Naufragio de civilización

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16 junio 2021

«Una tragedia que desde hace años llama a las puertas de nuestra casa y sobre todo a la puerta de nuestra conciencia. Y que podría todavía más tristemente degenerar en un auténtico naufragio de civilización»: el del rico mundo occidental frente al drama de las migraciones en las aguas del Mediterráneo. Hace referencia al pasaje evangélico de la tormenta calmada (Mt 8, 23-25) la denuncia del cardinal Pietro Parolin, secretario de Estado, que el día 15 presidió la vigilia anual “Morir de esperanza”, organizada por la Comunidad de San Egidio en vista de la Jornada mundial de refugiado.

«Demasiada violencia, demasiadas instrumentalizaciones. Y mucha indiferencia — recalcó desde el altar de la basílica romana de Santa María Trastevere —. El Mare Nostrum corre el riesgo de transformarse en un Mare Mortuum», añadió utilizando las palabras de Francisco en el Ángelus del pasado domingo, cuando subrayó que «el Mediterráneo se ha convertido en el cementerio más grande de Europa».

Y el pasaje del Evangelio comentado por el cardenal en su homilía también remite al Pontífice: el mismo que inspiró al Papa Francisco el 27 de marzo de 2020 durante el histórico momento extraordinario de oración para invocar el final de la pandemia. En un cambio de perspectiva «ahora parece que sucede lo contrario» respecto a lo que sucedió en el mar de Galilea: «Somos nosotros los que dormimos, no Jesús – explicó el cardenal Parolin -. Y es él quien trata de despertarnos del sueño de la indiferencia, para que nos reconozcamos hermanos y hermanas de todos». Por otro lado, precisamente «sobre la cuestión migratoria el riesgo es el de permanecer dormidos, para después despertarse de golpe y durante poco tiempo cuando las noticias nos ponen delante de los ojos imágenes impactantes, como las recientes de los niños tendidos en la playa de Zuwara, en Libia». De aquí las repetidas exhortaciones de la Iglesia «a dirigir la atención a los nombres antes que a los números, a los rostros antes que a las estadísticas, a las historias de vida antes que a los hechos escuetos de las noticias».

La referencia es al «problema representado por las vallas partidistas difíciles de cruzar, que corren el riesgo de degenerar en visiones antitéticas y politizadas: acogida frente a defensa de las fronteras, solidaridad frente a seguridad, internacionalismo frente a patriotismo». Se trata de «antinomias que nos hacen olvidar la singular concreción de cada persona humana», aclaró el Secretario de Estado, admitiendo sin embargo al mismo tiempo «que, a menudo, incluso entre los creyentes, nos dejamos guiar por convicciones políticas, en lugar de por la radical Palabra del Evangelio».

Así, delante de la tentación de querer «distanciarse de los demás», el cardenal Parolin hizo notar cómo «en la tormenta que atravesamos» el Señor ofrece «una brújula, la fraternidad: el más allá de Dios se refiere al otro del hermano. Para no perder la ruta, ni de lo humano, ni de lo divino».

Esta es la conclusión de la reflexión que se hace oración por un despertar de las conciencias en la vieja Europa deseado por el purpurado: para que «la cuestión migratoria encuentre una respuesta solidaria» en el marco continental, yendo «más allá de la búsqueda de intereses particulares» y persiguiendo «políticas dirigidas a una integración cada vez más imprescindible».

«Es necesario detenerse – añadió en su saludo final Marco Impagliazzo presidente de San Egidio — no para acusar, sino para pedir una asunción de responsabilidad: si no se abren caminos legales y solidarios tendremos que seguir asistiendo a muchas muertes. De esta asamblea se alza una indignación moral por la sordera y la ceguera de nuestro mundo, se hace un llamamiento para que todo esto cambie». Un grito de dolor en el que se unieron los presentes, entre los cuales – en el espíritu que anima la Comunidad – italianos “viejos” y “nuevos”, migrantes y refugiados acogidos con pasillos humanitarios, para representar a los otros organismos que intervinieron: Caritas, la Federación de las Iglesias evangélicas en Italia, el Centro Astalli, la Asociación Juan XXIII, las Acli, los scalabrinianos, la Asociación comboniana de servicio emigrantes y refugiados (Acse).

Sobre el altar la cruz de Lampedusa, para conmemorar las vidas rota de quienes, por tierra o por mar, buscaban la esperanza; sobre las escaleras del presbiterio dos grandes fotografías sobre los peligros de las travesías marítimas y sobre la dureza de la “ruta de los Balcanes”. Canciones en italiano se alternaron con otras en árabe e inglés, así como oraciones, que acompañaron el recuerdo de los numerosos naufragios de este año y la deposición de dos coronas de flores.

de Gianluca Biccini