En el Ángelus el Papa expresa su preocupación y dolor por la situación del país

Para la convivencia pacífica en Nicaragua, el camino del diálogo

  Para la convivencia pacífica en Nicaragua, el camino del diálogo  SPA-034
26 agosto 2022

“Preocupación y dolor” por “la situación en Nicaragua” expresó el Papa al final del Ángelus rezado al mediodía del domingo 21 de agosto, en la Plaza de San Pedro. “Quiero expresar”, dijo, “mi convicción y mi esperanza de que, a través de un diálogo abierto y sincero, se puedan seguir encontrando las bases de una convivencia respetuosa y pacífica”. Anteriormente, Francisco había comentado el pasaje litúrgico del Evangelio de Lucas (13,22-30), recordando que la “puerta estrecha” de la que habla Jesús no está “destinada sólo a los elegidos o a los perfectos”, sino que está “abierta a todos” y se mide por la capacidad de “comprometer la vida en el amor, el servicio y la entrega”.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

En el pasaje evangélico de Lucas de la liturgia de este domingo, una de esas personas pregunta a Jesús: “¿Son pocos los que se salvan?” Y el Señor responde: “Luchad por entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24). La puerta estrecha es una imagen que podría asustarnos, como si la salvación estuviera destinada sólo a unos pocos elegidos o a los perfectos. Pero esto contradice lo que Jesús nos enseñó en muchas ocasiones; de hecho, un poco más adelante, dice: “Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios” (v. 29). Así pues, esta puerta es estrecha, pero está abierta para todos. No olviden esto: ¡a todos! La puerta está abierta para todos.

Pero para entender mejor esta puerta estrecha, hay que preguntarse qué es. Jesús extrae la imagen de la vida de la época y probablemente se refiere al hecho de que, al caer la tarde, las puertas de la ciudad estaban cerradas y sólo una, más pequeña y estrecha, permanecía abierta: para volver a casa sólo se podía pasar por allí.

Pensemos, pues, en lo que dice Jesús: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn 10, 9). Quiere decirnos que para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar por Él, no por otro, de Él; acogerlo a Él y a su Palabra. Así como para entrar en la ciudad había que “medirse” con la única puerta estrecha que quedaba abierta, la del cristiano es una vida “a la medida de Cristo”, fundada y modelada en Él. Significa que la vara de medir es Jesús y su Evangelio: no lo que nosotros pensamos, sino lo que Él nos dice. Y por eso es una puerta estrecha no porque esté destinada a unos pocos, no, sino porque ser de Jesús significa seguirle, comprometer la vida al amor, al servicio y a la entrega como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la cruz. Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone nos pide estrechar el espacio del egoísmo, reducir la presunción de autosuficiencia, rebajar las alturas del orgullo y la arrogancia, y superar la pereza para atravesar el riesgo del amor, incluso cuando implica la cruz.

Pensemos, para ser concretos, en los gestos cotidianos de amor que realizamos con esfuerzo: pensemos en los padres que se dedican a sus hijos haciendo sacrificios y renunciando a tiempo para sí mismos; en los que se ocupan de los demás y no sólo de sus propios intereses: Cuántas personas son así, buenas; pensemos en los que se dedican al servicio de los ancianos, de los más pobres y de los más frágiles; pensemos en los que siguen trabajando con empeño, soportando dificultades y quizás incomprensiones; pensemos en los que sufren por su fe, pero siguen rezando y amando; pensemos en los que, en lugar de seguir sus instintos, responden al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el valor para volver a empezar. Estos son sólo algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su propia comodidad, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida gastada en el amor. Estos, dice hoy el Señor, serán reconocidos por el Padre mucho más que los que se creen ya salvados y, en realidad, en vida son “agentes de injusticia” (Lc 13,27).

Hermanos y hermanas, ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar sólo en nosotros mismos o elegimos la puerta estrecha del Evangelio, que desafía nuestro egoísmo pero nos hace capaces de acoger la verdadera vida que viene de Dios y nos hace felices? ¿De qué lado estamos? Que la Virgen, que siguió a Jesús hasta la cruz, nos ayude a medir nuestra vida con Él, para entrar en la vida plena y eterna.

Al finalizar la oración mariana, tras lanzar el llamamiento a la paz para Nicaragua, Francisco saludó a los grupos presentes y renovó su oración “por el querido pueblo ucraniano, que vive una inmensa crueldad”.

Queridos hermanos y hermanas:

Sigo de cerca, con preocupación y dolor, la situación en Nicaragua, que involucra a personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y mi esperanza de que, a través de un diálogo abierto y sincero, se puedan seguir encontrando las bases para una coexistencia respetuosa y pacífica. Pidamos al Señor, por intercesión de la Purísima, que inspire en los corazones de todos una voluntad tan concreta.

Hermanos y hermanas, os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Norteamericano, especialmente a los nuevos seminaristas que acaban de llegar, y les exhorto al compromiso espiritual y a la fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. Saludo a las consagradas del Ordo virginum y las animo a dar un testimonio alegre del amor de Cristo.

Saludo a los fieles de Verona, de Trevignano, de Pratissolo; a los jóvenes de Paternò, de Lequile y a los del paseo Via lucis que, sostenidos por el ejemplo de los santos de la “puerta de al lado”, irán al encuentro de los pobres que viven cerca de las estaciones de tren. Y un saludo también a los jóvenes de la Inmaculada.

Perseveremos en la cercanía y la oración por el querido pueblo ucraniano, que está sufriendo una inmensa crueldad.

Les deseo un feliz domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Disfruten de su almuerzo y hasta pronto.