Marco Trovato recorre el continente africano desde hace 30 años. Es periodista, lleva a cabo investigaciones, organiza exposiciones, encuentros y, desde hace 15 años, es director editorial de «Revista África», una publicación bimensual que trata de contar la complejidad de esta inmensa tierra. Ha conocido a cientos de mujeres en sus largos viajes.
Ha visto a niñas obligadas a trabajar en las minas y a niñas sometidas a la ablación. A niñas que se casan a la edad de doce años, habiendo sido sobrealimentadas durante semanas porque llegar al día de la boda más gorda es una señal de bienestar. A mujeres casadas que, en no pocas ocasiones, son maltratadas en casa. A otras que las han secuestrado y violado. Pero también ha conocido a empresarias exitosas, artistas, profesionales y activistas que luchan por sus derechos. El África de las mujeres es como el continente, hecho de infierno y de esperanza.
Marco Trovato evita hacer una enumeración de estos males porque son problemas ya conocidos, muchos discutidos y estudiados, aunque no resueltos. Habla de aquellos que le tocan especialmente.
«La ignorancia en que se mantiene a las mujeres porque abandonan pronto la escuela para ayudar en casa. No sucede en toda África, claro está. Hay países que garantizan a todos el derecho a la formación. Pero en aquellas realidades menos desarrolladas, prevalece la cultura tradicional que relega a los niños y a las mujeres al papel de ayudante, de quien va a por el agua al pozo o incluso corta la leña».
Habla también del drama de los abusos, físicos y psicológicos. Las víctimas son en su mayoría mujeres. «Están muy extendidos los que se dan en el ámbito familiar y no solo en el África rural. En Sudáfrica se produce una violación cada 36 segundos. Hay más de cien mil casos de violencia doméstica en un año. Para ocho de cada diez hombres es normal pegar a la mujer».
A veces, los fenómenos de violencia afectan a regiones enteras, como en el caso de la República Democrática del Congo: «Se habla de 15.000 violaciones de grupo en un año. Las víctimas suelen ser niñas de incluso dos años. Las secuestran por las noche y las violan».
Otro flagelo que afecta a las mujeres, o más bien a las niñas, es la explotación en las minas de parte de muchos grupos armados rebeldes que controlan la extracción de oro y diamantes en regiones ricas en minas.
Y usan a niños y niñas porque su pequeño tamaño les permite entrar por los túneles con mayor facilidad. «Los obligan a bajar a estas canteras al amanecer. La tarea de las mujeres, en general, es el transporte, lavado y triturado manual de las piedras». Infiernos de piedras preciosas.
Las mujeres sufren, no les es fácil liberarse del yugo. Pero afortunadamente empiezan a reaccionar, tomando conciencia de sus derechos y de la fuerza que les puede dar estar unidas. «Han colaborado entre ellas y creado grupos de mujeres para apoyarse las unas a las otras. Un ejemplo es una asociación en Kamituga, en Kivu del Sur, nacida precisamente para combatir la explotación de mujeres y niños. Fue fundada por Emilienne Intongwa Comifene, la primera mujer a cargo de una mina. Las mujeres siguen trabajando en la cantera, pero sus derechos son reconocidos».
La violencia también usa diferentes armas. Como en Mauritania, donde se engorda a las mujeres como condición para contraer matrimonio. «Los alimentan a la fuerza para que se hinchen y poder casarse; es una práctica que se llama gavage, atiborrarse. Surge del hecho de que las mujeres con sobrepeso son consideradas en esta cultura un símbolo de bienestar.
Tan pronto como una niña cumple 5 años, se comienza a atiborrarla. En diez años pesa 90 o 100 kilos. Según la OMS, «una cuarta parte de las mujeres mauritanas son obesas». También aquí, en los últimos años, han nacido asociaciones que luchan contra esta costumbre.
Mauritania reconoce la presencia pública de las mujeres. Tienen derecho al 20 por ciento de los escaños en el Parlamento y están en el ejército. «Y aunque muchas de las mujeres que sufrieron esta violencia en su juventud hoy la consideran una práctica normal, otras piden que sea prohibida por la ley».
Salgamos de estos destellos del infierno preguntando a Marco Trovato qué mujeres de las que conoció en África le han impresionado más. «Muchas. Si tengo que decir algunas, pienso en Zany Moreno, una estilista caboverdiana que crea ropa. O Ntsiki Biyela, la primera mujer negra en producir vino en Sudáfrica, una mujer zulú que ha ganado prestigiosos premios y cuya empresa desafía a la élite masculina».
Dice Marco Trovato que la verdadera gema preciosa de África son sus mujeres.
de Elisa Calessi