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Arte

Creer sin ver

 Credere  DCM-003
05 marzo 2022

El peregrino moderno de Caravaggio


En la Madonna de Loreto, conocida como la Madonna dei Pellegrini, Caravaggio se desmarca de la tradición iconográfica de la Virgen con el Niño sentada en el techo de la Santa Casa que llevan los ángeles hacia Loreto. La originalidad de la pintura, encargada para la iglesia de San Agustín del marqués Cavalletti en 1603, es la imagen de la Maddona que encontramos en una estatua antigua está dentro de la Sacra Casa de Loreto y que, a su vez, remite a Lena, Maddalena Antognetti, amante de Caravaggio.

Sin embargo, la elección de una conocida cortesana y los pies descalzos y sucios, realidad cotidiana de los peregrinos que llegaban a Roma en el Jubileo de 1600, suscitó una crítica por parte de los teóricos del arte, pero no un rechazo por parte del Concilio de Trento. Gabriele Paleotti escribe que, si para complacer al pueblo el pintor puede dejarse llevar por cualquier “suerte de intemperancia”, debe hacerlo “siempre con el decoro y la dignidad del sujeto”. El cuadro expresa una doble belleza, a través de dos interpretaciones opuestas de las necesidades del pueblo; por un lado, subrayando cómo aquellos pobres confiaban sus miserias a la Virgen precisamente porque no percibían en ella a un ser superior, sino parte del pueblo; y, a la vez, la pintura responde a la sencillez de la fe popular que necesita confortarse con lo milagroso y lo trascendente, algo necesario para superar las miserias cotidianas.

Así, las personas que se arrodillaban ante el cuadro experimentaban una verdadera revolución de la mirada, casi profética, que contenía en sus ojos también el peregrino del Jubileo del 2000: “El ser humano es por naturaleza viajero, homo viator. Estamos en un camino que va del vientre de la madre al de la madre tierra; viajeros sedientos de nuevos horizontes, abiertos al absoluto y al infinito”.

Entre el vientre de María y la tierra a los pies de los peregrinos, se abre un espacio en el que acontece el verdadero encuentro: creer sin ver. La Virgen aparece como realmente existente en la pintura y, al mismo tiempo, los peregrinos en la pintura no la ven realmente, mientras que el observador puede verlo todo. “Lo que tenemos ante nosotros es la imagen de una imagen, pero, al mismo tiempo, es la imagen de María misma” escribe el teórico del arte Krüger. Por tanto, Caravaggio, como en otros cuadros, no pinta la ilusión de alguien que no está realmente allí, sino que hace visible la presencia de una persona, distinguible de la realidad del cuadro.

Lo divino de Caravaggio es inmanente al ver. Un peregrinaje de la mirada misma. 

de Yvonne Dohna Schlobitten


El marqués peregrino



La Madonna dei Pellegrini o di Loreto es un óleo sobre lienzo (260x150 cm) de Caravaggio, datado entre 1604 y 1606 y conservado en la Capilla Cavalletti de la Basílica de San Agustín en Roma.

El retablo realizado gracias a un legado del Marqués Ermete Cavalletti, fue encargado por la viuda y albacea Orinzia de 'Rossi.

El título a la Virgen de Loreto deriva de la devoción de la noble familia a la Virgen Lauretana y como consta por el contrato de 1603. Testimonia la devoción del marqués y también la participación en una peregrinación al santuario de Loreto que tuvo lugar unos meses antes de su muerte.

A principios del siglo XVII en Italia, el pequeño pueblo de la región de las Marcas era ya uno de los lugares más visitados por los católicos.