En una carta al semanario «Alfa y Omega» el Pontífice recuerda la experiencia de oración

El joven Bergoglio
“adorador nocturno”

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08 abril 2021

«Me emocionó»: así escribe el Papa Francisco en una carta enviada a la revista «Alfa y Omega», después de haber recibido la fotocopia de un registro conservado en los archivos de la basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires, en el cual eran anotados los nombres de los “adoradores nocturnos”, es decir las personas que por la noche desde las 21:00 se alternaban en turnos de oración delante de la Eucaristía, una práctica que se realizaba en la basílica desde 1917. Entre esos nombres aparece el de Jorge Mario Bergoglio y el de su hermano Óscar, que entre 1954 y 1955 compartieron esta experiencia marcada por una figura fundamental, la del padre José Aristi, religioso sacramentino, provincial de su Congregación, que pasó infinitas horas de su vida de sacerdote en el confesionario. Una figura de la misericordia, amada y central en la vida de quien se convertiría en Papa.

 Sábados de oración


«Venite adoremus» es la frase que Francisco recuerda con “emoción”. La usaban adoradores para despertar a la persona que venía en el turno después de ellos. Desde su casa de Flores, en la periferia de Buenos Aires, el joven Jorge – recuerda la revista – iba en autobús al centro de la ciudad para llegar a la basílica del Santísimo Sacramento, y muchos fueron los sábados por la noche que pasó rezando. La adoración empezaba hacia las nueve de la noche, después la predicación del padre Aristi, explica el Papa en la carta. La llama de la vocación ya se había encendido, pero, escribe, la que llevaba era “una vida cristiana normal”. Después llegó la experiencia de esas noches de adoración que le marcaron profundamente.

Esta cruz no puede acabar bajo tierra


Cuando el padre Aristi muere en la vigila de Pascua de 1996, monseñor Bergoglio, entonces obispo auxiliar, baja a la cripta de la basílica donde estaba el cuerpo y mientras depositaba las flores realizó un gesto casi por impulso. Cuenta Francisco que tomó «la cruz del rosario y la arranqué con un poco de fuerza». «En ese momento miré al sacerdote y le dije: “Dame la mitad de tu misericordia”» y «sentí algo fuerte que me dio el valor para hacerlo». El único testigo de ese gesto, explica la revista, es el sacerdote sacramentino Andrés Taborda. «Recuerdo que dijo: “Fue mi confesor. Con este rosario en la mano absolvió́ a muchísimos pecadores; no es posible que se lo lleve bajo tierra”».

El rosario en el bolsillo que no está


La revista cuenta también la anécdota de Diego Vidal, un laico que desde hace años coordina a los adoradores nocturnos en la basílica. Cuenta: «En un congreso eucarístico, en una provincia lejos de Buenos Aires, pasó el entonces arzobispo caminando delante de mí y le pregunté si conocía al padre Aristi. Se frenó inmediatamente y me respondió́: “¿Qué si le conozco?”. Y sacó de dentro de su ropa el rosario del sacerdote». Desde entonces para el obispo y cardenal Bergoglio, y hoy para el Papa Francisco, la cruz del rosario de padre Aristi es una compañera inseparable. «Esa cruz me la metí́ aquí́, en el bolsillo – escribe-. Las camisas del Papa no tienen bolsillos, pero yo siempre llevo una bolsita de tela pequeña, y desde entonces hasta ahora, y mi mano se dirige aquí́ siempre. ¡Siento la gracia! Hace mucho bien el ejemplo de un sacerdote misericordioso, de un sacerdote que se acerca a las heridas...».

de Alessandro De Carolis 
y Benedetta Capelli