Formación de las laicas

El futuro se juega
en los ministerios laicales

 Il futuro si gioca sui ministeri laicali  DCM-002
06 febrero 2021

La “servidora” de 8 millones de católicas: la Iglesia que sueño


Hace unos años viajé a Roma desde mi país, Argentina, para un encuentro internacional de mujeres. Durante un debate sobre la formación permanente, la representante de Zambia tomó la palabra y dijo que en su país solo los sacerdotes podían estudiar Teología, ya que esta formación no se considera adecuada para las mujeres laicas. Se produjo un interesante debate en el que representantes de países europeos y países de Norte y Sudamérica expresaron sus discrepancias. Algunas de ellas ya habían completado sus estudios teológicos o bíblicos y estaban enseñando.

Fue mi primera participación en el Consejo Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, (UMOFC), junto a una treintena de responsables de organizaciones católicas, muy comprometidas desde el punto de vista eclesial. En los años siguientes he comprendido claramente cómo la formación está íntimamente relacionada con la historia de la Iglesia, con la cultura y el nivel socioeconómico de cada región.

Actualmente funjo como presidenta de la citada organización internacional que agrupa a un centenar de organizaciones católicas, de todos los continentes, a la que pertenecen unos ocho millones de mujeres. Las organizaciones miembros solo pueden estar representadas por una de sus responsables dado que la UMOFC busca la corresponsabilidad de las mujeres en la evangelización y el desarrollo humano integral. Trabajando cada día en contacto con tal diversidad y riqueza de mujeres, me he involucrado gratamente en la vida de sus organizaciones y de sus países, y en la cultura y formación cristiana que los caracteriza. Me gustaría decir que la formación de las laicas está en plena evolución y que podría representarse con los colores del arco iris, cada uno con diferentes tonos y matices.

760 milliones de analfabetos de los que dos tercios son mujeres


Como resultado de la actual emergencia mundial, se han acentuado las tendencias socioeconómicas negativas, así como su impacto a largo plazo en el sistema educativo. “La pandemia de Covid-19 ha creado la mayor alteración de los sistemas educativos de la Historia (…). La crisis está agravando las desigualdades preexistentes en la educación al reducir las oportunidades para los niños, jóvenes y adultos más vulnerables (…). Las pérdidas en el aprendizaje también amenazan con extenderse más allá de esta generación” (Informe de la ONU, agosto de 2020). Para evaluar el aprendizaje a lo largo de la vida, es necesario comenzar por la educación general de la población. Se estima que de los 760 millones de analfabetos en el mundo (Unesco 2020) alrededor de dos tercios son mujeres. A esta desigualdad de género en la educación se suma la desigualdad propia de los distintos continentes. Mientras que, en la mayoría de los países europeos y norteamericanos, y en varios países de América Latina y Oceanía, toda la población está alfabetizada, el analfabetismo es uno de los mayores problemas en África y Asia.

India, la educación negada a los Dalit


En la India, las mujeres Dalit, las “no personas” por debajo de otras castas, están oprimidas por su género, su casta y su situación económica. Pasan la mayor parte de su tiempo en casa y no pueden contribuir de ninguna manera a la economía familiar. Se celebra el nacimiento de un niño, el de una niña se ve como una maldición. La educación de las mujeres se pospone o se niega. Una situación similar se produce en ocho países africanos, donde la brecha de analfabetismo entre hombres y mujeres es superior al 20% y se debe principalmente a razones culturales.

América Latina, apartadas de los puestos de responsabilidad


Lo que he podido constatar es que la formación de las mujeres laicas dentro de la Iglesia Católica es diferente en cada región.

