Madres del Concilio

La fiel crítica

 La fedele critica   DCM-007
03 julio 2021

Pilar Bellosillo contribuyó a cambiar la Iglesia no solo en España


“Las mujeres se preguntan por qué la fuerza liberadora del Evangelio, ha estado, en el curso de la historia, tan condicionada y contenida. Por qué la actitud de Jesús con las mujeres y con todos los oprimidos, actitud verdaderamente revolucionaria en su tiempo, tan significativa y luminosa ha perdido su fuerza y su significado en el curso de los siglos.”

En los años 60 Pilar Bellosillo planteaba esta pregunta, aún vigente sesenta años después, y se comprometió con la Iglesia y en la Iglesia, a luchar con esperanza y tenacidad por la liberación de la mujer, por la liberación de los oprimidos, desde la profunda convicción de que Cristo nos libera, libera a la mujer, libera a los que sufren alguna forma de opresión de las consecuencias del pecado que bloquean y condicionan la comprensión y la realización de la dignidad y de la igualdad original de todos los hombres.

Atenta a “los signos de los tiempos”


Pilar fue una mujer profética y carismática, como los fueron en Israel las profetisas Débora o Juldá, una mensajera de Dios en el siglo XX. Su vida transcurre entre 1913 y 2003, una etapa histórica que estará marcada por acontecimientos claves en la historia de la humanidad las dos Guerras Mundiales; en España la guerra civil, el régimen de Franco, el nacional-catolicismo y las primeras elecciones democráticas y en la Iglesia el Concilio Vaticano II. Un sinfín de “signos de los tiempos” a los que Pilar estuvo atenta e intentó dar respuesta.

Pilar Bellosillo nació en Madrid en 1913 y desde muy joven se define como una persona libre y responsable cuya utopía es una sociedad más humana, más justa, más vivible, más fraterna. Terminada la guerra civil española toma el compromiso de dedicarse al apostolado, que ella define como una aventura personal apasionante que va a durar toda su vida. 

Como los profetas, Pilar es captada por la Palabra, servidora de ella, dispuesta a entregarle su vida. No se conforma con ser una receptora pasiva de los textos bíblicos, sino que los integra en la búsqueda de la verdad y está particularmente atenta a lo que la Palabra dice sobre las mujeres, haciendo su particular exégesis, en una época en la que la se justificaba, con argumentos teológicos y de la Sagrada Escritura, la inferioridad de las mujeres respecto a los hombres y los roles específicos de esta en la Iglesia y en el mundo. Junto a un grupo de mujeres cristianas de diversos países toman conciencia de lo que ellas definen como “permanente ambigüedad (más bien contradicción) en la Iglesia: se afirma el principio evangélico de igualdad absoluta de los sexos, a nivel de la vida sobrenatural, y se justifica una desigualdad a nivel práctico y disciplinario” y se comprometen “a ayudar a la Iglesia “desde dentro” en esta toma de conciencia crítica, a fin de estimularla a que responda a los designios de Dios sobre el ser humano: varón- mujer”. La creatividad y la visión de los planteamientos de aquellas mujeres han tenido un gran impacto en la base fundamental del pensamiento sobre las mujeres, tanto en medio civiles como religiosos, pero en los años cincuenta era una tarea de gigantes poner sobre el tapete el cambio de mentalidad que eso significaba.

Liderazgo al servicio de la Iglesia


La vida de Pilar fue una vida de amor y de servicio incondicional a Dios y a la Iglesia, especialmente desde las instituciones eclesiales laicales, en las que asumió muy diversas responsabilidades y a las que contribuyó a renovar fomentando el compromiso social y el trabajo por la justicia de sus miembros. Con solo 27 años fue nombrada Presidenta Nacional de la Jóvenes de la Acción Católica Española (ACE) y posteriormente, como Presidenta Nacional de las Mujeres de ACE puso en marcha los Centros de Formación Familiar (Centros Católicos de Cultura Popular), la “Semana Impacto” de formación y la “Campaña contra el Hambre – Manos Unidas”. En el año 1952 entró a formar parte del Consejo Internacional de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), siendo nombrada Presidenta en 1961, lo que permitió que su influencia y actividad se trasladaran al mundo entero.

Concilio Vaticano II: Pentecostés personal y vocación laical


Pilar Pilar Bellosillo fue la única mujer laica española auditora del Concilio Vaticano II, vivió esa etapa intensamente y fue ciertamente el acontecimiento más trascendental en su vida, que ella resume en una frase: “Ese gran Pentecostés de la Iglesia fue mi Pentecostés personal y qué bien comprendí lo que era la vocación del seglar en la Iglesia”.

