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Contracorriente

 Controcorrente  DCM-010
06 noviembre 2021

Los santos no son superhombres ni nacen perfectos. Son personas que, antes de alcanzar la gloria del Cielo, vivieron una vida normal, con sus alegrías y sus penas, sus esfuerzos y esperanzas, tal y como dijo Francisco en 2013 la primera vez que celebró la Fiesta de Todos los Santos como Pontífice. Esto se puede aplicar especialmente en el caso de los beatos y santos elevados a los altares durante este pontificado.

En la “política” sobre la santidad femenina del actual Pontífice, si es que la hubiera, el factor común es la plena humanidad de las mujeres propuestas para los altares. La santidad de la puerta de al lado.

En el pasado, los beatos y los santos, además de ser objeto de devoción, también fueron herramientas para fortalecer la identidad (y el poder) de las comunidades y poblaciones. Sus virtudes se han plasmado a través de imágenes y símbolos iconográficos como los lirios para simbolizar la moral y la pureza, las rosas rojas como símbolo de la caridad que puede conducir al martirio, o las espadas para indicar una vida al servicio de la fe.

Las santas de hoy parecen trazar nuevos caminos ya que ni son heroínas ni son mujeres beatificadas tras haber abandonado una familia acomodada. Su santidad no está en función del poder.

Son mujeres normales, con vida secular o consagrada, que han trabajado o estudiado, que han sido esposas o madres, mujeres comprometidas con la vida comunitaria, eclesial o civil. Han sido místicas o mujeres inmersas en su vida cotidiana, no pocas veces dura. Y, no pocas veces, entre sus virtudes encontramos el sentido del humor.

Es importante que se reconozca cómo hoy la santidad femenina se expresa a través de otras formas. Es significativo que el modelo de Iglesia que plantean estas mujeres sea, ante todo, el de una Iglesia justa.

En muchos artículos de este número dedicados a las mujeres beatificadas y canonizadas por Francisco, se cita Gaudete et exsultate, la exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo con la que el Pontífice subraya que se llega a ser santo viviendo las Bienaventuranzas. Hoy en día esto significa vivir contracorriente.

“Buscad la justicia”, “ayudad al afligido”, “haced justicia al huérfano”, “defended la causa de la viuda…” Francisco cita a Isaías. Las mujeres siempre hemos estado a la vanguardia en estos frentes. (DCM)