Miradas diferentes

La elección de Ángela, pionera de la redención

La estatua de santa Ángela Merici en Desenzano del Garda, obra de Gelfino Calegari, 1772
26 septiembre 2020

En la plaza central de Desenzano del Garda, que se asoma a un pintoresco pequeño puerto pesquero, destaca sobre una base alta la estatua de Santa Ángela Merici, fundadora de las Dimesse di Sant'Orsola, es decir la Congregación de las Ursulinas. Nacida en 1474 y fallecida a los sesenta y seis años en 1540 (una mujer realmente longeva para aquellos tiempos), fue proclamada santa casi tres siglos después, en 1807. Poco más de treinta años antes del éxito del proceso de canonización, el bresciano Gelfino Calegari, “contratado por los conciudadanos”, como está escrito en el pedestal del monumento, había esculpido en el mármol a la futura santa, siguiendo el estilo típico de la mirada dirigida hacia el cielo y la modesta ropa de un caminante.

Ángela nació en una familia de campesinos que vivía en una humilde casa de campo en la localidad Le Grezze, a dos pasos de la importante abadía benedictina de Maguzzano, que, sin embargo, había sido destruida por las tropas Visconti hacía unos años y fue reconstruida en 1492, cuando Ángela acababa de ir a vivir con un tío relativamente rico, en Salò, también en el lago de Garda. La proximidad a uno de los sitios monásticos más importantes del norte de Italia había contribuido durante siglos a la religiosidad de la gente de Desenzano, por lo que Ángela creció escuchando las historias de la vida de los santos todas las noches, incluida, probablemente, la de santa Úrsula. Legendaria figura femenina de la Alta Edad Media, Úrsula era hija de un rey católico de los británicos y fue asesinada por los hunos en Colonia mientras, escapando de un matrimonio concertado, regresaba de una peregrinación a Roma en compañía de mil vírgenes compañeras suyas, a las que instruía en las verdades de la fe. En la práctica, una mujer orgullosa e independiente, una activista, una figura carismática dedicada a la docencia y la hermandad.

Volvamos a la joven Ángela. Como sucedía en aquella época, las familias eran diezmadas por las enfermedades y de hecho en pocos años fallecieron el padre, la madre y cuatro hermanos mayores, por lo que Ángela y su hermana superviviente en 1492 se trasladaron a pocos kilómetros de Desenzano, huéspedes del tío materno de Saló, quien las acogió con cariño asegurándose de que las niñas tuvieran una educación adecuada: normas de higiene, normas religiosas, saber leer y hacer las sumas. Ángela tenía dieciocho años en ese momento. Los hombres escaseaban porque estaban involucrados en las continuas guerras de la República Véneta, de la que formaban parte Brescia y la campiña circundante. Por lo tanto, las perspectivas de la joven podrían ser la más difícil de encontrar un marido, tal vez un viudo con hijos (en aquella época, si habían escapado de la muerte por enfermedad, los hombres morían en la guerra y las mujeres al dar a luz) o, más fácilmente, ir al servicio de alguna señora noble del lugar, o, más fácil todavía, quedar embarazada por enamoramiento o violación y terminar en medio de la calle mendigando, o quizás retirarse a algún convento. Y paradójicamente, los conventos eran a menudo lugares de corrupción y de pecado. Muerta también la hermana, Ángela se hizo terciaria franciscana. Dos años después falleció también el tío, así que Ángela volvió a Desenzano, a la casa de los padres, donde inició una pequeña escuela enseñando el catecismo a las niñas. Más adelante, treinta años después, con estímulo tanto religioso como social, fundará la Congregación de las Ursulinas.

Volviendo a su estatua, aunque Ángela encarnaba la figura de una mujer especialmente dedicada al amor por los niños necesitados de educación, y sobre todo al tema de la libertad femenina (que en la época significaba solo un mínimo de dignidad y educación) su papel innovador fue sin embargo ignorado por los jacobinos que dominaron Desenzano a finales del siglo XVIII. Y de hecho la escultura fue retirada en 1797 de la plaza del pueblo a favor de un “árbol de la libertad”. Los devotos de Desenzano lograron devolverla a su lugar en 1800.