Su profunda vida de oración y disponibilidad a la llamada de Dios impulsan su misión profética que, como la de Jeremías, no es una vocación para el inmovilismo, para conservar lo anterior, sino que en la época de crisis y necesidad de renovación del mundo y de la Iglesia, en la que transcurrió la vida de Pilar, Dios va a pronunciar una palabra importante, que no cabe en moldes antiguos. Pilar descubrió esta llamada en el Concilio Vaticano II y escribe:

Recuerdo haber pasado noches en vela, que yo describía como “trabajada por el Espíritu”, en las que iba ordenándose el caudal que recibíamos. Esto me exigía a veces un despojo doloroso de lo caduco, y siempre la gozosa acogida de lo “nuevo”. Al presentar los temas se nos decía: “Hasta aquí la tradición de la Iglesia y esto es lo nuevo”. Ello me pedía esfuerzo para integrar en mi edificio interior lo “nuevo” y hacer un esfuerzo de coherencia. Este proceso fue muy doloroso en ocasiones, pero apasionante.

Atenta a la Palabra en la Escritura y en los “signos de los tiempos”, formó parte de la comisión que preparó la Gaudium et spes. Sus aportaciones junto a las de los auditores laicos en el Concilio fueron claves en lo referente a: la importancia y la responsabilidad del laico en la Iglesia; la necesidad de conseguir para las mujeres la igualdad en la Iglesia y en la sociedad, la importancia de la iniciativa privada en la Iglesia (Organizaciones Internacionales Católicas) y la dimensión ecuménica. En estos ámbitos, Pilar se comprometió durante toda su vida con espíritu vanguardista, de adelantada y precursora; con fidelidad y amor filial a la Iglesia.

El ecumenismo supuso para Pilar la vivencia de la cultura del encuentro y la amistad social de los que nos habla el Papa Francisco. Las mujeres católicas y protestantes vivieron los encuentros ecuménicos desde una amistad profunda… y la amistad en el ecumenismo, dice Pilar, es algo fundamental.

Fidelidad crítica ante las dificultades


Las dificultades encontradas para poner en práctica las afirmaciones del Concilio y las resistencias, por parte de la jerarquía, para aplicar de manera coherente las conclusiones del mismo, especialmente en lo referente a la mujer en la Iglesia, supuso para Pilar una fuerte decepción como creyente y como persona. Sin embargo, Pilar nunca deja de confiar en la Iglesia de Cristo, a la que tanto ama. Habla de momentos difíciles, incluso “dramáticos”, pero jamás se le ocurre que eso pueda ser motivo para marcharse de la Iglesia o para pasar a una actitud pasiva ante las dificultades. Por el contrario, toma siempre decisiones de prudencia y discreción, desde el amor a la Iglesia. No se trata únicamente de silencio pasivo, sino que, a pesar de las dificultades, desde su fe sigue trabajando en el ecumenismo y se compromete con el momento político español de la transición hacia la democracia, poniendo de su parte todo el empeño en conseguir una democracia justa, de inspiración cristiana.

La causa de beatificación


Una característica de los profetas es la capacidad de mantener la esperanza, aún en los momentos de mayores dificultades y como dice el papa Francisco iniciar procesos.

Pilar y sus compañeras en la AC y en la UMOFC trabajaron con el horizonte de la utopía, conscientes de que “el tiempo es superior al espacio, trabajando a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos y soportando con paciencia situaciones difíciles y adversas” (EG 222, 223) de esta manera llevaron a cabo una auténtica revolución de las ideas. Tomaron consciencia de que las mujeres eran las protagonistas de ese momento histórico, caracterizado por el despertar de la conciencia femenina en el mundo y de que era el momento de su “liberación”. Estaban convencidas de que sus iniciativas podrían tener en el futuro una misión histórica que cumplir en la Iglesia. Impulsaron las organizaciones de las que formaban parte, para que fuesen cada vez más coherentes con su misión, de acuerdo con la evolución progresiva de la sociedad y de la Iglesia, llevando a la práctica la dimensión socio-comunitaria de la Iglesia y promoviendo la creación redes y de vínculos entre organizaciones.

En 2019 se ha comenzado en la Archidiócesis de Madrid la fase previa para la apertura de la Causa de beatificación, porque la vida de Pilar ha sido heroica y digna de admiración. Pilar llevaba las páginas del Evangelio escritas en su propia vida y por ello tuvo una fuerza “sobrenatural” y parresía que es la valentía, la audacia para cuestionar todo aquello que sentía como radicalmente en contradicción con el proyecto de Dios para su pueblo. Podemos decir que es una de las mujeres que más ha contribuido a la transformación de la Iglesia en el siglo XX, un ejemplo de liderazgo cristiano. En el pontificado del Papa Francisco se están impulsando algunas de sus intuiciones proféticas: la amistad social, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, la apertura de la Iglesia al rol de la mujer en su seno o la importancia de lo que hoy conocemos como el camino hacia la sinodalidad.

de Adela González
Manos Unidas, ONG de Desarrollo de la Iglesia católica española