Mi continente, América Latina, que es la región con mayores desigualdades del mundo, sin embargo, ha ofrecido un nuevo impulso, -no solo entregando al Papa Francisco a la Iglesia-, sino también a través de los documentos elaborados por el episcopado latinoamericano y caribeño, como los de Medellín, Puebla y Aparecida, este último antecedente inmediato de Evangelii gaudium. En todas estas aportaciones magisteriales, la religiosidad popular y, por tanto, la necesaria formación del Pueblo de Dios ocupa un lugar privilegiado. Pero, a pesar de su preparación, pocas mujeres están al frente de las estructuras orgánicas nacionales y diocesanas. ¿Se debe al clericalismo y al machismo cultural imperantes?

Evidentemente la situación cambia según el país y la Iglesia local. Cada diócesis suele tener su propio centro o varios centros de formación de catequistas y agentes pastorales, con cursos que van desde la formación cristiana inicial hasta la universidad. Hay mujeres formadas como responsables de las comunidades de base, defensoras de los derechos humanos, catequistas y teólogas. Un ejemplo es el del grupo de teólogas argentinas de “Teologanda” que está desarrollando un programa de seminarios intensivos para teólogas con distinto nivel de formación.

África, Asia y Oriente Medio:  formación entre la parroquia y la familia


Por experiencia, conozco el gran compromiso y amor por la Iglesia de las mujeres en muchos países de África y en algunos de Asia Pacífico y Oriente Medio. En general, su formación cristiana se recibe en la familia y en las parroquias. Se centra principalmente en la espiritualidad y la liturgia. He conocido algunas asociaciones de mujeres con un plan de formación permanente y de acuerdo con las orientaciones pastorales del Concilio Vaticano II. Estas mujeres expresan su fe con todo su ser en la liturgia, en la educación de los hijos y en el servicio solidario a los más necesitados. ¿Por qué? Quizás porque su formación les ha marcado de forma indeleble, hasta las entrañas.

Las diferencias de Europa y Norte América


Europa y América del Norte tienen algunos puntos comunes, como los innumerables recursos formativos propuestos por episcopados, diócesis, congregaciones, movimientos y asociaciones. Pero, ¿podría su secularismo cultural fagocitar la formación cristiana? En Estados Unidos, por ejemplo, he conocido laicas con una amplia y excelente formación y también laicos que se atribuyen “una formación de vanguardia”. Son, sin embargo, personas interesadas solo en algunos frentes extremos, como la reforma del Papa Francisco, la celebración de las uniones homosexuales y algunos otros temas que pertenecen a la moral cristiana. Me pregunto si la estela luminosa que dejaron en su tierra maestros europeos como los cardenales teólogos Yves Congar y Henri-Marie de Lubac o la mística excepcional Adrienne von Speyr, fuente de inspiración de Hans Urs von Balthazar, será suficiente para dar a la formación de las mujeres esas raíces eclesiales indispensables sin las cuales los procesos sinodales no tendrán éxito. Personalmente, creo que algunas expresiones del feminismo conducen a una tergiversación de los principios morales, y que las cuestiones son mucho más complejas que las que plantea una candidatura como la de la “arzobispa” de Lyon. Al mismo tiempo, hay mujeres líderes que, lamentablemente, se enfocan exclusivamente en temas de moral sexual, aborto e ideología de género.

El desafío de los ministerios laicales


El 11 de enero, el Papa Francisco estableció a través de un motu proprio que los ministerios del Lectorado y Acolitado se permiten a las mujeres de forma estable e institucionalizada con un mandato específico. Si la Iglesia estableciera nuevos ministerios laicos, -ya solicitados en el Concilio Vaticano II-, se vería obligada a proporcionar también una formación adecuada para las mujeres laicas. Sueño con una Iglesia que incluya mujeres capaces de actuar como jueces en todos los tribunales en los que se examinan los casos matrimoniales, en los equipos de formación de los seminarios, o para ejercer ministerios como el de escucha, de dirección espiritual, de pastoral de la salud, cuidado del planeta, defensa de los derechos humanos, y otros para los que las mujeres, por nuestra propia naturaleza, estamos dotadas exactamente igual, y en ocasiones incluso más, que los hombres.

de María Lía Zervino
Servidora, presidenta de la UMOFC - Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas