En la plaza del Duomo el aliento a los familiares de las víctimas del terremoto de 2009 y a toda la ciudad

Perdón, misericordia, renacimiento

 Perdón, misericordia, renacimiento  SPA-035
02 septiembre 2022

El Papa Francisco llegó en helicóptero a L’Aquila poco después de las 8.30 del domingo 28 de agosto. El primer encuentro del Pontífice con la comunidad de la ciudad de los abruzos tuvo lugar en la plaza del Duomo. Particularmente significativa la presencia de los familiares de las víctimas del terremoto del 6 de abril de 2009 y de una delegación de presos. Estas son las palabras de saludo del Papa.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días, feliz domingo!

Estoy contento de encontrarme entre vosotros, y doy las gracias al cardenal arzobispo por el saludo que me ha dirigido en nombre de todos. Junto con vosotros aquí presentes abrazo con afecto a toda la ciudad y a la diócesis de L’Aquila. Doy las gracias por vuestra presencia, también de las autoridades, de los presos, de los niños, de todos: el pueblo de Dios.

En este momento de encuentro con vosotros, en particular con los parientes de las víctimas del terremoto, quiero expresar mi cercanía a sus familias y a toda vuestra comunidad, que con gran dignidad ha afrontado las consecuencias de ese trágico evento.

En primer lugar, os doy las gracias por vuestro testimonio de fe: incluso en el dolor y en la pérdida, que pertenecen a nuestra fe de peregrinos, habéis fijado la mirada en Cristo, crucificado y resucitado, que con su amor ha rescatado del no-sentido el dolor y la muerte. Y pienso en uno de vosotros, que me escribió hace tiempo, y me decía que había perdido a sus dos únicos hijos adolescentes. Y como este tantos, tantos. Jesús os ha vuelto a poner en los brazos del Padre, que no deja caer una lágrima en vano, ¡ni siquiera una!, sino que las recoge todas en su corazón misericordioso.

En ese corazón están escritos los nombres de vuestros seres queridos, que han pasado del tiempo a la eternidad.

La comunión con ellos está más viva que nunca.

La muerte no puede romper el amor, nos lo recuerda la liturgia de los difuntos: “Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma” (Prefacio i ).

Pero el dolor está, y las bellas palabras ayudan, pero el dolor permanece. Y con las palabras no se va el dolor. Solamente la cercanía, la amistad, el afecto: caminar juntos, ayudarnos como hermanos e ir adelante.

O somos un pueblo de Dios o no se resuelven los problemas dolorosos, como este.

Os felicito por el cuidado con el que habéis realizado la Capilla de la Memoria.

La memoria es la fuerza de un pueblo, y cuando esta memoria es iluminada por la fe, ese pueblo no permanece prisionero del pasado, sino que camina y camina en el presente dirigido al futuro, siempre permaneciendo apegado a las raíces y atesorando las experiencias pasadas, buenas y malas.

¡Y con este tesoro y con estas experiencias va adelante! Vosotros, gente aquilana, habéis demostrado un carácter resiliente. Enraizado en vuestra tradición cristiana y cívica, ha consentido resistir el impacto del terremoto e iniciar de inmediato el valiente y paciente trabajo de reconstrucción.

Había que reconstruir todo: las casas, las escuelas, las iglesias. Pero, vosotros lo sabéis bien, esto se hace junto a la reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad cívica y de la eclesial.

El renacimiento personal y colectivo, después de una tragedia, es don de la Gracia y es también fruto del compromiso de cada uno y de todos juntos. Subrayo ese “juntos”: no en pequeños grupos, no, juntos, todos juntos.

Es fundamental activar y reforzar la colaboración orgánica, en sinergia, de las instituciones y de los organismos asociativos: una armonía laboriosa, un compromiso con visión de futuro, porque estamos trabajando por los hijos, por los nietos, por el futuro.

En la obra de reconstrucción, las iglesias merecen una atención particular.

Son patrimonio de la comunidad, no solo en sentido histórico y cultural, también en sentido identitario. Esas piedras están impregnadas de la fe y de los valores del pueblo; y los templos son también lugares propulsores de su vida, de su esperanza.

Y a propósito de esperanza, quiero saludar y dar las gracias a la delegación del mundo carcelario de los abruzos, aquí presente. También en vosotros saludo un signo de esperanza, porque también en las cárceles hay muchas, demasiadas víctimas.

Hoy aquí sois signo de esperanza en la reconstrucción humana y social.

Renuevo a todos mis saludos, os bendigo de corazón a vosotros, a vuestras familias y a toda la ciudadanía.

Jemonnanzi!