MUJERES IGLESIA MUNDO

En Apertura
Las religiosas se movilizan por el clima y acuden a las cumbres mundiales

Hermanas por el medio ambiente

 Sorelle per l’Ambiente  DCM-011
03 diciembre 2022

También ellas se perdieron por los laberínticos pasillos del Centro de Convenciones de Sharm el-Sheikh. No llevaban hábito y sí sus pases de observador colgados del cuello. Habitaron la zona verde reservada para la sociedad civil y desde ahí se desplazaban a la zona azul que desde el 6 de noviembre acogió las negociaciones de la Conferencia de la ONU sobre cambio climático (Cop27).

Participaron en decenas y decenas de eventos, sentadas entre una montaña de delegados, expertos y activistas. Charlaron con cientos de personas, tratando con la misma amable franqueza a los negociadores oficiales que a los jóvenes que acudían de todo el mundo para pedir una transformación en políticas concretas de las promesas hechas sobre el clima. “¿Por qué hemos ido? Para decir a quienes sufren de primera mano huracanes, inundaciones, sequías y otras catástrofes provocadas por la contaminación que estamos a su lado. Que sus sufrimientos nos interesan. Que apoyamos sus peticiones”, dice Angela Reed de las Hermanas de la Misericordia. “Escuchar”, añade la comboniana Paola Moggi.

Hermanas por el medio ambiente, como la dominica Dusty Farnan, Jean Quinn de las Hijas de la Sabiduría, Ernestine Lalao, de la congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, Magdalena Musau y Ana María Siufi, ambas Hermanas de la Misericordia. Son las religiosas que han elegido participar en la cumbre de las Naciones Unidas como parte de su misión evangelizadora. No ha sido un gesto aislado. Para la Cop27, - y la Cop15 sobre biodiversidad previstas del 7 al 19 de diciembre en Montreal -, se ha movilizado la Unión Internacional de Superioras Generales (Uisg) que representa a más de 600.000 religiosas de todo el mundo. Estas últimas, que siempre han mantenido su compromiso en los rincones más remotos del planeta, están experimentando cada día los efectos letales del cambio climático. Mucho antes de que el tema llamara la atención del público, las religiosas ya lo habían convertido en una prioridad. La publicación de la Laudato si' en 2015 ofreció la base teórica a sus intuiciones e impulsó un compromiso permanente frente a la crisis ambiental, la otra cara de la crisis social.

El pasado 3 de noviembre, en vísperas de la cumbre egipcia, la UISG lanzó la declaración “Religiosas por el medio ambiente: integrando voces desde las periferias”. En este documento destacaban una serie de puntos como integrar respuestas al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, integrar el cuidado de las personas y de nuestro planeta e integrar la vulnerabilidad desde las periferias “en el liderazgo y en el proceso de toma de decisiones, asegurando que las voces de los más afectados por los desastres ambientales deben estar en el centro de las conversaciones globales sobre resiliencia y recuperación”. Además, durante los días de la Conferencia, la UISG siguió paso a paso los trabajos, acompañándolos con webinars de reflexión y momentos de oración virtual. De hecho, los fieles fueron invitados a realizar una peregrinación online al Monte Sinaí, a cuya sombra tuvo lugar la COP27, con la esperanza de que la humanidad sintiera en su corazón la invitación dirigida por Yahvé a Moisés para “quitarse las sandalias” porque el suelo pisoteado es “tierra sagrada”.

“Si no recuperamos este sentido de reverencia, de admiración y de empatía por la Creación, no encontraremos el impulso para cuidarla. La COP nos lo demuestra. La discusión se centra cada vez más en las soluciones técnicas, pero estas no son suficientes. Es necesario volver a partir de la espiritualidad para que las declaraciones de principios y las fórmulas abstractas se conviertan en políticas concretas y nuevos estilos de vida. Los pueblos indígenas nos enseñan esto: se sienten conectados con todos los seres vivos e incluso con las piedras y el agua. La espiritualidad nos vuelve a poner en sintonía con la energía vital, con el soplo del Espíritu, diríamos, y, en su armonización, nos pone en escucha a los demás, humanos y no”, dice sor Paola Moggi.

El Pabellón de los pueblos originarios de los cinco continentes en la Cop27 se ha convertido en el punto de referencia del Sur del planeta. Ha sido un laboratorio permanente de economía popular, concurrido por pequeños productores agrícolas, recicladores de residuos, pescadores artesanales, hombres y, sobre todo, mujeres. “Con ellos tuve una experiencia de escucha de escucha profunda”, añade la comboniana. Esta palabra define el sentido de su experiencia de apostolado.

“Porque es la premisa para crear relaciones auténticas y sinergias vitales desde las que arrancar el impulso de la transformación”. “Las mujeres en esto son extraordinarias. En todas partes saben cómo trabajar en red. Hemos conocido a muchas que sobrevivieron a desastres terribles. Y, sin embargo, en vez de rendirse, siguieron luchando para que esto no les pasara a otros. Queremos acompañarlas. Sin pretender enseñar, mandar o gestionar; simplemente queremos estar a su lado. Lo hicimos en Sharm el-Sheikh y lo seguiremos haciendo, en las cumbres oficiales como en sus pueblos”, concluye sor Angela.

de Lucia Capuzzi
Periodista de Avvenire