«Maestras» de «preocupación hacia los pobres y escucha de los pobres»: así definió el Papa Francisco a las hermanas de la Caridad de santa Juana Antida Thouret, recibiendo en audiencia –el lunes 11 de octubre por la mañana en la sala Clementina– a las participantes del 21º capítulo general del instituto religioso femenino, que se celebró en Roma del 25 de septiembre al 15 de octubre.
¡Queridas hermanas!
Os doy la bienvenida con ocasión de vuestro 21º Capítulo general, que finalmente habéis conseguido celebrar. Doy las gracias a la recién elegida Superiora General por su saludo: a usted y al nuevo consejo les deseo un servicio sereno y fructífero. Y me uno a vuestro reconocimiento por la Superiora y las consejeras salientes.
Precisamente sor Nunzia, cuando escribió para pedir la audiencia, señalaba la coincidencia de vuestro Capítulo con la apertura del Sínodo. Escribía así: «Estaremos en comunión con toda la Iglesia y con usted». Quisiera detenerme un momento sobre esto. Antes que nada os doy las gracias por vuestra oración, con la que acompañáis el inicio del recorrido sinodal. Pero también quiero aprovechar esta coincidencia para evidenciar que el compromiso que asumimos como Iglesia de crecer en la sinodalidad es un estímulo fuerte también para los Institutos de vida consagrada. En particular, vosotras consagradas sois una presencia insustituible en la gran comunidad en camino que es la Iglesia. Viene a la mente la imagen de Jesús que recorre los caminos de Galilea, de Samaria y de Judea: con él hay discípulos, y entre ellos muchas mujeres; de algunas conocemos también los nombres (cfr Lc 8,1-3). Me ha gustado lo que dijo la precedente Superiora General: “Vuelvo a la calle”: es bonito, con la gente. Me gusta pensar que vosotras consagradas seis una prolongación de esa presencia femenina que caminaba con Jesús y con los Doce, compartiendo la misión y dando la propia aportación peculiar.
Y vosotras, hermanas de la Caridad, ¿de qué forma más específicamente participáis en este camino? ¿Cuál es vuestra contribución original? Os dejo estas preguntas, que naturalmente no tienen respuestas ya preparadas, preconfeccionadas. Y las respuestas que no son preconfeccionadas son las mejores. Pero me parece ver que en el tema de vuestro Capítulo está incluida una respuesta. El tema de hecho es: volver a salir desde Betania, con la preocupación de Marta y la escucha de María.
Mientras tanto aquí hay de nuevo la presencia de dos mujeres, Marta y María, con sus nombres y sus rostros. Dos discípulas que han tenido un lugar muy importante en la vida de Jesús y de los Doce, se ve bien en los Evangelios. Esto confirma que sobre todo en cuanto mujeres y en cuanto bautizadas, es decir discípulas de Jesús, vosotras sois presencia viva en la Iglesia, participando en la comunión y en la misión. No debemos olvidar nunca lo que está en la base: el Bautismo. Porque aquí está la raíz de todo. A partir de esta raíz Dios ha hecho crecer en vosotros la planta de la vida consagrada, según el carisma de Santa Juana Antida.
Pero el tema de vuestro Capítulo dice más, con esas dos palabras: “preocupación” y “escucha”. Estoy seguro de que si conseguís realmente vivir la preocupación y la escucha, con el ejemplo de las santas hermanas Marta y María de Betania, vosotras seguiréis dando vuestra valiosa contribución al camino de toda la Iglesia. En particular, preocupación hacia los pobres y escucha de los pobres. Aquí vosotras sois maestras. Sois maestras no con las palabras, sino con los hechos, con la historia de tantas hermanas vuestras que han dado la vida por esto, en la preocupación y en la escucha a las personas ancianas, enfermas, marginadas; cerca de los pequeños, de los últimos con la ternura y la compasión de Dios. Esto edifica la Iglesia, la hace caminar en el camino de Cristo que es el camino de la caridad. Había dicho que el vuestro es un testimonio al estar cerca de los últimos, con ternura y compasión. El estilo de Dios es este: cercanía, ternura y compasión. Dios siempre hace así. En la medida en la que nosotros hagamos lo mismo, seremos más parecidos a ser pastores como Dios. No os olvidéis de esto: siempre cercanía, siempre compasión y siempre ternura.
Por esto, queridas hermanas, os doy las gracias de corazón en nombre de toda la Iglesia. La Virgen María y Santa Juana Antida os protejan siempre. Os bendigo a vosotras y a todas vuestras hermanas en el mundo. Y vosotras, por favor, seguid rezando por mí, lo necesito. ¡Gracias!