Protagonistas

Entre Estado y Mercado

 Tra Stato e mercato  DCM-005
30 abril 2021

Mariana Mazzucato: hay que repensar el capitalismo


Mariana Mazzucato se dio a sí misma una misión. No, no es solo el título de su último libro, Mission Economy. A Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books). Su misión comenzó hace mucho tiempo, hace muchos años, probablemente cuando era una joven estudiante en Estados Unidos, - hija de italianos en Nueva Jersey por trabajo, (su padre Ernesto era físico en el Plasma Physics Laboratory de la Universidad de Princeton) -, y empezó a preocuparse por el impacto de la tecnología en los trabajadores menos cualificados. “Creo que, para mí, mientras asistía a la universidad, fue fundamental mi acercamiento a la actividad sindical en los Estados Unidos de finales de los 80. Dejé Italia en 1973, una década en la que la juventud estadounidense de izquierdas después de Vietnam se interesaba por lo que pasaba más allá de su casa buscando construir un mundo mejor. Interesaba la guerra civil en Nicaragua o la situación en El Salvador. Pocos, especialmente entre los jóvenes, se fijaron en las profundas fracturas que se estaban creando en el tejido social de Estados Unidos. Hubo muchas huelgas, no solo por horas de trabajo, sino por las condiciones de vida en general. Pienso, por ejemplo, en los latinos que trabajaban en los hoteles de Boston”.

Después de graduarse en Historia y Relaciones Internacionales por la Universidad de Tufts, Mariana obtuvo una máster y comenzó un doctorado en Economía en la New School for Social Research. “Era 1990 y yo seguía estudiando la actividad sindical y preguntándome sobre las primeras consecuencias de la tecnología en el empleo”. En definitiva, algo estaba cambiando en un sistema económico que probablemente había perdido su poder innovador y que ya no podía encontrar el equilibrio entre Estado y Mercado por lo que, a partir de entonces, generaría serias desigualdades, ciudades contaminadas, marginación de grandes sectores de la población y, en muchos países desarrollados, crecimiento lento e insostenible o incluso estancamiento. A partir de ese momento, la misión de Mariana Mazzucato probablemente se cifró en repensar el capitalismo. De forma radical. Y redescubrir quién realmente genera “valor” en una economía moderna, yendo a la raíz teórica del concepto a través del binomio investigación y trabajo de campo: “La pandemia nos está enseñando lo importante que es repensar, por ejemplo, la relación entre lo público y lo privado o entre Estado y Mercado, que han de ser simbióticos, no opuestos, ni siquiera de mera sustitución del Estado allá donde el sector privado no genere utilidades o exista un denominado “fallo de mercado”. Como escribió Karl Polanyi, los mercados están profundamente arraigados en las instituciones políticas y sociales. Son el resultado de procesos complejos, de interacciones entre los diferentes actores de la economía, incluido el Estado. No se trata de una cuestión normativa, sino estructural: cómo nacen los nuevos sistemas socioeconómicos orientados al desarrollo social. El bien público se construye concretamente a través de la co-planificación, recuperando el papel de los gobiernos en la creación de valor económico y social. Exactamente lo contrario de lo que está pasando con las grandes farmacéuticas, expresión de un sistema económico parasitario que extrae valor social al tiempo que produce beneficio económico”. The enterpreneurial State fue su primer libro y el más conocido, duramente criticado por una lectura distorsionada en clave estatalista. Mazzucato sigue combinando dimensiones teóricas y empíricas y está considerada una de las economistas más influyentes a nivel internacional. Por ello, es consultora de gobiernos y organismos públicos. En Mondragón, España, sigue el trabajo de una de las mayores cooperativas europeas con 87.000 trabajadores: “La cooperación es un modelo que hay que estudiar en profundidad por su capacidad para generar el bien común. En Italia hay también una gran tradición en este sentido”, apunta.

De regreso en Europa y con cuatro hijos, Mariana se convirtió en profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London en 2017, y fundó y dirigió el Institute for Innovation and Public Purpose. En 2019 recibió el premio Madame de Staël a los valores culturales de parte de All European Academies. Al año siguiente ganó el premio John Von Neumann. A principios de abril, el presidente de la República, Sergio Mattarella, le otorgó el honor de la Gran Orden Oficial al Mérito de la República Italiana. Hablamos por teléfono a principios de marzo, cuando Londres estaba completamente cerrada. Mariana ocasionalmente publica algunas instantáneas de la ciudad desierta en las redes sociales. La crisis sanitaria y social provocada por el coronavirus también genera un compromiso renovado de repensar nuestro modelo de desarrollo en el que, con demasiada frecuencia, “los riesgos se socializan y las ganancias se privatizan. La crisis financiera global que comenzó en 2008 ya había desatado una montaña de críticas al sistema capitalista moderno por ser demasiado “especulativo” y por premiar a los “buscadores de rédito” en lugar de a los “creadores de riqueza”. Y ha permitido el rápido crecimiento de las finanzas, favoreciendo que el comercio especulativo de activos financieros se retribuyese más que las inversiones que conducen a nuevos negocios reales y creación de empleo”, explica.

