De esclava a abadesa

 Dalla schiavitù all’abbadessato  DCM-005
30 abril 2021

Zeinab Alif, un viaje de Sudán a Italia.
Una historia de hace un siglo que nos habla hoy


Hay cinco lugares en la vida de Zeinab Alif: la región de Kordofan en Sudán donde nació y se crio hasta los ocho años; El Cairo en Egipto donde fue vendida; Roma donde aterrizó después de ser rescatada y conoció al Papa; Belvedere Ostrense cerca Ancona donde se bautizó e ingresó al convento de las Clarisas; y finalmente Serra de 'Conti, también en la provincia de Ancona, donde la conocí.

Era 2017 y empezaba a recopilar ideas para una nueva novela. Quería ambientarla en Serra de 'Conti, el país de origen de mi abuela, donde mi madre pasó la mayor parte de sus vacaciones de verano de la infancia y la adolescencia. Mi intención era seguir los pasos de mi bisabuelo, un anarquista, Nicola Ugolini, que vivía allí, pero que tras la muerte de su esposa por la gripe española desapareció de Italia. De este bisabuelo encontré pocas pistas, mi madre no lo había conocido y no sabía mucho, pero sí recordaba a una mujer, a una monja venerada en el pueblo, que había vivido hace mucho tiempo en el convento de Santa Magdalena. No empecé con la idea de escribir sobre la vida de una monja, pero tenía curiosidad y me atraía la idea de encontrar a santos y anarquistas en un mismo lugar.

El convento ya no lo es desde hace muchos años y en su lugar hay un Museo de Artes Monásticas. La responsable nos preguntó si estábamos allí por la Moretta y yo asentí. Era mentira porque todavía no sabía quién era ella. El recorrido teatralizado contaba la vida de las religiosas a lo largo de los siglos. Allí estaban los baúles con encajes, las jarras llenas de cacao en polvo, las especias metidas en el armario, las cartas enviadas y recibidas, los cajones de lo que había sido el armario de las dotes, todo un mundo estaba cerrado en ese sótano, un mundo de mujer.

Compré todos los libros y folletos a la venta. Me llamó la atención uno en particular, escrito por Graziano Pesenti, en cuya portada había una religiosa negra. Era Zeinab Alif.

La primera fecha importante de la vida de Zeinab es 1885 cuando es sacada de las montañas Nuba en Sudán, donde vive en una casa de piedra diferente a las demás en el pueblo, que tiene paredes rojas y circulares y un techo de paja. El padre es el jefe de la aldea, cultiva algodón, sésamo, mijo y caña de azúcar. Una tarde en que la madre no está y la niñera se despista, Zeinab y uno de los hermanos pequeños son secuestrados por unos árabes que, tras huir por el desierto, se los llevan por el río Nilo. Zeinab tiene ocho años y no sabe nada del mundo cuando la llevan a El Cairo, en Egipto, y la exponen desnuda para quienes quieren comprarla. No sabe leer ni escribir, no recuerda el nombre de su madre y no sabe cómo volver a casa.

Un año después, Zeinab ya sirve en la casa de un hombre. Un día como tantos otros entre las tareas domésticas que estaba obligada a cumplir, ve por la ventana a un hombre con una larga túnica negra que entra y sale de las casas y habla con los niños. Se arma de valor y se acerca a él. El sacerdote le dice en árabe que, si quiere irse con él, que le enseñará a leer y escribir y la llevará lejos. Zeinab acepta.

Es un sacerdote genovés, Nicolò Olivieri, ciudadano del Reino de Cerdeña y Piamonte, que, con su propio dinero y el de amigos, rescata a niñas y niños esclavizados para llevarlos a Italia y que vivan en institutos religiosos. Es el fundador de la Obra Pía de Redención. El precio de un niño es de 400 liras. Nicolò dice en sus cartas que las niñas se venden como yeguas o como corderos. El precio de Zeinab, largamente negociado, es de 350 liras italianas. La niña sale por fin de la casa de su amo, quien detrás de ella espeta: “Un africano no se quedará mucho tiempo fuera de África”. Afortunadamente está equivocado, la vida de Zeinab apenas comienza, la niña a la que compró por el precio de un pavo se convertirá en beata.

