Los recursos de las instituciones de caridad no deben ser gestionados como una empresa: lo recordó el Papa Francisco en el discurso dirigido a una delegación de la Cáritas española recibida en audiencia la mañana del lunes 5 de septiembre, en la Sala del Consistorio.
Queridos hermanos y hermanas:
Bienvenidos. Es para mí una gran alegría recibirlos como representantes de esta obra eclesial que es Cáritas España, y hacerlo además con motivo del 75 aniversario de la fundación de esta institución, institución que se ganó el respeto de la sociedad española, más allá de sus creencias e ideologías, porque la Caridad, el Amor con mayúsculas, es el rasgo más esencial del ser humano, creado a imagen de Dios, y por ello el lenguaje que más nos acomuna.
Creo que esto es algo muy importante, pues nos permite ver cómo el modo de amar divino puede ser pauta del trabajo de Cáritas. En verdad, si Cristo nos llama a la comunión con Dios y con el hermano, vuestro esfuerzo se encamina precisamente a reconquistar esa unidad a veces perdida en las personas y en las comunidades.
Y me parece que esto es algo que ustedes ya proponen, cuando plantean algunos retos en este esfuerzo. El primero, por ejemplo, es la necesidad de “trabajar desde las capacidades y las potencialidades acompañando procesos”.
Efectivamente, no son los resultados los que nos mueven, cumplir objetivos programados, sino ponernos delante de esa persona que está rota, que no halla su lugar, acogerla, abrir para ella caminos de restauración, de modo que pueda encontrarse a sí misma, siendo capaz, a pesar de sus limitaciones y las nuestras, de buscar su sitio y de abrirse a los demás y a Dios.
Y esto, en el momento quizá no se ve, pero sí al final. Hay un libro que salió hace unos dos años en España, chico es, se lee en dos horas, se llama “Hermanito”.
Es la vida de un migrante de Centroáfrica, de por allí, que llega a España, creo que tardó dos años y medio en llegar, o tres. Todo lo que tuvo que sufrir, y cómo fue recibido con caridad allí, y cómo pudo rehacerse y contar su experiencia. Se la recomiendo esa obra, es muy chiquita, se lee bien, y es inspiradora, sobre todo.
Para abrirse a los demás, se necesita el segundo reto propuesto: “realizar acciones significativas”. No bastan gestos que buscan “salir del paso”, pero que no promueven un verdadero cambio en las personas.
En una parroquia de España, la gente le preguntaba al párroco si él daba “bolsas”, es decir, si podían aprovecharse de esa coyuntura “asistencialista” que, en realidad, los mantiene encadenados al subsidio, impidiendo su desarrollo. Siempre al pobre hay que recibirlo, acompañarlo e integrarlo. Todo un trabajo. Jesús nos lo dice claramente, con su vida y con su obra, que no basta “dar”, hay que “darse”.
La caridad supone siempre una donación oblativa de la propia vida. Y esto será significativo, más allá de la acción concreta, cuando ofrezca a la persona una puerta abierta hacia una vida nueva. Parafraseando el Evangelio de Juan, si se nos buscara y se nos alabara sólo porque la gente comió pan, y nos sintiéramos como reyes por esa razón, estaríamos traicionando el mensaje de Jesús. El Señor nos propone ser fermento de un reino de justicia, de amor, de paz. Nos pide que seamos nosotros los que demos de comer a su Pueblo ese pan partido que es Él mismo, enseñándonos que el que quiere ser verdaderamente grande debe hacerse servidor de todos.
Y el último reto se une a lo anterior, buscando “ser cauce de la acción de la comunidad eclesial”.
La Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, prolonga en la historia su acción, por ello, Cáritas se nos propone como esa mano tendida que es de Cristo cuando nosotros la ofrecemos al que nos necesita, y a la vez nos permite aferrar a Cristo cuando Él nos interpela en el sufrimiento del hermano.
Mirar al hermano que está caído, no olvidemos que el único momento en que nos es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo es para ayudarlo a levantarse, después nunca más. Ser cauce no es simplemente una gestión más ordenada de los recursos, o un espacio en el que poder descargar la responsabilidad de esta delicada misión eclesial.
Ser cauce debería entenderse, sobre todo, como esa oportunidad —de la que todos deberían aprovecharse— para hacer esa experiencia única y necesaria a la que el Señor nos invita cuando dice: “¿Quieres saber quién es tu prójimo? Ve tú y haz lo mismo”. “Aprojimarse”, aproximarse. Un poquito más arriba hablé de una gestión ordenada de los recursos. Esto que digo ahora no lo digo porque tengo informaciones de Cáritas España. No tengo, así que hablo con libertad. Por favor, cuiden los recursos, pero no caigan en la gran empresa de la caridad, donde el 40, 50, 60% de los recursos se va para pagar sueldos a los que trabajan en ella. Hay “empresas” en Europa, hay —perdón— movimientos de instituciones de caridad, que, bueno, 60% creo que es demasiado, pero 40 y tanto por ciento se les va en sueldos. No. Las menos mediaciones posibles, ¿no? Y las que hay, en las que se pueda, por vocación, no por empleo. “No, no, vení que te doy un empleo en Cáritas…”. No, no, eso no corre. Ojo que no hablo porque hoy hablo de ustedes, hablo por la experiencia que tengo de ver otras instituciones de ayuda que caen en esto.
Bueno, que Dios los bendiga, que no les quite el buen humor, siempre el buen humor, es parte del Espíritu Santo.
Y les pido que no se olviden de rezar por mí, porque este trabajo tiene sus pequeñas dificultades (risas).
Muchas gracias.