro nuevo encargo diplomático en un momento de mayor sensibilidad política por el aumento de las violaciones de derecho internacional y por la que yo he definido, desde hace tiempo, una tercera guerra mundial combatida por partes. Si queremos que la paz tenga una posibilidad… Todos estamos llamados a mostrar una mayor vigilancia». Lo dijo el Papa en el discurso dirigido a los nuevos embajadores de Belice, Bahamas, Tailandia, Noruega, Mongolia, Níger, Uganda y Sudán, recibidos en audiencia el jueves 15 de diciembre, en la Sala Clementina para la presentación de las cartas con las que vienen acreditados ante la Santa Sede.

¡Excelencias!

Dirijo una calurosa bienvenida a cada uno de vosotros con ocasión de la presentación de las Cartas con las que venís acreditados como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios ante la Santa Sede de vuestros países: Belice, Bahamas, Tailandia, Noruega, Mongolia, Níger, Uganda y Sudan. Os pido que transmitáis mis sentimientos de estima a vuestros respectivos Jefes de Estado, junto a la aseguración de mis oraciones por ellos y por todas las personas a las que se dirige vuestro servicio.

Mientras asumís las nuevas responsabilidades, deseo sobre todo reconocer la multiplicidad de los modos en los que vuestras naciones contribuyen al bien común no solo de los propios ciudadanos, sino de toda la familia humana. Cada uno de vosotros comparte justamente la preocupación de edificar la comunidad internacional, como demuestra vuestra participación en las varias organizaciones e instituciones internacionales que son expresión práctica de la exigencia de solidaridad y de cooperación entre los pueblos.

En esta tarea vital y colectiva de tratar de salvaguardar y hacer progresar el bienestar de los hombres y de las mujeres de todo el mundo, especialmente en nuestros días, marcados por los problemas persistentes vinculados a la crisis sanitaria global y de los conflictos violentos en acto en todo el mundo, la acción concertada de toda la familia de las naciones y el trabajo de la diplomacia son más que nunca necesarios. Sin ellos no es posible proteger la dignidad y los derechos humanos de todos, promover la justicia, la reconciliación y el diálogo por el bien de una paz duradera, y cuidar de nuestra casa común como don precioso para nosotros y para las generaciones futuras.

En particular, vosotros empezáis vuestro nuevo encargo diplomático en un momento de mayor sensibilidad política por el aumento de las violaciones de derecho internacional y por la que yo he definido, desde hace tiempo, una tercera guerra mundial combatida por partes. Si queremos que la paz tenga una posibilidad y que los pobres tengan la perspectiva de un futuro mejor, sobre todo en esas partes del mundo donde los conflictos muy largos corren el riesgo de generar hábito en la conciencia pública, todos estamos llamados a mostrar una mayor vigilancia y a responder a la llamada y a ser constructores de paz en nuestro tiempo.

En el afrontar tales desafíos, cada una de vuestras naciones, ya sea antigua o joven, puede contar con un vasto patrimonio de tesoros históricos, intelectuales, tecnológicos, artísticos y culturales, que son contribuciones únicas y peculiares de vuestros pueblos. Al mismo tiempo, al rendir homenaje al ingenio de los que representáis y que seguramente dejará una herencia de bien para el futuro, veo vuestros recursos nacionales no solo como habilidades y competencias para celebrar y cultivar, ni simplemente como estándares elevados de los que enorgullecerse con razón; vuestro ingenio y talentos son también dones que pueden ser puestos al servicio del mundo entero, en contextos tanto bilaterales como multilaterales, para mejorar la humanidad.

Ofreciendo generosamente los propios recursos materiales, humanos, morales y espirituales, los países responden a una vocación noble y existencial. De hecho, solamente esforzándose para afrontar los problemas de la humanidad de forma cada vez más integrada y solidaria se podrán encontrar soluciones. Y no solo a los citados anteriormente. Es necesario llamar la atención también sobre otras situaciones difundidas que interesan a los derechos humanos fundamentales: la falta de acceso universal al agua potable, a la comida o a los cuidados sanitarios básicos; la necesidad de asegurar la educación a todos aquellos que demasiado a menudo son excluidos; como también la oportunidad de un trabajo digno para todos. Pienso también en los enfermos, en los discapacitados, en los jóvenes – sobre todo en las chicas – que no tienen suficientes oportunidades para realizar las propias potencialidades; como también a los que proceden de contextos empobrecidos y corren el riesgo de ser dejados atrás, olvidados o incluso deliberadamente excluidos de la plena participación en sus comunidades.

A través de una constante sensibilización respecto a la condición de aquellos que se encuentran en los márgenes de la sociedad, vuestro rol de diplomáticos puede contribuir a dar luz en los rincones más oscuros de nuestro mundo, a llevar al centro a los que se encuentran en las periferias y a dar voz a quien no tiene voz o ha sido silenciado. Espero que en el ejercicio de vuestras altas funciones podáis buscar, tanto aquí en Roma como en otros lugares, modos nuevos y creativos para promover la solidaridad y la amistad social, en particular con los hermanos y las hermanas más vulnerables (cfr Enc. Fratelli tutti, 112-117). Al respecto, os aseguro la colaboración y el apoyo de la Secretaría de Estado y de los Dicasterios y de las Oficinas de la Curia Romana. Sobre la base de las muchas iniciativas existentes y de las zonas de interés común, confió en que las relaciones positivas y cordiales entre vuestros países y la Santa Sede continúen desarrollándose y dando fruto.

Queridos embajadores, mientras empezáis la nueva misión al servicio de vuestras naciones, os ofrezco mis mejores deseos para vuestra importante labor. Sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre todos vuestros conciudadanos invoco con placer abundantes bendiciones del Omnipotente.

Gracias.