El Pontífice habla de la trágica situación en Ucrania y vuelve a denunciar el vínculo entre guerra y producción de armas

Dispuesto a ir a Moscú para encontrar a Putin

Residents react as they are evacuated from a village retaken by Ukrainian forces, next to a ...
06 mayo 2022

Sobre todo la preocupación por la guerra –por todos los conflictos, no solo el de Ucrania– porque las guerras se hacen esencialmente «para probar las armas que hemos producido»; pero también el problema del dolor en la rodilla; y una mirada a Italia y en particular a la Iglesia italiana. Esta es el guion de la conversación en el Vaticano entre el Papa Francisco y el director del «Corriere della sera» Luciano Fontana, presente también la vicediretora Fiorenza Sarzanini.

Publicada el martes 3 de mayo en el periódico, la entrevista realizada en Santa Marta parte del conflicto en el corazón de Europa que inició el pasado 24 de febrero, cuando las armadas rusas invadieron Ucrania sembrando muerte y destrucción. «El primer día de la guerra llamé al presidente ucraniano Zelenski al teléfono», recuerda el Pontífice. «Sin embargo a Putin —explica— no le he llamado. Hablé con él en diciembre por mi cumpleaños, pero esta vez no, no le he llamado. Quise hacer un gesto claro que todo el mundo viera y por eso fui donde el embajador ruso. Pedí que me explicaran, dije: por favor deteneos». El mismo llamamiento a “detenerse”, por un alto el fuego, lanzado en varias ocasiones por el Obispo de Roma durante las citas dominicales de oración con los fieles presentes en la plaza de San Pedro. «Después pedí al cardenal Parolin, después de veinte días de guerra, que hiciera llegar el mensaje a Putin de que yo estaba dispuesto a ir a Moscú» prosigue Francisco en la “reconstrucción” con los dos periodistas, subrayando el rol de su secretario de Estado –definido «verdaderamente un gran diplomático, en la tradición de Agostino Casaroli»— el cual «sabe moverse en ese mundo: yo confío mucho en él y me fío».

«Ciertamente era necesario –prosigue el Papa– que el líder del Kremlin concediera alguna ventana». Pero, es la constatación, «todavía no hemos tenido respuesta y estamos todavía insistiendo; también si temo que Putin no pueda y quiera hacer este encuentro en este momento». Sin embargo, se pregunta el Pontífice, «toda esta brutalidad ¿cómo se hace para no detenerla? Hace veinticinco años con Ruanda vimos lo mismo», comenta volviendo con el pensamiento al genocidio en el país africano varias veces denunciado por Juan Pablo ii .

Interpelado sobre las posibles causas del drama ucraniano Francisco hipotetiza «una ira facilitada» quizá inicialmente por el «ladrido de la otan en la puerta de Rusia. Una ira que no sé decir si haya sido provocada, pero facilitada quizá sí» puntualiza, añadiendo que no sabe «responder» —estando «demasiado lejos»— «al interrogante de si sea justo abastecer a los ucranianos». Pero «la cosa clara es que en esa tierra se están probando las armas. Los rusos ahora saben que los carros armados sirven de poco y están pensando en otras cosas». Después de todo, concluye, «las guerras se hacen por esto: para probar las armas que hemos producido», como «sucedió en la guerra civil española antes del segundo conflicto mundial», dice como ejemplo. Sobre esto el Papa no tiene dudas: «El comercio de los armamentos es un escándalo, pocos se oponen. Hace dos o tres años en Génova llegó una nave cargada de armas que debía ser trasladada en un gran cargamento para transportarlas a Yemen. Los trabajadores del puerto no quisieron hacerlo. Dijeron que pensaban en los niños de Yemen. Es una cosa pequeña, pero un bonito gesto. Debería haber muchos así», desea proponiendo de nuevo el tema de una “guerra mundial por partes”. Al respecto afirma: «Mi alarma no fue un mérito, sino solo la constatación de las cosas: Siria, Yemen, Irak, en África una guerra detrás de otra. Hay en cada trozo intereses internacionales. No se puede pensar que un Estado libre pueda hacer guerra a otro Estado libre». Y, añade, «en Ucrania parece que han sido otros quienes han creado el conflicto. Lo único que se imputa a los ucranianos es que habían reaccionado en el Donbaas, pero hablamos de hace diez años. Ese argumento es viejo. Ciertamente ellos son un pueblo orgulloso. Por ejemplo cuando para el Vía crucis [del Viernes Santo en el Coliseo, ndr] estaban las dos mujeres, rusa y ucraniana, que debían leer juntas la oración, ellos han hecho un escándalo. Entonces llamé a Krajewski que estaba allí»: el cardenal limosnero de hecho había sido enviado por Francisco a Ucrania como representante suyo para las celebraciones pascuales. «Y él —aclara el Papa— me dijo: deténgase, no lea la oración. Ellos tienen razón también aunque si no logramos plenamente entender». Así las dos mujeres «se quedaron en silencio». Porque los ucranianos «tienen una susceptibilidad, se sienten derrotados o esclavos» visto que «en la segunda guerra mundial han pagado mucho, mucho. Muchos hombres muertos, es un pueblo mártir. Pero estemos atentos también a lo que puede suceder ahora en la Transnistria», advierte el Pontífice anunciando también que por el momento el gesto simbólico de una visita a Ucrania no es posible. «A Kiev por ahora no voy» afirma recordando que ya ha enviado al país a los cardinales Michael Czerny, prefecto del dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, y el ya citado Konrad Krajewski, «que ha viajado allí por cuarta vez. Pero yo –reitera– siento que no debo ir. Yo primero tengo que ir a Moscú, primero debo encontrarme con Putin. Pero también yo soy un sacerdote, ¿qué puedo hacer? Hago lo que puedo. Si Putin abriera la puerta…» comenta dejando el pensamiento suspendido. Entonces los entrevistadores evocan el nombre del patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa. «Hablé con Kirill –responde Francisco– 40 minutos a través de “Zoom”. Los primeros veinte minutos con un folio en la mano leyó todas las justificaciones a la guerra. Escuché y le dije: de esto no entiendo nada. Hermano nosotros no somo clérigos de Estado, no podemos utilizar el lenguaje de la política, sino el de Jesús. Somos pastores del mismo santo pueblo de Dios. Por esto debemos buscar camino de paz, para que cese el fuego de las armas. El patriarca no puede transformarse en el monaguillo de Putin. Yo tenía un encuentro fijado con él en Jerusalén el 14 de junio. Habría sido nuestro segundo cara a cara, nada que ver con la guerra. Pero ahora también él está de acuerdo: detengámonos, podría ser una señal ambigua».

