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CONGO
«Nunca es tiempo desperdiciado»

¿Hacer estudiar
a una monja?

 Far studiare una suora?   DCM-005
30 abril 2022

Artículo publicado en el número de enero de 2019

Las mujeres de países del Tercer Mundo sin duda encuentran en la Iglesia una posibilidad muy importante de educación y de preparación profesional, en lugares diferentes y únicos. Y esta posibilidad concierne también, obviamente, a las que eligen la vida religiosa, una opción que a menudo maduran en las escuelas a las que asisten, dirigidas por monjas. Este acceso a la educación es una posibilidad importante, uno puede incluso definir una necesidad debido a su misión como mujer. Esto es aún más cierto para las religiosas llamadas a servir en todo el mundo, que tienen el derecho y el deber de estar bien formadas, bien preparadas para llevar a cabo el servicio que se les pide.

Por desgracia, el proceso escolástico de preparación de las religiosas es insuficiente. La formación a la vida consagrada son solo tres años y para muchas el estudio se termina allí, con la evidente consecuencia de que su destino será el del servicio doméstico, de trabajos físicos. Luego están aquellas que pueden continuar gracias a las becas y que mejoran sus estudios, generalmente en Roma. Estas últimas pueden dividirse en dos categorías: las que han recibido becas y están alojadas en colegios universitarios y las que tienen sus casas madre en occidente y son enviadas a estudiar allí. Estas últimas, en general, tienen la obligación de estudiar y asistir a cursos sin suspender su vida de servicio o el trabajo manual al que les destina la institución a la que pertenecen.

En general, las becas permiten a las hermanas muy poco tiempo de preparación, que no incluye el tiempo necesario para aprender el idioma en el que se imparten las clases y el entorno necesario para hacer frente a las nuevas asignaturas y a los nuevos métodos de estudio, un periodo de tiempo que, en cambio, se concede habitualmente a los sacerdotes y seminaristas, que entre otras cosas no están sujetos a la obligación de realizar tareas domésticas.

En resumen, se trata de una oferta de estudios mucho menor que la de los varones, como si la educación de las mujeres fuera un problema opcional y secundario. Pero los tiempos han cambiado, las mujeres quieren ocupar posiciones de liderazgo como los hombres, ya que saben que fueron creadas a imagen y semejanza de Dios.

Las religiosas que viven en sus comunidades deben tener tiempo para estudiar y ser libres de hacer programas o proyectos, porque el estudio es un tiempo de preparación para el servicio a la Iglesia. Cuantas más religiosas bien formadas tengamos, mejor podremos hacer nuestro servicio. Soy consciente de que los tres años de formación a la vida consagrada no son suficientes y no pueden ser suficientes para comprender qué es el servicio a la Iglesia, cómo debe hacerse y por qué se hace.

Nuestra urgencia no es ocupar lugares, sino formar personas capaces para que den lo mejor de sí mismas, porque no se puede dar a los demás lo que no se tiene, como dice el proverbio italiano: “La barrica da solo el vino que tiene”, que viene a decir que no se puede pedir a una persona que haga algo fuera de sus capacidades o posibilidades. A las mujeres consagradas se les debe dar el tiempo y los medios para estudiar bien, de esta manera tendrán la oportunidad de conocerse y desarrollar su autoestima, para poder apreciar las buenas cualidades de los demás, para ser exigentes consigo mismas antes de serlo con los demás, para ser objetivas y comprensivas al mismo tiempo.

La que no se conoce bien o la que no tiene autoestima, vive bajo la influencia del miedo: miedo a no conocerse a sí misma, miedo a su propia responsabilidad y miedo a la libertad de los demás. En resumen, miedo a sí misma y a su vacío interior. Esta inseguridad personal no ayuda a la religiosa en su apostolado; al contrario, la lleva casi inevitablemente a adoptar actitudes de rigidez, severidad, fijación, rigor e inflexibilidad con los demás.

Son cosas conocidas, pero las repito porque muchas veces el estudio de una religiosa está visto como un tiempo perdido, como si la hermana, al estudiar, perdiera el sentido de obediencia y humildad. Desafortunadamente esta sigue siendo la opinión que la gente tiene de las monjas que estudian, porque creen que, a la religiosa, el hecho de haber estudiado, se le sube a la cabeza. Pero en mi poca experiencia puedo decir que el estudio me ha ayudado a comprender el sentido más profundo del servicio, a percibir las dificultades de los demás.

Agradezco mucho a mi superiora haberme dado esta oportunidad. No se puede exaltar el aspecto de Jesús como siervo, olvidando al Jesús maestro que enseñaba en el templo. Esto quiere decir que existe también lo que se podría llamar apostolado o servicio intelectual.

Pidamos a la Madre Iglesia que se comprometa en la formación de las religiosas: hermanas capaces de hacer opciones radicales por Cristo y por la dignidad de la mujer. Formar religiosas luchadoras que tengan el valor de denunciar y decir no a los antivalores que humillen a las mujeres y empobrezcan el sentido y el valor de la consagración religiosa. La Iglesia necesita religiosas que puedan hacer un servicio intelectual a todos los niveles para redescubrir el auténtico valor del servicio.

de Rita Mboshu Kongo
Hija de María Inmaculada y Corredentora