Es el primer viaje en barco en la vida de Zeinab y también el último. El mar está revuelto y las niñas temen una nueva desgracia. Llegar a Italia no será fácil y tardarán siete meses. En el mar, Zeinab comienza a aprender italiano, Nicolò le habla de Jesús y de María y de la Biblia. Atracan en Marsella y desde allí avanzan lentamente por etapas, porque no hay ferrocarril que conduzca directamente a Roma. Zeinab es un torbellino, hace bromas, da pellizcos a sus compañeros de viaje y no los deja dormir. Comienza a dar muestras de su carácter testarudo y curioso. Una vez en Roma, trasladan a Zeinab a Las Marcas para su formación.

Es el 2 de abril de 1856, ingresa en el convento de las Clarisas en el Belvedere de Jesi. Se siente sola y perdida sin Nicolò y las chicas que la acompañaron. Es diferente a las demás, no habla bien su idioma y la comida no le gusta. Por primera vez piensa en huir, pero al final se da por vencida. Su acercamiento a la fe comienza aquí mismo, cuando desiste de escapar y se centra en lo que puede aprender mientras que crece su interés por la música.

Zeinab pide la Primera Comunión y la recibe adornada con bordados plateados. Elige su propio nombre y se transforma, deja atrás los sobresaltos y las palizas y se convierte en la futura hermana María Giuseppina Benvenuti.

Su espíritu no cambia. Canta bien, pero desea tocar el órgano y desde las primeras lecciones está claro para todos que este es su instrumento. Todos los domingos la gente va a escucharla tocar. Es su misión, atraer gente a la iglesia gracias a su música.

Aún no es monja. Han pasado muchos años, las órdenes religiosas no pueden acoger a las novicias y hay en curso un fuerte enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado. Maria Giuseppina puede elegir entre seguir una carrera como organista, regresar a Sudán o esperar e insistir para ingresar al convento. Decide no rendirse y en 1874, gracias a la intervención directa del Papa, ingresa al convento portando consigo una estricta educación en latín, literatura y música.

Pasan veinte años, es 1894, y en el monasterio de San Domingo solo quedan siete monjas. De entre ellas sor María Giuseppina es la más joven por lo que tiene que cuidar de las demás, postradas por la poca comida y la vejez. El obispo de Senigallia decide unirlas con otra comunidad en el monasterio de Serra de 'Conti, y así llega La Moretta al pueblo de mi bisabuelo.

Cuando murió la abadesa del convento en 1909, todas pidieron que ella ocupara su lugar: la niña de Sudán se convirtió en la guardiana de un pequeño grupo de mujeres que están a punto de afrontar juntas los años de guerra y enfermedad.

Durante sus dos mandatos como abadesa, la hermana Maria Giuseppina asigna a cada religiosa la labor adecuada, evita que hagan ayuno si las ve demasiado delgadas y se encarga de tareas sencillas como la portería.

El vínculo entre ella y su comunidad es tal que, en 1914, cuando se les pidió a las monjas que se fueran de Serra, la gente se rebeló arrojando piedras a los hombres del obispo que venían a buscarlas. El tira y afloja que, entre el convento y el obispo para privar al pueblo de un lugar de culto tan importante en el umbral de la guerra, lo gana la mujer.

Los últimos años son difíciles. Maria Giuseppina pierde gradualmente la vista, pero nunca deja de rezar ni abandona sus costumbres, como la de sacar agua del pozo todas las mañanas. Mientras tira de la cuerda del cubo siempre dice: “Señor, salva tantas almas del Purgatorio como gotas de agua estoy sacando”. María Giuseppina tiene una herida grave que no cicatriza, le falla la memoria y tiene momentos de escasa lucidez, en definitiva, le queda poco tiempo.

Una de las hermanas le pide entonces que les dé una señal cuándo llegue al Cielo y la hermana Maria Giuseppina asiente. Hasta el último momento intenta recuperarse, tocar el órgano, pero la noche del 24 de abril de 1926 muere.

Por la mañana, a las cinco y cuarto, el cuerpo ya está frío. En el monasterio se escuchan tres campanadas. Es Zeinab que acaba de advertir que ha llegado al Cielo, que, por fin, ha alcanzado su destino.

de Giulia Caminito


La autora

Romana, de 33 años, debutó con la novela La Grande A (Giunti 2016) que ganó los premios Bagutta a la ópera prima, Giuseppe Berto y Brancati Giovani. Escribió Un giorno verrà (Bompiani 2019), Premio Fiesole de ficción under 40 años. Su última novela es L’acqua del lago non è mai dolce  (Bompiani 2021). Editora, se ocupa de la ficción italiana para la editorial Giulio Perrone. Está en redacción de Letterate Magazine. Under - festival di nuove scritture con con l’Associazione Da Sud que se desarrolla en las escuelas de Roma.