En definitiva, el Papa afirma que «para la paz hay bastante voluntad; la guerra es terrible y debemos gritarlo. Por esto quise publicar con Solferino», editorial cuyo nombre hace referencia a la sede del periódico milanés, «este libro que tiene como subtítulo La valentía de construir la paz. Orban, cuando me reuní con él, me dijo que los rusos tienen un plan, que el 9 de mayo terminará todo. Espero que sea así, así se entendería también la velocidad de la escalada de estos días. Porque ahora no es solo el Donbass, es Crimea, es Odessa, es quitar a Ucrania el puerto del Mar Negro, es todo. Yo soy pesimista, pero debemos hacer todo gesto posible para que la guerra se detenga».

En este momento la mirada se dirige hacia Italia, la cual según el Pontífice «está haciendo un buen trabajo. La relación con Mario Draghi es buena, es muy buena. Ya en pasado, cuando estaba en el Banco central europeo, le pedí consejo. Es una persona directa y sencilla. He admirado a Giorgio Napolitano, que es muy bueno, y ahora muchísimo a Sergio Mattarella. Respeto mucho a Emma Bonino: no comparto sus ideas, pero conoce África mejor que nadie. Frente a esta mujer digo chapeau».

Y sobre el cambio en la Iglesia italiana, dice: «A menudo he encontrado una mentalidad preconciliar que se disfrazaba de conciliar. En países como América Latina y África ha sido más fácil. En Italia quizá más difícil. Pero hay buenos sacerdotes, buenos párrocos, buenas monjas, buenos laicos. Por ejemplo una de las cosas que trato de hacer para renovar la Iglesia italiana es no cambiar demasiado a los obispos. El cardenal Gantin decía que el obispo es el esposo de la Iglesia, cada obispo es el esposo de la Iglesia para toda la vida. Cuando está la costumbre está bien. Por esto trato de nombrar a los sacerdotes, como ha sucedido en Génova, Turín, Calabria. Creo que esto sea la renovación de la Iglesia italiana. Ahora la próxima asamblea deberá elegir al nuevo presidente» de la Conferencia episcopal italiana (Cei); «yo trato de buscar uno que quiera hacer un buen cambio. Prefiero que sea un cardenal, que sea con autoridad. Y que tenga la posibilidad de elegir al secretario, que pueda decir quiero trabajar con esta persona». Quizá por esto la mente corre al cardenal jesuita Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán desde 1979 a 2002, fallecido en 2012, del cual Francisco ha releído un artículo “perfecto” después del 11 de septiembre de 2001 sobre el terrorismo y la guerra. «Es tan actual que pedí que lo vuelvan a publicar en L’Osservatore Romano”. Seguid en los periódicos –aconseja– indagando la realidad, contándola. Es un servicio al país por el que os daré las gracias siempre», concluye.

La conversión se abrió con una frase lamentablemente recurrente en estos días: «Perdonadme si no puedo levantarme para saludaros, los médicos me han dicho que debo estar sentado por la rodilla», empezó comentad. «Tengo un ligamento roto, me van a hacer una operación con infiltraciones y ya veremos. Hace tiempo que estoy así, no puedo caminar. En un tiempo los papas solían ir con la silla gestatoria. También se necesita un poco de dolor, de humillación».