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Uganda
“El grito de la Tierra y el de las mujeres es uno”

Vanessa Nakate

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03 septiembre 2022

Vanessa Nakate lo repite a menudo: no puede haber auténtica justicia climática sin igualdad de género, porque el grito de la tierra y el de las mujeres es uno. En los países más pobres del sur del mundo, estas representan dos tercios de la mano de obra agrícola, en África esta cuota se acerca al 80 por ciento. Son, por tanto, las primeras que sufren las consecuencias y los daños colaterales. Vanessa Nakate lo tiene claro y ahora investigaciones recientes sobre el impacto global de la crisis ucraniana lo confirman: existe una estrecha relación entre una reducción del suministro de alimentos, un aumento de los precios y un aumento de los matrimonios infantiles. “Evidentemente los padres, al igual que las hijas, no quieren que suceda, pero cuando por el clima las cosechas van mal y el coste de la comida sube, la dote que obtiene la familia del novio es una de las pocas alternativas para sobrevivir”, asegura.

Las mujeres como solución al cambio climático.

“Imagina que un entrenador de fútbol tiene que afrontar un partido decisivo, no sé… la final del Mundial. ¿Saldría al campo con la mitad del equipo? Evidentemente no. Entonces, ¿cómo podemos ganar el desafío crucial contra el calentamiento global confiando en solo la mitad de la humanidad? La mirada de la mujer, su fuerza y su imaginación son determinantes para ganar. De lo contrario, todos seremos derrotados”. Vanessa Nakate, de 25 años, es la fundadora del movimiento climático Rise Up que tiene como objetivo crear conciencia sobre la voz de los activistas africanos y el Proyecto Vash Green Schools.

Recuerda ese viernes de enero de 2019 cuando se encontró en medio de una calle de Kampala con un cartel en la mano. Junto a ella estaban sus cuatro hermanos, -todos menores-, primos y amigos más cercanos, las únicas personas que en las semanas anteriores no se habían reído de su idea de hacer una huelga climática en Uganda siguiendo el ejemplo de Greta Thumberg. Sus compañeros de la Facultad de Ciencias Económicas lo consideraban “una tontería”. Los vecinos “una pérdida de tiempo”. Pero Vanessa no hizo caso a ninguno y siguió adelante. En sus ojos tenía la imagen de los suburbios de la capital transformados en barrios anfibios por las inundaciones cada vez más violentas. Estaba estudiando para su licenciatura en Marketing de la Escuela de Negocios de la Universidad de Makerere. Y como estudiante curiosa y vivaz, había rechazado las respuestas fatalistas y había decidido investigar más a fondo. Había descubierto así el alcance del cambio climático y sus efectos devastadores en África, el continente que, con el 4 por ciento de las emisiones globales, es el que menos ha contribuido a provocarlo. “Me quedó claro de inmediato que ese era el tema central del presente y del futuro”, subraya. La conciencia le había empujado a la acción.

Por un momento, en esa calle de Kampala, la joven, que entonces tenía 21 años, sintió vacilar su determinación. La hoja de papel en sus manos pesaba como una roca. Vanessa, sin embargo, no cedió. Respiró hondo y rápidamente alzó la pancarta mostrando la inscripción, “Verde amor, verde paz”. Los viernes por el futuro habían llegado a Uganda. Casi cuatro años después, Vanessa Nakate es la cara africana del movimiento. Fue una de las jóvenes activistas climáticas que fueron elegidas para hablar en la COP 25 de 2019 en España. Y junto a la sueca Greta Thunberg, peregrinó por las cumbres internacionales para pedir a los grandes de la tierra que detuvieran la carrera hacia la autodestrucción. En 2020, la BBC la incluyó en la lista de las 100 mujeres más influyentes del planeta mientras que Naciones Unidas la nombró “Joven líder de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Al año siguiente, fue portada de la revista Time y apareció en la lista Time100Next.

La popularidad casi parece avergonzar a Vanessa, una chica tímida, tranquila y reflexiva. Incluso cuando usa términos fuertes, lo hace sin enfado. “La ira contamina el mensaje. Nadie escucha las invectivas. Y sería una pena desperdiciar la oportunidad de contar qué está pasando y qué podemos hacer para revertir la tendencia”. Con esta creencia, Vanessa Nakate dedica largas horas al estudio. “Soy autodidacta en el tema climático. Es grave que en las escuelas y universidades no se enseñe casi nada sobre esto”. Para crear conciencia, transformó su experiencia en un libro: A Bigger Picture: My Fight to Bring a New African Voice to the Climate Crisis. “Lo que siempre he querido es hacer resonar el grito de África en todo el mundo. Y el de sus mujeres”, dice.

Sobre ellas recae los efectos de las crisis económicas y sociales, sufren en carne propia el drama de la guerra, de la sequía o de la pobreza hídrica. De ellas puede venir el ímpetu para el cambio. “Las manos femeninas proveen comida y agua para la familia. Las mujeres, por tanto, son las primeras en notar su disminución debido al cambio climático. No es una cuestión teórica, es un drama cotidiano. El futuro de sus hijos está en juego. De nuestros hijos, de todos nosotros. Por eso las mujeres, junto con los jóvenes, son el motor del movimiento por el cuidado del planeta”, asegura Vanessa ahora también implicada en el Green schools project, un programa que pretende instalar paneles solares en 24.000 escuelas de Uganda.

Significa que habrá una buena iluminación, porque antes era insuficiente, y será ecológicamente sostenible. Las instituciones podrán liberarse de las lámparas de queroseno y de la dependencia de los combustibles fósiles, el carbón y la madera y el dióxido de carbono que emiten las estufas. Los expertos dicen que este tipo de acción es crucial en todo el continente africano, donde la demanda de electricidad se duplicará para 2030. Vanessa Nakate piensa que 24.000 escuelas parecen muchas, pero “todavía son pocas”. “Aunque es un primer paso en la dirección correcta. Lo importante es caminar. No podemos conformarnos con la extinción”, concluye. (Lucía Capuzzi)