Videomensaje del Papa con ocasión de la Jornada mundial del enfermo

Rezar por quien sufre solo y no tiene acceso a los servicios sanitarios

 Rezar por quien sufre solo y no tiene acceso a los servicios sanitarios  SPA-007
18 febrero 2022

La oración del Papa es «por todos los hermanos, en cada rincón del mundo, especialmente por aquellos que están más solos y no tiene acceso a los servicios sanitarios»: lo aseguró él mismo en el videomensaje a los participantes en el Webinar: «Jornada mundial del enfermo: significado, objetivos y desafíos» que tuvo lugar en la tarde del jueves 10 de febrero —entre las 15 y las 17.30— por iniciativa del Dicasterio para el Servicio del desarrollo humano integral, en la vigilia de la xxx Jornada mundial del enfermo. El tema de la Jornada es «“Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36): ponerse junto a quien sufre en un camino de caridad». Además, a las 10 del viernes 11 de febrero, el cardenal Turkson presidió la celebración de la misa en la basílica vaticana. A continuación, el videomensaje de Francisco.

Dirijo mi saludo a todos vosotros que participáis en este Webinar: “Jornada Mundial del Enfermo: significado, objetivos y desafíos”, organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, con ocasión de la xxx Jornada Mundial del Enfermo. Y el pensamiento va con reconocimiento a todos aquellos que, en la Iglesia y en la sociedad, están con amor junto a quien sufre. La experiencia de la enfermedad nos hace sentir frágiles, nos hace sentir necesitados de los otros. No solo eso. «La enfermedad impone una pregunta por el sentido, que en la fe se dirige a Dios; una pregunta que busca un nuevo significado y una nueva dirección para la existencia, y que a veces puede ser que no encuentre una respuesta inmediata». [1]

San Juan Pablo ii indicó, a partir de su experiencia personal, el sendero de este camino de búsqueda. No se trata de plegarse sobre uno mismo, sino, al contrario, abrirse a un amor más grande: «Si un hombre se hace partícipe de los sufrimientos de Cristo, esto acontece porque Cristo ha abierto su sufrimiento al hombre porque Él mismo en su sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido partícipe de todos los sufrimientos humanos. El hombre, al descubrir por la fe el sufrimiento redentor de Cristo, descubre al mismo tiempo en él sus propios sufrimientos, los revive mediante la fe, enriquecidos con un nuevo contenido y con un nuevo significado» (Carta ap. Salvifici doloris, 11 de febrero de 1984, 20).

No se debe «olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades». [2] La persona en su integridad necesita cuidado: el cuerpo, la mente, los afectos, la libertad y la voluntad, la vida espiritual… El cuidado no se puede seccionar; porque no se puede seccionar el ser humano. Podremos –paradójicamente– salvar el cuerpo y perder la humanidad. Los santos que se han hecho cargo de los enfermos siempre han seguido la enseñanza del Maestro: curar las heridas del cuerpo y del alma; rezar y actuar para la sanación física y espiritual juntas.

Este tiempo de pandemia nos está enseñando a tener una mirada sobre la enfermedad como fenómeno global y no solo individual, y nos invita a reflexionar sobre otros tipos de “patologías” que amenazan a la humanidad y al mundo.

Individualismo e indiferencia al otro son formas de egoísmo que resultan lamentablemente amplificadas en la sociedad del bienestar consumista y liberalismo económico; y las consecuentes desigualdades se encuentran también en el campo sanitario, donde algunos gozan de las llamadas “excelencias” y a muchos otros les resulta difícil acceder a los cuidados básicos. Para sanar este virus social, el antídoto es la cultura de la fraternidad, fundada sobre la conciencia de que somos todos iguales como personas humanas, todos iguales, hijos de un único Padre (cfr Fratelli tutti, 272). Sobre esta base se podrán tener cuidados eficaces y para todos. Pero si no estamos convencidos de que somos todos iguales, no irá bien.

Teniendo siempre presente la parábola del buen samaritano (cfr ibid., Capítulo ii ), recordemos que no debemos ser cómplices ni de bandidos que roban a un hombre y lo abandonan herido por la calle, ni como los dos funcionarios del culto que lo ven y pasan de largo (cfr Lc 10,30-32). La Iglesia, siguiendo a Jesús, Buen Samaritano de la humanidad, siempre ha trabajado por los que sufren, dedicando, en particular a los enfermos, grandes recursos tanto personales como económicos. Pienso en los dispensarios y en las estructuras sanitarias en los países en vías de desarrollo; pienso en las muchas hermanas y los muchos hermanos misioneros que a menudo han gastado la vida para cuidar a los enfermos más indigentes; a veces ellos mismos enfermos entre los enfermos.

Y pienso en los numerosos santos y santas que en todo el mundo han iniciado obras sanitarias, involucrando compañeros y compañeras y dando así origen a congregaciones religiosas. Esta vocación y misión para el cuidado humano integral debe también hoy renovar los carismas en el campo sanitario, para que no falte la cercanía a las personas que sufren.

Dirijo un pensamiento lleno de gratitud a todos aquellos que en la vida y en el trabajo están cada día cerca de los enfermos. A los familiares y a los amigos, que asisten a sus seres queridos con afecto y comparten alegrías y esperanzas, dolores y angustias. A los médicos, a las enfermeras y a los enfermeros, a los farmacéuticos y a todos los trabajadores sanitarios; como también a los capellanes de hospitales, a las religiosas y a los religiosos de los Institutos dedicados al cuidado de los enfermos y a muchos voluntarios, hay muchos voluntarios. A todas estas personas les aseguro mi recuerdo en la oración, para que el Señor les done la capacidad de escuchar a los enfermos, de tener paciencia con ellos, de cuidar de forma integral, cuerpo, espíritu y relaciones.

Y rezo de forma particular por todos los enfermos, de cada rincón del mundo, especialmente por aquellos que están más solos y no tienen acceso a los servicios sanitarios. Queridos hermanos y hermanas, os encomiendo a la protección materna de María, Salud de los enfermos. Y a vosotros, y a los que cuidan de vosotros, envío de corazón mi Bendición.

1 Mensaje para la xxix Jornada Mundial del Enfermo (20 de diciembre de 2020), 2.

2 Mensaje para la xxx Jornada Mundial del Enfermo (10 de diciembre de 2021), 3.