Videomensaje a las Hermanas Hijas de la Caridad

Madres y Hermanas de los Pobres

26 noviembre 2021

Ser “madres y hermanas” de los pobres: esta es la misión indicada por el Papa a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en un vídeomensaje enviado el 20 de noviembre a los participantes en la asamblea general de la congregación, que finalizó el domingo 21 de noviembre, en París.

Queridas hermanas:

Estáis reunidas en Asamblea en París, en vuestra Casa Madre de la Rue du Bac, para reflexionar, a la luz del Evangelio, sobre vuestra misión. El tema que habéis elegido es valiente, “Ephata”, y os lleva a considerar la necesidad de “cruzar el umbral de la puerta”, de no cansarse de “ir hacia”, de “encontrar”. Esta ha sido su característica desde el principio.

Una Compañía de mujeres hecha para ir a llevar el amor de Cristo a los pobres. Esto os ha llevado en todo el mundo no sólo a asistir a los pobres en grandes institutos, hospitales, orfanatos, escuelas, sino a visitarlos, a salir a su encuentro en los lugares donde viven, a participar con ellos en el camino del crecimiento humano, de la promoción de la vida, de la atención espiritual.

Os invito a mirar la belleza de vuestra vocación, ¡que es hermosa! Dios os ha confiado a sus queridos pobres. Sois madres y hermanas para ellos, no suegras, madres y hermanas. Madres porque con vuestro amor, vuestra atención a todas sus necesidades, les generáis al Amor de Dios y les reabrís a la belleza de la vida.

Hermanas, porque los apoyáis en su condición y los acompañáis a redescubrir la dignidad en los múltiples caminos de la vida que recorréis con ellos. De este modo, os convertís cada vez más en Hijas de la Caridad, que, según el pensamiento de vuestro fundador, San Vicente de Paúl, significa ser Hijas de Dios, imagen del Amor más grande que Dios mismo nos ha testimoniado.

Como Hijas de la Caridad, en este tiempo marcado por tantas contradicciones y tantas formas de marginación, tenéis un papel histórico como mujeres que viven una forma particular de consagración, la de acompañar a tantos hermanos nuestros víctimas de la violencia y de la discriminación, la de educar a los niños que son las primeras víctimas de los abusos de los adultos, la de custodiar y defender la vida que os rodea, con vuestra sonrisa, vuestros cuidados, vuestra entrega al servicio de los más pequeños.

Os invito a trabajar para que se garanticen a todos los derechos fundamentales que aseguran una vida digna, para ayudar a salvaguardar nuestra casa común, para transmitir la fe y los valores cristianos a las nuevas generaciones, y para educarlas en el cuidado de los demás. ¡Hay tanto que hacer! Dios os llama a responder con vuestra generosidad. Dios os llama a encontraros, a escuchar, a caminar en la historia, a caminar juntos para compartir los asuntos de la humanidad.

Seguís siendo una gran fuerza espiritual en la Iglesia y en el mundo. Pido al Señor, por intercesión de María, la única Madre de vuestra Compañía, que os proteja en vuestra vocación y dé impulso a vuestra misión.

Que el Señor os bendiga, que la Virgen os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Gracias.