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Tribuna Abierta

¿La santidad de la puerta
de al lado necesita
de los milagros?

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06 noviembre 2021

Hay libros que llegan en el momento oportuno y dejan huella. Para mí, uno de ellos fue Gente in Aspromonte, de Corrado Alvaro, un volumen capaz de aportar un atisbo de santidad donde nadie lo imagina y, al mismo tiempo, un estallido de lo cotidiano en lo sagrado. En una de sus páginas se habla de tallas de santos con los rostros de “paisanos que han dejado de sufrir”. Figuras que pueblan las iglesias medio abandonadas del campo, en hornacinas en las murallas de la ciudad y también en pinturas importantes. Esas representaciones me han enseñado una pietas que llama a abrirse a una reforma litúrgica y a reflexiones teológicas.

¿Qué es la equivalencia?

Las beatificaciones y canonizaciones del tercer milenio son también un poco de ese tipo, misceláneas, elevan a los altares a fundadores y fundadoras, a papas y a muchos mártires. Recuperan además a santos venerados que habían quedado como “suspendidos” en el tiempo. Tales son los casos de Margarita de Città di Castello y Angela de Foligno. Estas dos últimas llegaron a la gloria de los altares a través de lo que se denomina “canonización equivalente”. Significa que se ha hecho una excepción para ellas dos al declararlas santas después de que su causa hubiera quedado congelada hace siglos. Una equivalencia aquí es, por tanto, una derogación de los mecanismos habituales de la fábrica de los santos, una especie de amnistía que reconoce la reputación de santidad expresada por el pueblo cristiano que antecede a cualquier regulación. Esto es importante porque sugiere que de lo que estamos hablando es, ante todo, del milagro de una vida compartida como pan, multiplicada en la confianza e iluminada por la gracia. En Gaudete et exsultate se lee precisamente esto. También cuando Francisco en el Motu proprio de 2017 (Maiorem hac diletionem) ensancha los parámetros del martirio. De tal suerte que, desde mi punto de vista, sería deseable que desapareciera el requisito de los milagros acreditados después de la muerte del santo. O si no desapareciese, al menos, que no tuviera tanto peso.

Comunión de los santos sin fronteras

Por ahora, sigue vigente el requisito del milagro, un elemento que provoca una tensión considerable en los comités de quienes presentan a alguien para el proceso de canonización. Sin embargo, el aire que se respira, - desde el capítulo V de Lumen gentium pasando por Novo Millennio ineunte de Juan Pablo II hasta Gaudete de Francisco -, es diferente e invita a los altares también a esos “santos de la puerta de al lado” (GE 6). Conviene aclarar que no supone rebajar las exigencias de la vida cristiana, sino que nos enseña a reconocerlas en los caminos menos predecibles y quizá, por tanto, más evangélicos. Cómo no recordar algunos pasajes clave de esta exhortación apostólica que no se limita a dignificar los gestos cotidianos y los pequeños detalles del amor (n. 145), sino que bendice la vida de quienes viven la santidad llamándola con otros nombres. Esta dimensión se expresa en las palabras de Edith Stein:

“En la noche más oscura surgen los grandes profetas y santos. Mientras, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible. Seguramente los acontecimientos decisivos de la historia del mundo han estado esencialmente influenciados por almas de las que no se dice nada en los libros de Historia. Y cuáles son las almas a las que tenemos que agradecer los hechos decisivos de nuestra vida personal, es algo que solo conoceremos el día en que todo lo que está oculto se revele”.

Grandes gestos, hasta entregar el don de la vida, y pequeñas atenciones evangélicas que podemos aplicar en nuestros propios hogares.

El pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta. El pequeño detalle de que faltaba una oveja. El pequeño detalle de la viuda que ofreció dos monedas. El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio llega tarde. El pequeño detalle de pedir a los discípulos que vean cuántos panes tienen. El pequeño detalle de tener un fuego listo y un pescado a la parrilla esperando a los discípulos al amanecer.

Las raíces y el futuro

Volviendo a la lista de canonizaciones de los últimos años, no se puede negar que hay muchas mujeres, en gran parte, fundadoras de congregaciones religiosas. Vale la pena detenerse un momento en este aspecto, pero no (solo) para lamentar la ausencia casi total de laicas, excluyendo mártires y padres de consagrados. La historia de esas mujeres es sometida a lectura por la Congregación para las causas de los Santos porque lleva consigo la vida de muchas otras, su memoria espiritual, su entrega y su deseo de futuro. Es muy importante y nunca debe olvidarse, por encima de cualquier cálculo estadístico.

Una última observación: no negamos al fervor la compañía del pensamiento. La memoria devota no siempre se expresa de manera apropiada. Por ejemplo, los imaginarios de quienes ofrecen espiritualmente su vida a Dios por alguna causa son generosos, pero desarticulados, porque proyectan sobre Dios escenografías de películas de espadachines en las que necesariamente debe correr la sangre. Una imagen que no se corresponde con las del Padre misericordioso de los Evangelios. Manteniendo lo bueno, despojándolo de lo inapropiado, alcanzaremos una gran cota de espiritualidad.

de Cristina Simonelli
Teóloga, docente de Antigüedad cristiana en la Facultad de Teología de l’Italia settentrionale, Milán y Verona.