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En Apertura

El largo camino
de las religiosas

 Suore, la lunga marcia   DCM-004
02 abril 2022

Por primera vez una mujer votará en la asamblea sinodal


El año pasado, la noticia de que por primera vez una mujer votaría en la Asamblea de los obispos copó los titulares. Sor Nathalie Becquart, de la Congregación de las Javerianas fue nombrada por Francisco, en febrero de 2021, como subsecretaria del Sínodo y con su nombramiento obtuvo un derecho que, hasta la fecha, solo podían ejercer los hombres. “Me siento como un pequeño eslabón en una gran cadena, donde están las mujeres que me precedieron. Pienso en las madres conciliares y en las que están en las Iglesias locales, en mis hermanas, en las laicas y en todas las mujeres del pueblo de Dios. No estoy aquí por mí, vivo todo esto con sencillez, pero con un gran sentido de la Historia”, ha asegurado Nathalie en varias ocasiones. Algunos de los eslabones de la larga cadena que menciona se forjaron en el edificio del Lungotevere, en la Piazza di Ponte Sant'Angelo, donde tiene su sede la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). Es la red que desde 1965 aglutina a las congregaciones de mujeres de todo el mundo para compartir formación a través de cursos, encuentros y publicaciones. Hoy la UISG cuenta con 1903 superioras que representan cientos de congregaciones en África (166), Asia (184), Europa (1046), América (479) y Oceanía (28).

Las superioras se dividen en 36 grupos, llamados Constelaciones, y están presentes en todos los continentes. Ellas eligen a las Delegadas quienes, junto con los miembros del Comité Directivo, forman el Consejo de Delegadas. La UISG colabora con Conferencias de Religiosas, por ejemplo, con la Clar de América Latina y el Caribe, la Lcwr estadounidense o la Conferencia Canadiense. Ha generado proyectos intercongregacionales de paz, justicia, ecología, solidaridad y cambio social, con especial atención a los más vulnerables. Como el Catholic Care for Children (CCC) cuyo objetivo es garantizar que los niños puedan vivir en familias sanas y acogedoras; o el Proyecto Migrantes, en Sicilia, en el que religiosas de distintas congregaciones se ocupan de la integración y acompañamiento de quienes desembarcan en la costa siciliana. También está la iniciativa Tutela para brindar apoyo y formación sobre los múltiples aspectos del abuso (sexual, espiritual y psicológico). O la campaña Sembrando Esperanza para el Planeta, inspirada en la encíclica del Papa Francisco Laudato Si'. Y, por último, Talitha Kum, la iniciativa internacional nacida en 2009, contra la trata y explotación de personas, presente en casi 90 países.

A lo largo de los años, la UISG ha adquirido reconocimiento y credibilidad. Para entender de dónde partimos, es interesante consultar el volumen de sor Grazia Loparco, Consagradas para la Iglesia y para el mundo, que reconstruye los primeros 50 años de la UISG, desde el inicio hasta 2015. Una historia que muestra cómo, en pocas décadas, concienciación y empoderamiento han ido de la mano. Los boletines que componen el libro hablan de los Comités creados para explorar temas que afectan a las mujeres consagradas y se entrelazan con noticias sobre educación, justicia y paz, vocaciones y mujer. También ha habido mucha formación y estudio. A finales de los años setenta las superioras se dieron cuenta de que era necesario llenar algunos vacíos teológicos, elaborar un pensamiento que partiera no solo de la práctica, sino también de una formación reglada. En los años siguientes, se pusieron sobre la mesa temas centrales en la vida de la Iglesia, desde la inculturación hasta los nuevos ministerios. Años después, se sumergieron en el problema de los abusos y el de la ‘inmigración religiosa’ de mujeres jóvenes, novicias, traídas a Occidente para apoyar obras que estaban destinadas a desaparecer. “La historia de la UISG aparece como la punta del iceberg en cuya base se encuentra la experiencia de cientos de miles de mujeres repartidas en distintos continente”, escribe Loparco.   

Los inicios se remontan a 1951, cuando Pío XII, con la intención de crear un consejo nacional de religiosas, convocó una reunión extraordinaria en la que participaron las Superioras Generales que tenían la casa generalicia en Roma. A partir de ese momento continuaron reuniéndose regularmente hasta crearse la UISG, que fue aprobada oficialmente por el Concilio Vaticano II en su último día de trabajos, el 8 de diciembre de 1965.

En 1970 hubo un punto de inflexión. Ese año, tal y como escribe Loparco, la presidenta, sor Mary Linscott, fue consultada para un documento sobre la vida religiosa por el cardenal Villot, secretario de Estado. En realidad, fueron las religiosas quienes lo solicitaron, ya que solo se había consultado a la Unión de Superiores Generales. La hermana Linscott fue invitada personalmente, como presidenta de la UISG. Ella, por su parte, pidió ir acompañada por todo el órgano ejecutivo. “En muy poco tiempo, se organizó 23 superioras de todo el mundo acudieron a Roma. Estudiaron los borradores y preparando sus observaciones. Junto a estas, las superioras enviaron al Papa una carta con una descripción de la experiencia de la vida religiosa y sus esperanzas para el futuro. La Evangelica Testificatio apuntó muchas de las recomendaciones de la USG y de la UISG”. En el último momento, la UISG también fue invitada a participar en el sínodo de los obispos en 1971 y 1974. En esos años quedaba todo por conquistar y también la relación con representantes de los religiosos. “La consulta sobre las sesiones plenarias del Dicasterio para los Religiosos fue más lenta, ya que a principios de los años setenta todavía existía la idea de que las religiosas no formaban parte de él”, escribe Loparco. Solo a partir de 1976 las religiosas de la UISG pudieron participar y hablar en las Plenarias.

En cuanto a los sínodos, pasarán más de 40 años para que se empiece a notar la diminuta presencia de las religiosas. “Las religiosas representamos el 80 por ciento de la vida religiosa y solo pudimos tener a tres representantes en este sínodo y en el anterior sobre la familia”, declaró la hermana Sally Hodgdon, entonces vicepresidenta de la UISG, después del sínodo de la juventud de 2018.

Sobre el Sínodo de la Amazonia, la religiosa aseguraba: “Después de pedir oficialmente poder estar presentes, nos respondieron afirmativamente, pero nos dieron criterios para elegir a las tres hermanas representantes de la UISG. Las religiosas representan solo el 20 por ciento y siempre tienen diez miembros que los representan”. Las religiosas escribieron al Papa y, al final, en Asamblea sobre la Amazonía, de 55 auditoras, 10 fueron religiosas de la UISG. En 2018, entre otras cosas, surgió un animado debate en torno a una petición promovida por una docena de organizaciones (como Voices of Faith y Future Church) para pedir a los padres sinodales y al Papa que las superioras religiosas generales pudieran votar en el Sínodo, como los religiosos no son sacerdotes. El sínodo de obispos actual, que tendrá su asamblea final en 2023, trata sobre el tema de la sinodalidad. La UISG forma parte de este camino, tanto a través del tema de la plenaria (del 2 al 6 de mayo el encuentro en Roma) como con las contribuciones que la UISG y la USG enviarán al final de la etapa diocesana. Hoy en día todavía no sabemos cómo será la composición de esa Asamblea sinodal, pero lo cierto es que habrá una presencia con voto, la de sor Nathalie Becquart. Estará ahí gracias a esa cadena que viene de lejos y que se enriquecerá con nuevos eslabones.

de Vittoria Prisciandaro
Periodista, Periodici San Paolo «Credere» e «Jesus»