Si releemos la historia de Angela Merici aplicando a las condiciones del pasado las exigencias del presente, debemos considerarla una figura carismática de redención femenina, una progenitora. La educación (no solo religiosa), la liberación del juego de los matrimonios concertados o del sexo punitivo que te lleva a acabar en la calle, la conquista del rol pedagógico fundamental, y sobre todo de una dignidad, son los primeros pasos de esa carrera impetuoso y llena de tropiezos que hoy nos lleva a reclamar igualdad de trato en el trabajo y en la vida privada. Naturalmente, la leyenda llenó la vida de Ángela de lugares comunes de santidad: las visiones reveladoras, las peregrinaciones a Tierra Santa y a Roma, el milagro de la vista perdida durante la peregrinación y luego encontrada en su regreso a Brescia. Pero lo que queda, más allá de las historias de la “vida de la santa”, es la figura de una mujer de carácter, independiente y que ha encontrado en la fe y en su testimonio el papel de hermana entre hermanas, una forma de cuidar del destino de los que no tienen medios, dejando una institución sólida para continuar su labor.  

Cuando en 1530 Ángela fundó su sociedad religiosa - la Compañía de Santa Úrsula oficializada después en 1535 - el objetivo no era refugiarse en la oración con las hermanas, sino tener una casa común de la que partir todos los días para ir en medio de la gente y para realizar misiones benéficas y de afiliación; básicamente salvar a las mujeres jóvenes de la miseria, la opresión y la ignorancia. De hecho, la Compañía fue el primer instituto religioso secular: para Ángela lo que importaba no era encerrarse en un monasterio sino vivir en el siglo, y es lo prueba el hecho de que quiso que el gobierno de las Ursulinas fuera dirigido por “vírgenes” y pero también por “matronas”, es decir, viudas pertenecientes a la aristocracia de Brescia que, precisamente por su experiencia concreta como madres, pudieron atender la vocación y las necesidades de las “hijas espirituales” con una presencia solícita y afectuosa. Las ursulinas son la primera fundación religiosa que valora la experiencia y los recursos de las viudas adineradas: además de ocuparse de la esfera privada de las hermanas jóvenes, tenían un papel político. Es decir, se ocupaban de la inserción de esta nueva institución femenina en la sociedad política y civil de la época. Un legado de amor, humanidad y hermandad que hoy aún perdura en las sesenta compañías de ursulinas seculares y congregaciones religiosas presentes en Italia y en el extranjero.

Carola Susani escribió en estas páginas sobre la espléndida experiencia de sor Rita Giarretta [1], sus hermanas y de Casa Rut, que en Caserta desde 1995 ha estado involucrada en revivir a mujeres migrantes víctimas de trata. Es solo uno de los muchos legados morales que, siglos después de la muerte de santa Ángela Merici, hacen realidad las intuiciones de esta mujer visionaria: para ella el progreso de la sociedad debía incluir la educación del mundo femenino, y la mejor manera de lograr este objetivo era el apostolado, la militancia, la inclusión. En Desenzano, además de la estatua de Ángela, en cuyo pedestal se sientan turistas que tal vez no sepan nada de su extraordinaria historia  para contemplar el puerto y el puente veneciano, se encuentra la sede del Mericianum. Construido justo donde fue su lugar de nacimiento, es el centro de espiritualidad inspirado por la santa. Desde 1978, además de estudiar el “carisma mericiano”, se ha dedicado a promover las relaciones ‘hermanales’ entre las ursulinas seculares y las religiosas.

de Camilla Baresani


Ángela Merici


Nacimiento
Desenzano del Garda, 21 de marzo 1474
Muerte Brescia, 27 de enero de 1540
Venerada por Iglesia católica
Beatificación 30 de abril de 1768 por el Papa Clemente XIII
Canonización 24 de mayo de 1807 por el Papa Pío VII
Solemnidad 27 de enero

La autora

Bresciana de origen, ha escrito novelas, ensayos, cuentos. Los últimos libros que ha publicado son:
Celos (La nave de Teseo, 2019), Los ladrones (Mondadori Electa, 2015), La sal roja del Himalaya (Bompiani, 2014) que ha recibido el Premio Internacional de Literatura Ciudad de Como, el Premio Cortina de Ampezzo, el Premio Ciudad de Vigevano.
Enseña escritura creativa en la Escuela Molly Bloom.
Para la talevisión es autora del formato de Romanzo Italiano, un programa “geo-literario” con entrevistas a 29 escritores que hablan de los lugares que inspiran su narrativa.