No dudar en «atraer la atención sobre las cuestiones que privan a muchos miembros de la comunidad marítima de su dignidad humana»: lo pide el Papa Francisco en el mensaje enviado a los participantes del xxv congreso de Stella Maris (Apostolado del mar) que se celebra en Glasgow, Escocia, del 2 al 5 de octubre.
A los delegados del xxv Congreso Mundial de la Stella Maris – Apostolado del mar
Envío saludos y buenos deseos en oración a todos aquellos que participan en el xxv Congreso Mundial de la Stella Maris –Apostolado del mar– que se celebra en Glasgow, Escocia, del 2 al 5 de octubre de 2022. Ahora que os habéis reunido en persona por primera vez desde que estalló la pandemia del covid-19, espero que podáis celebrar plenamente el 100º aniversario de la fundación del Apostolado del Mar, que tuvo lugar el 4 de octubre de 1920 precisamente en la misma ciudad en la que se ha reunido ahora vuestro Congreso. Al mismo tiempo recordáis el 25º aniversario de la Carta apostólica Motu proprio Stella Maris, de san Juan Pablo ii , en la que se actualizaban las normas del apostolado para servir mejor a las necesidades de la comunidad marítima actual.
En esta feliz ocasión, me uno a vosotros y a todas las personas vinculadas a la Stella Maris en el dar gracias a Dios Omnipotente por el testimonio de fe y los innumerables actos de amabilidad y de caridad demostrados por tantos capellanes y voluntarios durante el pasado siglo a los que trabajan duramente en nuestros mares y nuestras aguas navegables en beneficio de todos nosotros. En 1922 el Papa Pío xi envió sus buenos deseos para el Apostolado recién fundado, confiando en que produciría una abundante cosecha de buenos frutos. Podemos estar todos agradecidos de que tales frutos hayan sido abundantes.
De hecho, de los pequeños y humildes inicios, la Stella Maris ha crecido hasta convertirse en la amplia organización que vemos hoy, ofreciendo asistencia espiritual, psicológica y material sobre las naves y en la tierra, a miríadas de hombres de mar y personal marítimo de nacionalidades y tradiciones religiosas diferentes. Esta presencia global refleja vuestra respuesta particular al mandato del Señor “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). Al respecto, no se puede dejar de pensar en el hecho de que gran parte del ministerio de Jesús se desarrolló sobre y entorno a una pequeña pero vital extensión de agua –el Mar de Galilea– y que algunos de sus primeros discípulos fueron pescadores, que a su vez se convirtieron en pescadores de hombres (cfr. Mt 4,19).
La Creación, nuestra casa común, está constituida por una amplia extensión de agua, que es esencial para la vida y el comercio humano, por no hablar del turismo. Por tanto, no debe sorprender que cerca del noventa por ciento de los bienes de la Tierra sea transportado por nave, algo que es posible gracias al trabajo cotidiano de más de un millón y medio de personas, muchas de las cuales permanecen durante varios meses seguidos alejadas del apoyo de las familias, como también de sus comunidades sociales y religiosas.
Como es bien sabido, la pandemia ha agravado las dificultades vinculadas a tal aislamiento y subrayó la importancia vital del ministerio desarrollado por la Stella Maris. Quisiera aquí repetir las palabras que dirigí directamente a todos los hombres del mar que sufren en mi videomensaje con ocasión de vuestro centenario: «Sabed que no estáis solos y que no estáis olvidados. Vuestro trabajo en el mar a menudo os mantiene alejados, pero estáis presentes en mi oración y en mi mente, así como en la de los capellanes y voluntarios de “Stella Maris”». A medida que el mundo poco a poco emerge de la pandemia, este Congreso os ofrece la oportunidad de inspiraros en vuestra rica historia, mientras examináis juntos cómo podéis seguir siendo útiles a aquellos cuya vida y subsistencia está vinculada a nuestros mares.
Al respecto, sabemos todos demasiado bien que, a pesar de los progresos en la tecnología, muchos trabajadores marítimos están sujetos no solo a los desafíos antes mencionados relacionados con la separación de su tierra natal, sino que también siguen sufriendo una variedad de condiciones laborales injustas y otras privaciones, agravadas sobre todo por los efectos del cambio climático. Además, los daños a los ambientes marinos, como a los otros, golpean de forma desproporcionada a los más pobres y vulnerables entre nuestros hermanos y hermanas, cuyos medios de subsistencia están incluso amenazados de extinción (cfr. Laudato si’, nn. 48-52). Confío, por tanto, que la Stella Maris no dude nunca en atraer la atención sobre las cuestiones que privan a muchos miembros de la comunidad marítima de su dignidad humana donada por Dios. En tal modo, el Apostolado seguirá su noble servicio de poner en práctica las palabras de Jesús “era forastero y me acogisteis” (Mt 25,35).
Con estos sentimientos, renuevo mis buenos deseos en oración para vuestro Congreso y vuestro importante apostolado en todo el mundo y os pido también a vosotros, por favor, que recéis por mí. Encomendando a los capellanes, voluntarios y todas las personas vinculadas con la Stella Maris a la amorosa protección de Nuestra Señora Estrella del Mar, imparto mi bendición como prenda de fortaleza, alegría y paz en Cristo Señor.
Roma, San Juan de Letrán, 2 de octubre 2022
Francisco