Los debates sobre el crecimiento insostenible se han vuelto cada vez más frecuentes en los últimos años, suscitando preocupación, no solo por la tasa de crecimiento, sino también por su dirección. La reforma seria de este sistema “disfuncional”, para Mazzucato, incluiría una mezcla de medidas como hacer que el sector financiero esté más enfocado en las inversiones a largo plazo, cambiar la estructura de gobierno de las empresas para que sean menos dependientes de los precios de las acciones y los resultados trimestrales o gravar más fuertemente las transacciones especulativas y limitar los excesos en los salarios de los altos ejecutivos. “Pero estos hallazgos y propuestas, aunque importantes, no podrán lograr una reforma real del sistema económico hasta que no calen en el debate sobre los procesos por los que se crea valor económico. Necesitamos ir a las bases del modelo de valor, estandarizar toda la cadena y analizar cómo las grandes empresas distribuyen o crean valor.

Un gigante como Pfizer es un buen caso de estudio en este sentido. Pfizer ha logrado producir una excelente vacuna en poco tiempo, distribuyendo así valor, pero con operaciones de buyback (recompra de acciones propias) para pagar menos impuestos. El valor lo extrae financieramente del sistema económico”. Dicho de otra manera: “Para lograr un cambio real, debemos ir más allá de los problemas individuales y desarrollar un escenario que nos permita dar forma a un nuevo tipo de economía, una que funcione para el bien común”. Es decir, no basta con medir e incluir en lo que llamamos “crecimiento” el valor implícito del trabajo no remunerado del cuidado de los demás, de la educación o de la comunicación gratuita por internet. Ni siquiera basta con gravar la riqueza o medir el bienestar. “El mayor desafío es definir y cuantificar la contribución colectiva a la creación de riqueza, para que sea menos fácil que la extracción de valor pase por una creación de valor”, explica la profesora.

Por tanto, si de esta forma la economista italoamericana ha contribuido a rehabilitar el papel del Estado con capacidad de generar valor, el siguiente paso es vincular los sistemas de bienestar y la aceleración tecnológica: “El próximo libro me gustaría dedicarlo a combinar el tema del cuidado con el de la innovación. Poner la innovación en el centro del Estado de bienestar, pasar del Estado de bienestar al Estado de innovación. Unir estos dos conceptos a nivel cultural, dado que, por ejemplo, no hay declinación del bien común en el ámbito digital. Y para ello hay que volver a mirar la producción, quién hace qué, en el mundo de la salud, en el de la energía, en la educación e incluso en la economía espacial”.

Un desafío para una mente femenina, capaz de pensar en distintas dimensiones. En la posguerra, un radicalismo de pensamiento similar en el campo filosófico lo encontramos en pensadoras como Hannah Arendt, - citada no por casualidad en su último libro -, Simone Weil o María Zambrano, mujeres protagonistas de ese siglo XX tan fértil desde un punto de vista cultural como marcado por los horrores de su propia Historia. Entre los economistas de referencia de Mariana se encuentran en primer lugar los clásicos, desde Ricardo a Adam Smith, desde Schumpeter, -sobre todo-, a Marx. “Economistas que pensaron tanto en la creación de valor como en su redistribución juntos, a diferencia de lo que ocurrirá en el paradigma neoclásico donde el valor se reduce a la dimensión subjetiva del precio”, indica. Entre sus referencias, no podían faltar los nombres de varias mujeres economistas. Como Elinor Ostrom, -premio Nobel junto a Oliver Williamson por el análisis de la governance y, en concreto, de recursos comunes como el agua o la tierra-, o la más cercana a Mariana, Carlota Pérez. También hay ecos de Jane Austen y Rosa Luxemburgo en sus libros y en sus conferencias públicas. “Tener una mirada femenina en la economía no es suficiente y, por supuesto, no es necesario ser solo mujeres. Se trata más bien de extender esas habilidades típicas del cuidado de los niños, de los ancianos o de la familia a la necesidad de cuidar la comunidad, del trabajo y de la Tierra misma, también en el análisis y la propuesta teórica”. Son los temas desarrollados a nivel antropológico y teológico por el Papa Francisco en las dos últimas encíclicas Laudato si 'y Fratelli Tutti. “Una referencia profética para entender la diferencia entre el bien público y el bien común. Y por el necesario cambio de paradigma económico”, explica Mazzucato. O de narración, que diría otro Premio Nobel de Economía, Robert Shiller.

Sí, porque la economía también se compone de historias. O más bien, hay historias que pueden influir en la economía. Por supuesto, se necesita valor para reconocer estas buenas historias y contarlas con claridad. Mariana Mazzucato cuenta que “el presidente John F. Kennedy, que esperaba enviar al primer astronauta estadounidense a la luna, usó un lenguaje valiente cuando habló de la necesidad de que el Estado tuviera una misión. En la Universidad de Rice en 1962 declaró: “Hemos optado por ir a la luna en esta década y hacer otras cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esa meta servirá para organizar mejor nuestras energías y nuestras habilidades, porque es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, que no queremos posponer, que pretendemos ganar, junto con los demás desafíos planteados”. Resolver los problemas sociales que enfrentamos hoy es probablemente más difícil que ir a la luna, pero nada nos impide intentarlo. Podemos empezar a encontrar respuestas para intentar reestructurar el capitalismo para que aborde problemas concretos y hacerlo más inclusivo y guiado por la innovación. Los objetivos para los gobiernos ya deberían estar claros: son los 17 Objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas para un desarrollo verdaderamente sostenible”.

de Marco Girardo
Periodista de «Avvenire»