Lima-Perú, el "muro de la vergüenza" derribado por otro muro

30 septiembre 2022

El "escándalo" de la pobreza y el bálsamo de la presencia de Cristo en los que se inclinan por los pobres como el buen samaritano. El reportaje de Domitia Caramazza desde América Latina habla de los abismos de la exclusión y el descarte, pero también de la presencia de una Iglesia viva y "constructiva". En Lima existe "el muro de la vergüenza", una clara marca de demarcación entre ricos y pobres, en Perú. Diez kilómetros de hormigón y alambre de espino, en lo alto de una colina infranqueable, esconden la barriada de Peruanidad, en Pamplona, en el acomodado barrio de Las Casuarinas de Santiago del Surco.

Juana Gutiérrez Gallardo, madre y ex gerente de Pamplona -'No hay manera de entrar. Nos impiden cruzarlo", explica Juana, "al principio, hace treinta años, intentaron llegar a un acuerdo con un tabique de árboles, pero no lo consiguieron. Es un muro hecho para protegerse de la invasión, pero marca la gran diferencia entre los que tienen y los que no tienen, como nosotros". Desde uno de los extremos de la muralla a la que llegamos trepando y respirando tierra, veo desvanecerse los colores del folclore peruano, donde vive la gente pobre de los Andes, la Amazonía o partes de la Costa. La "Peruanidad", término utilizado por los más cultos para reflexionar sobre lo que une a los peruanos, define aquí, sin embargo, la zona de extrema pobreza desde la que se puede tocar el flagelo de la desigualdad. Desigualdad sobre todo de oportunidades. La respuesta al "muro de la vergüenza. En Lima, sin embargo, se está construyendo otro muro. Un muro que derriba el "muro de la vergüenza". Es Juana quien me muestra, al llegar a otro asentamiento humano en Pamplona: "Este muro nos ayuda, nos protege; el 'muro de la vergüenza', en cambio, nos divide.

Gracias a Dios y a los misioneros, estamos colaborando en la construcción del muro de contención en Portada del Sol. Los misioneros han venido todos los años. Después de la pandemia empezaron a venir de nuevo, contactados por el Hermano Alejandro Molina, responsable de la ong Puentes. Gracias a él podemos contar con la ayuda de muchos misioneros, cada año, para realizar obras de infraestructura, escaleras, campos deportivos y muros de contención como el que estamos construyendo. Me llena de alegría trabajar con ellos y ayudar a mis vecinos. Solos no podríamos hacer lo que nos ayudan a conseguir". Su rostro se rompe en una sonrisa. Es un instante, antes de que siga contando su historia. "No tenemos agua ni desagües en toda Nueva Rinconada. Sólo algunas zonas tienen luz. Donde yo vivo no hay luz, por ejemplo. Tengo que comprárselo al dueño y cada mes gasto 150, 160 soles. Es muy caro para mí. Ganamos lo mínimo que necesitamos para sobrevivir día a día. Nada más".